Argentinos en España: pusieron 60.000 euros y venden 2000 empanadas en un fin de semana
La historia del negocio comenzó en 2001; con otro nombre sigue ahora en España
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Hace dos décadas fue Carlos Ruiz quien se fue de la Argentina en medio de la crisis económico- financiera; se instaló en Miami y abrió un restaurante, El Almacén Argentino. En 2009 repitió la experiencia en Madrid, a donde se mudó por preferir el estilo de vida. La pandemia se sumó a una serie de situaciones complicadas y los cerró. Cedió la “idea” a su familia. Así nació hace poco más de un año Rosarina. La buena fama de su antecesor le dio impulso; cuenta con dos locales, un obrador y fabrica pastelería para una panadería.
Pablo Martorella, yerno de Ruiz, cuenta a LA NACION que con una inversión inicial de unos 60.000 euros -el monto está impactado por la pandemia que redujo fuerte el precio de los alquileres en Madrid- arrancaron.
Primero abrieron Sabor Porteño, a metros de Sol, era solo take away y la cuarentena los obligó a cerrar. “Los valores en esa zona son altísimos y sin turismo ni locales, no se pudo seguir. La pandemia nos mató”, cuenta. Él había llegado en 2019, poco antes de que se desatara el coronavirus, buscando una mejor calidad de vida para sus hijos. “Si fuera por mí, la Argentina es mi casa, pero para ellos quiero algo mejor”, enfatiza.
Los dos locales de Rosarina -que tienen excelentes comentarios en las redes sociales- están frente al estadio del Real Madrid, en el Paseo de la Castellana, y en San Sebastián de los Reyes, a 15 kilómetros de la capital española.
“La premisa con que nos manejamos es que son un ‘rinconcito argentino puro’; respetamos las tradiciones, las recetas, tratamos de llevar tanto al español como a los turistas una propuesta de nuestra cocina, como la de nuestras abuelas”, relata Martorella.
Esa “tradición” rige tanto para la pastelería -alfajores, facturas, tortas- como para los platos principales. Sí hicieron una concesión que es contar con menús diarios como sus pares locales. “Acá va el primero, segundo, postre y bebida -detalla-. Hay que tenerlo porque es a lo que están acostumbrados los españoles”.
Martorella afirma que la gastronomía argentina es “muy reconocida, ocupa un lugar importante” y añade que sobre esa idea deciden “respetar mucho las recetas. El que viene y conoce los sabores argentinos se encuentra con algo auténtico. Escuchamos ‘estas sí son empanadas argentinas’ y, desde el inicio, ese era el objetivo”.
Advierte que cada día es un “desafío” que los obliga a “evolucionar” porque “hay más competencia; entonces hay que poner más relleno, acentuar el sabor casero; tener productos de primera calidad”. En un fin de semana venden unas 2000 empanadas a un precio de 2,3 euros cada una.
“La pandemia y la cuarentena destruyó el sector gastronómico; los alquileres eran altísimos y no se podían sostener los locales. Hubo una caída muy pronunciada. Fue tal el daño que todavía los subsidios de empleo derivados de la pandemia continúan, ya que el empleo no se recuperó”, describe.
La recuperación de la inversión, apunta Martorella, depende de “muchos factores”, pero son claves que haya más turismo (un motor importante de la economía madrileña) y el retorno de los hinchas visitantes al estadio. “Son dos ítems que mueven mucho la aguja, que tienen que ver con la rentabilidad del negocio”.
El vigilante con azúcar encima es la factura preferida; es lo que “más gusta junto con el croissant que es más dulce que el francés”. El dulce de leche, señala, seduce más al público joven que “no tiene tantas barreras de la tradición y está dispuesto a romper el paradigma”. Lo que venden con ese dulce va, básicamente, a los argentinos y resto de latinos.
“Para que nos vaya cada vez mejor tratamos de que se sientan en su casa; hay buena atención, respetamos la calidad, compramos buenos productos, carne argentina de exportación, todo de primera”, finaliza. En los locales, además, se venden productos argentinos para llevar como yerbas, y galletas.
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