Noche fría y lluviosa en Londres. La casa de Tomás Buzzo, en la localidad de Twickenham, huele a crumble de manzana. Es argentino, tiene 36 años y vive en la capital inglesa desde hace siete, donde trabaja como bróker de seguros. Tarda unos minutos en sacarse la grasa de las manos, antes de sentarse a cenar con su mujer y sus dos hijos. "Estaba limpiando la cadena de la bici", explica. Es la bicicleta en la que, cada mañana, recorre 25 kilómetros hasta su oficina.
Su circuito atraviesa el parque de Richmond, donde esquiva manadas de ciervos que recorren la zona. Continúa por el río Támesis, entre puentes que barren la niebla matutina. Pasa por el Parlamento y el Big Ben, y termina en el centro financiero de la City británica. Demora 1:10 hora y lo repite cada tarde, independientemente del clima. Ya en la oficina, cambia las calzas fluorescentes por el traje sobrio y se pone en modo ejecutivo londinense.
Una rotura de ligamentos cruzados, a sus 17 años, lo acercó al mundo del ciclismo. Una vez recuperado, empezó a comprar bicicletas usadas por Internet. Las disfrutaba un tiempo, las restauraba y las vendía. YouTube le enseñó cómo arreglarlas. Los conocimientos técnicos los obtuvo con la práctica, o hablando con gente que compartía su afición por los velocípedos. De a poco, se convirtió en su pasión.
Se mudó al Reino Unido en 2013, donde encontró una variedad de modelos sin precedente. Hoy, su colección incluye 10 bicicletas: plegables, motorizadas, ruteras, mountain bike, antiguas, de carbono y de titanio. "Llegué a tener 15 en un departamento de dos ambientes", ríe. Las compra online, a través de Shpock, Gumtree y Facebook Marketplace. Insiste en conocer al vendedor antes de bajarle el martillo a sus modelos favoritos. Los expone en el garage de su casa, donde también construyó su man-cave: habitación que él mismo convirtió en una suerte de cine, y que usa para proyectar fotos que capturan sus circuitos, investigaciones y futuros proyectos relacionados con el ciclismo.
Diarios de bicicleta
Buzzo narra la historia de cada ítem en su colección como quien cuenta el nacimiento de un hijo. Tiene decenas de anécdotas cómicas, extravagantes y al borde de la locura, que viene acumulando desde hace casi 20 años. El caso de su Dahon Jetstream EX encabeza el podio. "Sólo vi una persona en toda mi vida con ese mismo modelo", relata. Era un ciclista inglés, a quien se cruzó en Hyde Park, al poco tiempo de haberse instalado en Londres. Cuando vendas tu bici, le dijo el inglés, te la compro. Seis años después, Buzzo se olvidó del encuentro y publicó el ejemplar en Internet. Un día, un comprador llegó a su casa y le contó que había visto ese modelo una sola vez en su vida, en Hyde Park. Era el mismo ciclista que había conocido seis años atrás. Extraña casualidad, si se tiene en cuenta que hay casi 9 millones de habitantes en la capital británica.
Un comprador llegó a su casa y le contó que había visto ese modelo una sola vez en su vida, en Hyde Park. Era el mismo ciclista
Algo similar le ocurrió hace unos meses, buscando bicicletas de titanio en la web. Le interesó un vendedor, a quien terminó comprándole tres ejemplares publicados a £5600 (unos US$6900), que negoció por casi la mitad de precio. Mientras hacían la transferencia bancaria, Buzzo notó que ya tenía los datos del vendedor en su cuenta, y que le había comprado otro modelo hacía tres años.
Se toma su tiempo para analizar cada inversión, pero cuando ve una oportunidad única, no lo duda. Un lunes a la noche, encontró una Specialized Venge Vias, recién publicada. Le dijo a su mujer que volvería pronto y, sin dar más explicaciones, manejó hasta la casa de un desconocido. Resultó ser un alto ejecutivo de una multinacional, que no estaba seguro de venderle el modelo al primer postor. Como buen bróker, Buzzo lo convenció y, una hora más tarde, cerca de la medianoche, volvió a su casa con un nuevo ejemplar. Después de usarlo unos años, lo vendió un 25% más de lo que lo había pagado. "No es que el 25% de ganancia me vaya a cambiar la ecuación, pero anduve en una especie de Ferrari que jamás podría haber comprado nueva. Y, encima, le hice una buena diferencia", apunta.
