Es cordobesa. La historia de la empresa que fabrica dos de cada tres lavarropas que se venden en el país
CORDOBA. En Luque, un pueblo a 100 kilómetros de la capital de Córdoba en el departamento Río Segundo, está la fábrica que produce dos de cada tres lavarropas que se venden en la Argentina y que se define como "muy competitiva", a punto tal que le ganó un negocio a una par china en Uruguay.
José M. Alladio e Hijos S.A nació a comienzos del siglo XX cuando Américo, junto a su padre José (hijo de un inmigrante italiano), soñó con vender unos diez lavarropas por mes. En esos años el precio de una unidad equivalía a 36 salarios de un operario.
Por estos días, la empresa produce un millón de lavarropas automáticos (Patriot, Drean y Aurora son las marcas propias y también fabrica para Whirpool y Electrolux) que cuestan el equivalente al 90% del salario de un operario. Además, hace 300.000 unidades entre lavavajillas (controlan la mitad del mercado de 50.000) y secadoras centrífugas.
La firma emplea a 1517 personas (este año sumó 120), cifra que equivale a un tercio de la Población Económicamente Activa (PEA) de Luque, donde viven 8000 personas. La empresa cuenta con una escuela desde 2007, cuando arrancó con nivel primario, ya suma 169 egresados en los dos niveles y para 2021 hay 231 matriculados.
Los bisabuelos de la generación que hoy dirige la empresa llegaron del Piemonte italiano a fines del siglo XIX. Uno, Alladio, venía con "algo de plata" y se instaló en San Marcos Sud (una localidad del sudeste cordobés); al otro, Sona, le quedaba una moneda en el bolsillo. La historia que contó es que vio un pan "tan grande" que lo sorprendió y lo compró, junto con el diario. De ahí a hombrear bolsas en el puerto, donde trabajó hasta juntar dinero para comprar un pasaje con destino a Santa Fe, donde tenía algunas referencias.
Años después, ambos se conocieron en Luque, donde cada uno llegó con una máquina cosechadora. Américo, hoy de 88 años, es hijo de don José Marcos Alladio y, desde chico, tenía "pasión por los fierros". La empresa de su papá se dedicaba a la compra y venta de vehículos, y reparaban camiones: algunos de esos motores iban para las cosechadoras. Américo cuenta que, de chico, en una exposición "de inventos" vio un lavarropas que era una batea que se movía a mano.
Le generó curiosidad y años después puso en marcha su proyecto, con el que aspiraba a hacer diez al mes para vender a los colonos de la zona. Muchas piezas eran fabricadas totalmente a mano, como la paleta agitadora de ropa. Trabajaban 20 personas.
En los años 60, José M. Alladio e Hijos se transformó en una sociedad anónima. Entre los 90 y el 2000 se sumó la tercera generación en roles directivos. Hace cuatro años ya no tiene más la doble función de gerentes y directores, para el primer cargo ya son profesionales que no pertenecen a la familia. El protocolo indica que los integrantes de la familia, para ingresar, deben tener al menos dos años de experiencia en otra empresa y una formación vinculada al quehacer de la compañía, cuenta a LA NACION Marcos Alladio, presidente de la firma.
La empresa tiene un presupuesto de capacitación igual al de publicidad e incluso, en algunos años, es mayor. Su filosofía es que innovar no sólo es hacer algo nuevo, sino darle un uso distinto a algo que ya existía; y apunta que para mucho de lo que se hace en la firma siguen ese criterio; y tienen una organización celular para trabajar con el concepto de multicapacidad. "Todos los empleados pueden sugerir mejoras en sus puestos. En el diseño de un producto participan colaboradores de diferentes áreas", apunta Agustín Roberi, director de la compañía.
"Una de las máximas de Américo Alladio fue que hay que elegir una opción, o apostar a la fabricación o ser importadores. La decisión fue fabricar la mayor cantidad de piezas posibles", repasa Marcos Alladio. Por caso, en el año 2000, cuando empezaron a producir lavarropas con carga frontal, hasta el 40% de las piezas eran importadas. Hoy, el 85% de los componentes son locales, según cuentan los protagonistas. Incluso, la compañía desarrolla proveedores para piezas que no se hacen en el país. Las placas electrónicas del comando de los lavarropas para repuestos se fabrican todas en Córdoba, aunque se importan para la producción por una cuestión de costos.
El proyecto de fabricación local de Alladio surgió en pleno 1 a 1. En ese entonces, el objetivo de producción de lavarropas de carga frontal era de 100.000 unidades al año, y luego de tres años ya ascendía a 300.000. "La escala hace que la empresa sea rentable y competitiva. Hay fabricantes de más de un millón de unidades en el mundo, pero no todo ese volumen se hace en un establecimiento. En la empresa -enfatiza Roberi- se entiende que la estructura capitalista con ética genera una contribución a la comunidad, una interrelación virtuosa".
La firma exporta a Uruguay, Paraguay, Bolivia y Chile sus volúmenes más importantes, pero también hace envíos a Estados Unidos, Sudáfrica, Nueva Zelanda y Panamá. El 10% de sus lavarropas automáticos va al mercado externo. En la firma admiten que el tipo de cambio actual deja a la Argentina "barata" en comparación con otros y favorece la exportación.
Uno de esos destinos es Paraguay, un mercado al que caratulan como equivalente al argentino del año 2000 (no por volumen, sino por los hábitos de uso), con potencial para crecer y con la ventaja de no tener puerto. Hasta el año pasado el flete con camión era 170% más caro que el marítimo; en cambio, hoy, un contenedor desde China cuesta US$6000 porque hay menos tráfico y navieras operando. "Es una ventaja coyuntural, pero una vez que la marca logra penetrar el juego ya es distinto", cierran.
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