Cómo lograr que tu jefe te odie: Las inesperadas lecciones de Seinfeld para la vida corporativa
La popular serie norteamericana muestra en clave satírica todo lo que no debe hacerse en el mundo laboral
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El hombre –de unos cuarenta y tantos años y vestido formalmente– se encuentra cómodamente sentado en una silla ejecutiva detrás de un elegante escritorio mientras habla por teléfono. Con evidente satisfacción, le está relatando a un amigo los detalles de su última aventura sexual, de la que está tan orgulloso que, incluso, la grabó en video. En ese momento, intempestivamente, ingresa en la oficina George Costanza (el compañero de Jerry Seinfeld, personaje que da nombre a la famosa comedia de la década del 90 que actualmente se transmite por Netflix) y comienza a lanzar en voz alta una andanada de improperios. “¡Suficiente! ¡Esto es todo! ¡Terminé! ¡No va más! ¡Acabado! ¡Superado!”, grita sin siquiera tomar aire para respirar. El hombre permanece impasible, con una mirada entre incrédula y despectiva. George continúa: “Nunca más voy a trabajar para usted. Mírese, ¿se cree que es un hombre importante? ¿Eso es lo que piensa? Es un hazmerreír, un chiste, la gente se ríe de usted. No es nada. No tiene orgullo, ninguna habilidad. ¡Nada! ¡Renuncio!”. Aunque intenta regresar a la oficina al día siguiente como si nada hubiera pasado, el jefe esta vez lo echa, no sin antes recordarle que es un ser desagradable e insignificante.
Cuando se trata de hacer enfurecer al jefe, George es el número uno y tiene mucho para enseñar. No solo el caso anterior, tiene varios conejos más en la galera, como la vez en que tuvo sexo en la oficina con la empleada de limpieza e intentó justificar el hecho diciendo que nadie le había avisado que no estaba permitido, o cuando armó bajo su escritorio un dormitorio completo, con almohada, despertador y hasta un estante para revistas pornográficas, o cuando se hizo pasar por una persona con discapacidad para obtener todo tipo de consideraciones (desde un baño privado hasta una silla para subir las escaleras).
Aunque –sin lugar a duda– George se lleva los laureles, los demás personajes de la serie también ofrecen valiosas lecciones. En una ocasión, Elaine Benes (la mujer del cuarteto, interpretada por la insuperable Julia Louis-Dreyfus) es dejada a cargo de la dirección de la empresa para la que trabaja y usa la tarjeta corporativa para toda clase de gastos personales, o cuando Cosmo Kramer (el vecino de Seinfeld, al que no se le conocen fuentes de ingreso) vuelve a su “trabajo” en una panadería porque se levantó una huelga que había durado años y deja caer un chicle en la masa que está preparando (sin informarlo). La lista sigue. Pero no hace falta llegar a esos extremos, hay otras maneras menos intensas con las que se pueden conseguir resultados similares.
Una táctica bastante efectiva es comenzar un romance con un jefe o jefa. Una vez que el affaire se hace público, es probable que el superior cite a los tórtolos en presencia de una persona de recursos humanos. Si tienen suerte y es la primera vez, puede que la reunión termine solo con una advertencia de la compañía.
Es muy recomendable meterse un dedo en la nariz durante una reunión creyendo que nadie está mirando. No solo se consigue el odio del jefe, sino del resto de los compañeros de equipo. En la misma línea, se ubica sufrir un inevitable escapismo en presencia de todos mientras se mira con estupor a la persona más cercana como haciéndola responsable a ella.
Llevar comidas ofensivas para algunos −como sándwiches de salame, pizzas de cebolla con bastante ajo, una banana en un tupper dejada fuera de la heladera en verano y otras delicatessen por el estilo− no carece de creatividad. Para aumentar la eficiencia de esta estrategia de alimentos aromáticos, se puede usar el microondas de la cocina para calentarlos y así dejar el horno impregnado de un olorcito apetitoso que despertarán el apetito del próximo usuario. Ya que estamos con los alimentos, comer chicles con la boca abierta alternando ruidos con globos que se quedan pegados a la nariz puede ser efectivo si el jefe es intolerante.
Lo que dicen las encuestas: la firma Instantprint del Reino Unido hizo una encuesta entre mil jefes preguntando que odiaban más sobre sus empleados. A continuación, las tres razones que se ubican en el podio.
La medalla de bronce se la lleva “no querer ser jugador de equipo” (15% de las opiniones). Este es un clásico. La gran mayoría de las compañías se llenan la boca sobre la importancia de trabajar en equipo, de deberse al resto, de ayudar a los compañeros, de ser generoso, de compartir información... Al mismo tiempo, exaltan “a los mejores”, les ponen títulos como “alto potencial” a algunos y otros adjetivos parecidos. ¿Cómo conseguir las dos cosas de manera simultánea? ¿Dónde está punto de equilibrio? Esta suerte de esquizofrenia de reconocimiento va en aumento a medida que se asciende en la pirámide organizacional y queda menos espacio para crecer. Ser un “buen jugador de equipo” es casi tan ambiguo y arbitrario como las dos próximas razones. En segundo lugar, la “falta de pasión” (16%) es otra de las cosas que a los jefes les enferma de los empleados. Sin embargo, el tope del podio es la “actitud negativa en el trabajo” (35%). Como vemos, tiene más menciones que la suma de las perseguidoras inmediatas y varias veces más su ambigüedad. ¿Qué significa tener una actitud negativa en el trabajo? Pues cualquier cosa que se le ocurra al jefe, guiado por toda su arbitrariedad y prejuicios.
Tácticas menores: hay otras formas menores para conseguir que un jefe se enfurezca con las que hasta podría estar justificado su enojo y que no aparecen en las encuestas, pero quedan en el recuerdo de todos los empleados. Son fórmulas casi infalibles, aunque mucho menos sofisticadas y creativas. Dentro de las más evidentes se pueden mencionar: aparecer borracho; llegar tarde de manera sistemática; nunca entregar los trabajos a tiempo; tener siempre una excusa a mano para justificar no haber cumplido los objetivos; olvidarse de que tenía que hacer una presentación frente al gerente general; quedarse dormido en las reuniones; desconectar la cámara en las reuniones virtuales; ir vestido con camisa hawaiana, bermudas multicolor y ojotas (salvo que sea una tech que quiere ganarse la fama de cool); tomarse una licencia psiquiátrica y postear fotos del fin de semana haciendo asado en una isla del Tigre cuando el resto del equipo se quedó trabajando debido a una explosión en la planta de producción, y otras nimiedades por el estilo.
En fin, la sugerencia de los autores es recurrir a estrategias personales que dejen huella. Si alguien tiene alguna que compartir, con gusto puede dejárnosla en nuestras redes. Siempre se puede ayudar a un colega que aún no acierta con un método efectivo y creativo al mismo tiempo para conseguir que su jefe o jefa lo odie.
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