Boom en Reino Unido: la pareja que “traicionó” al alfajor argentino para conquistar Europa
Rellenos inusuales (chile, lemon pie, menta) y clásicos sabores argentinos (dulce de leche, malbec, yerba mate, chocotorta) atraen a los más exigentes paladares británicos, que encargan el 75% de los alfajores Sur Chocolates en Reino Unido. La pareja que transformó la popular golosina para posicionarla en la chocolatería anglosajona cuenta cómo lo hizo posible, pandemia y Brexit de por medio.
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LONDRES.- Febrero de 2020. Un matrimonio argentino radicado en Inglaterra lanza los alfajores Sur Chocolates. ¿El objetivo? Reinventar la golosina y elevarla al nivel de un macaron francés para atraer al público británico. Tres semanas después del lanzamiento, el Reino Unido dicta el primer confinamiento por el coronavirus. La desafortunada coincidencia ralentiza las ventas online de Sur Chocolates: el sistema de correo, del cual dependía para enviar pedidos y comprar materia prima, había colapsado.
A pesar del revés, manejaron las expectativas de sus clientes, compraron un freezer para abastecerse de manteca, y se adaptaron a las demoras. Hasta que, en mayo, un artículo en el diario The Observer definió a sus alfajores como “la mejor golosina de chocolate”. La publicación disparó la demanda, de 15 pedidos semanales a 800 pedidos en ese solo día. “Nos posicionó en la categoría de chocolatería”, explican los fundadores.
María Romero, de 42 años, es pastelera y chocolatier, y está a cargo de la producción. Quilmeña, dio sus primeros pasos en Londres, donde trabajó en el hotel Savoy y en dos chocolaterías de alta gama, Artisan du Chocolat y Rococo, y continuó su carrera en el hotel Hilton, de Buenos Aires. Emanuel Ferrández, también de 42 años, es de Dudignac, provincia de Buenos Aires, y se encarga del marketing. Llegaron al Reino Unido en 2013.
Tras un breve retorno a la Argentina, se instalaron en la isla con sus dos hijos y el proyecto de emprender en chocolatería. Sabían que la oferta local era amplia y de calidad; por eso, eligieron distinguirse con el alfajor, un producto casi desconocido en el mercado británico. Crearon una versión diferente, apta para el gusto anglosajón y más cercana a la bombonería de corte que a la golosina de quiosco. “Le faltamos el respeto al alfajor clásico”, declaran (en referencia al tradicional alfajor con chocolate negro y dulce de leche).
Cada pieza es redonda y maciza. Al morderla, sus tapas se quiebran y revelan una masa suave y húmeda. Sabores inusuales (maracuyá con chile, lemon pie, menta fresca) conviven con clásicos argentinos (dulce de leche, malbec, yerba mate, chocotorta). Ácidos, dulces o picantes, los rellenos complementan la amargura del chocolate negro, la cremosidad del chocolate con leche, o la sutileza del chocolate blanco (provenientes de Perú, Ecuador, Venezuela y México). Los alfajores no están envueltos sino dispuestos en cajas metálicas, ilustradas con íconos de la cultura argentina y bautizadas con tangos famosos, como “Caminito” y “Cambalache”. Al abrirlas, el aroma a chocolate, vainilla o fruta, según el ejemplar a degustar, dispara una fiesta sensorial. Atraen, también, los colores y diseños que Romero crea a mano, individualmente, en la tapa superior de cada alfajor. “La chocolatería es clásica y seria. Pero nosotros queremos divertirnos”, afirman.
Sur Chocolates prepara ediciones especiales para cada ocasión. En Pascuas, idearon un alfajor con popping candy (pequeñas rocas de azúcar que explotan en la boca); para San Valentín, lanzaron el alfajor “Caliente”, con un toque de chile, que aporta picor y simula pasión; crearon, además, la edición “Océano”, rellena con caramelo y sal marina, para apoyar una expedición de mujeres navegantes. Este mes, para el Día del Padre, presentaron la caja “Cubana”, con los sabores Mojito, Cigarro Cubano y Guava, e ilustrada con imágenes del Che Guevara. “El concepto fue jugar con un ícono nacional, recrearlo y darle otro sentido”, explican.
Colonizadores de paladares
En enero último, otro artículo (esta vez, en BBC Travel) activó las ventas de Sur Chocolates en el resto del mundo. Pedidos de Japón, Emiratos Árabes, Canadá, Estados Unidos, y varios países de Europa inundaron su página web. Pero la concertación del Brexit aumentó los costos de envío a la Unión Europea un 25%, e incrementó el precio del cartón, chocolate y otros insumos entre un 10% y 20%. Además, un nuevo confinamiento en Reino Unido detuvo la mayoría de los alfajores en la aduana. La contracara del revés fue que varios clientes empezaron a pedir alfajores durante el lockdown, para hacérselos llegar a amigos y familiares en diferentes puntos de la isla. Hoy, 75% de sus compradores es británico o europeo, y el nivel de recompra ronda el 50%. “Son, simplemente, la más deliciosa combinación de chocolate, relleno y masa, y tienen una forma inusual. Hay un lugar en el mercado para todo lo que sea sabroso e inesperado”, los describe Annalisa Barbieri, periodista inglesa y autora de la columna Notas de Chocolate.
Sur Chocolates recuperó la inversión inicial en moldes y maquinaria de producción (£12.000, unos US$17.000) en su primer año de operación. Por ser un negocio estacional, hubo meses con picos de 800 pedidos; pero, en promedio, las ventas saltaron de 15 a 300 órdenes mensuales en los últimos 12 meses. La firma produce hasta 4000 alfajores por mes y espera duplicar la cifra en los próximos dos años.
En facturación, estima un crecimiento de 10% este año. Apelará a clientes corporativos y explorará nuevos canales de distribución para seguir posicionándose como un producto gourmet. “Queremos hacerlo gradualmente. Estamos en una maratón”, aclaran los fundadores. No descartan abrir un local que, además de vender alfajores, exhiba colaboraciones con músicos, pintores y demás expresiones creativas.
¿Es un alfajor?
Una de las observaciones acerca de los alfajores Sur Chocolates, por parte de compradores argentinos con código postal en Reino Unido, es que dos tapas de chocolate rellenas con ganache de limón o gelatina de vino no constituyen un alfajor. Facundo Calabró, autor del blog Catador de Alfajores y el libro En Busca del Alfajor Perdido, opina que el consumidor argentino tiende al conservadurismo. “Es curioso, porque hasta los años 50, cuando uno decía ‘alfajor’ se pensaba en el santafesino (merengue, tapas de yema y dulce de leche)”, explica.
No fue hasta la década del 60, cuando Guaymallén comenzó a fabricar el ejemplar bañado con chocolate, que el estilo marplatense se volvió masivo. Así, agrega Calabró, los habitantes de ciudades sin tradición alfajorera -como Buenos Aires, y a diferencia de Córdoba, Tucumán, Salta o Mendoza- terminaron suponiendo que el único tipo de alfajor válido es el que circula actualmente en los quioscos.
De hecho, el primer alfajor data de siete u ocho siglos atrás, en el sur de España. Estaba hecho con miel, pan rallado, especias, frutos secos y almíbar, bastante lejos de la tradicional galleta bañada con chocolate y rellena con dulce de leche. “La mutación es inherente al alfajor, y es lo que explica su increíble vigencia”, remata Calabró.
Romero y Ferrandez se inspiran en el pasado, pero miran al futuro. Fue, tal vez, esa combinación de innovación, creatividad y radicalismo lo que atrajo al público británico a sus alfajores.
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