Entre sus reliquias, se destaca una Bickerton plegable de principios de los 70, diseñada por un exingeniero aeronáutico de Concorde. La compró por £40 y podría venderla a £350, pero prefiere disfrutarla unos años más. Con este ejemplar, pedaleó en Eroica Britannia: un recorrido de 105km por las montañas del Peak District de Inglaterra, cuyo requisito es participar con modelos construidos antes de 1987, pedales sin enganche, chichonera en lugar de casco moderno, y un look vintage.
Deslumbra, también, una majestuosa Basso con cambios electrónicos e inalámbricos que, según él, "pesa poco más que una entraña". Si la vendiera hoy, podría obtener el 50% del valor por el que la adquirió. Otra joya en su colección es la Urban Arrow Family Bike, con motor Bosch Performance, en la que lleva a pasear a su mujer y sus hijos. La versión 0km puede costar unas £5300. "Varias de las bicis que tengo valen más que mi auto", admite. Y así las mantiene: cuando su mujer no está, les hace un lavado especial en la bañadera de su casa.
Recuerda una Legnano Remoswing de 1972, que el equipo de remo de Italia usaba para entrenar cuando los lagos se congelaban. El ejemplar rojo, sin pedales, avanzaba con el movimiento hacia adelante y atrás del manubrio, accionado por un sistema de poleas innovador para la época. Anduvo en él varias veces por los Lagos de Palermo, pero no tuvo tiempo de restaurarlo ni pudo llevárselo a Londres.
Otra rareza fue una Raleigh antigua, con sidecar fabricado artesanalmente, que descubrió por Internet. Viajó 800km hasta Mercedes, en Uruguay, para buscarla. Quedársela en el centro porteño implicaba pagar una cochera, entonces, la expuso en un local de indumentaria en Palermo Hollywood. La usaba cada tanto y, una vez al mes, el dueño del local le regalaba ropa. La compró a US$500, la vendió en US$900 y no invirtió en ropa durante ocho años.
Su amor por las bicicletas contagió a su familia. Cuando su abuela enviudó, la desafió a tejer una bicicleta a croché para levantarle el ánimo (Foto 8). Terminó tejiendo dos bicicletas, que también expuso en locales de indumentaria y algunas ferias, a cambio de ropa. Pero la mayor ganancia, dice, fue haberle devuelto la sonrisa a su abuela.
El eje central
Afuera, las luces de las casas se van apagando. Son las 23:30 de un miércoles, pero la energía de Buzzo está intacta. Recuerda haber retirado bicicletas andando en bicicleta, es decir, pedaleando mientras llevaba la nueva adquisición del manubrio, a su lado. Dejó de hacerlo cuando lo paró un policía de la City, creyendo que se estaba robando el ejemplar.
En la Argentina, pedaleó bajo un metro de agua (foto), hizo el Camino de Los Siete Lagos y cruzó la Cordillera de Los Andes en dos ocasiones. En Reino Unido, transitó casi 220km del recorrido Coast to Coast, que une ambas costas de la isla; 115km del circuito The Ridgeway, en el oeste del país; y varios kilómetros de la isla de Wight, entre otros destinos. Además, pedaleó 400km del Camino de Santiago con su mujer durante seis días (cuatro, con lluvia). Hace estas escapadas, al menos, dos veces al año.
Sus idas y vueltas a la oficina suman 50km diarios, o 250km por semana. Es suficiente entrenamiento para competir en cualquier circuito. Sin embargo, no se inscribe en las carreras por la competencia ni como desafío personal, sino para compartir la experiencia con gente con su mismo espíritu aventurero. "Ahora que me doy cuenta, no soy sólo un bróker de seguros. La bicicleta es un eje central en mi vida", reconoce.
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