Cómo convertirnos en buenos ancestros
El tiempo nos impulsa a considerar las consecuencias de nuestras acciones mucho más allá de nuestras propias vidas
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Si pudiéramos conversar ahora con los ciudadanos de nuestra misma edad pero de 2070 o del 2700 ¿Qué dirían ellos de nuestras decisiones, elecciones y consumos actuales de este 2022? ¿Cuánto de nuestra mirada y acción cortoplacista modificará su presente? ¿Seremos buenas ancestros de nuestras próximas generaciones?
El buen antepasado, cómo pensar el largo plazo en un mundo cortoplacista es el libro que el filósofo australiano Roman Krznaric escribió en 2020 y que se acaba de publicar en español. En el libro despliegan seis herramientas cognitivas que podemos poner a funcionar hoy para ser los mejores antepasados posibles de nuestras futuras generaciones. La primera es la de ejercitar una humildad temporal profunda: “los doscientos mil años que la humanidad ha habitado en la Tierra es un mero parpadeo en la historia cósmica”, dice.
Tenemos mucho tiempo para “atrás”, pero también hay mucho tiempo por delante. El tiempo profundo nos impulsa a considerar las consecuencias de nuestras acciones mucho más allá de nuestras propias vidas, y nos vuelve a poner en contacto con los ciclos a largo plazo del mundo viviente y también nos ayuda a captar nuestro potencial destructivo. La segunda es la de tener una mentalidad de legado. Somos los herederos de extraordinarios legados del pasado, como también de crueles y desacertados. Esto plantea la pregunta: ¿cómo queremos que esos extraños del futuro nos recuerden?
La tercera idea es la de la justicia intergeneracional. Si se mantiene la tasa de natalidad de este siglo, incluso en el próximo milenio, es probable que nazcan más de 135.000 millones de personas. Cómo podríamos ignorar su bienestar y pensar que el nuestro es de mayor valor, pregunta Krznaric. El cuarto es el pensamiento catedralicio: planificar proyectos más allá de la vida humana. Esta es la práctica de concebir y embarcarse en proyectos con horizontes temporales que se extienden a décadas e incluso siglos en el futuro, al igual que los constructores de catedrales medievales. El quinto es el pronóstico holístico: visualizar múltiples caminos para la civilización, tratar de trazar las posibles trayectorias a largo plazo de la propia civilización humana y, finalmente, tener un objetivo trascendente: luchar por la prosperidad del planeta. Si bien el objetivo del progreso material nos sirvió bien en el pasado, ahora sabemos demasiado sobre su daño colateral, en una era caracterizada por una fuerte tendencia ascendente en los indicadores planetarios dañinos llamada la Gran Aceleración que hay que atender con prioridad y urgencia.
En su libro el filósofo describe cada una de estas herramienta de manera exhaustiva y advierte. Ninguna de estas seis formas es suficiente por sí sola para crear una revolución a largo plazo de la mente humana, un cambio fundamental en nuestra percepción del tiempo. “Pero juntos, y cuando lo practique una masa crítica de personas y organizaciones, una nueva era de pensamiento a largo plazo podría surgir de su sinergia”.