Andrés Hatum: “Con más líderes mujeres, el ambiente laboral sería mejor”
En su nuevo libro, Desactivar la bomba, combina la ficción con un caja de herramientas para identificar los líderes tóxicos
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Andrés Hatum, el profesor de la Escuela de Negocios de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT), acaba de publicar otro libro. La noticia, por repetida, tiene poco de novedad ya que su bibliografía incluye otros 17 títulos ya editados, aunque esta vez el autor dejó de lado sus tradicionales ensayos sobre management y liderazgo y debutó en el mundo de la ficción, con Desactivar la bomba, una original y divertida propuesta que combina una novela ambientada en el mundo corporativa con un test para identificar comportamientos tóxicos y una serie de estrategias para hacer frente a este tipo de jefes que termina contaminando a las organizaciones que conducen.
En diálogo con LA NACION, Hatum analiza por qué las organizaciones muchas veces potencian este tipo de liderazgo y anticipa cuáles son los cambios que se pueden venir en el mercado laboral y el mundo corporativa.
-¿Cómo se puede definir a tu nuevo libro? ¿Una novela? ¿Un libro de autoayuda para empleados desesperados?
-Es una novela vinculada al mundo corporativo, que incluye también una caja de herramientas. Este es un modelo que es nuevo para la Argentina pero que en Estados Unidos funciona muy bien, e incluye tests y una especie de explicación de lo que sucedió en la novela. Lo que mostramos en esta segunda parte es una matriz con los distintos tipos de liderazgo, y el foco puesto en lo que yo llamo el “jefechotismo”
-¿Y qué es ese concepto?
-Son los líderes que básicamente consideran la gente un activo descartable y terminan destruyendo los valores de la organización, con tres dimensiones posibles que tiene con el narcisismo la psicopatía y el líder abrasivo. Cuando un líder cubre los tres casilleros, es abrasivo, psicópata y narcisista, te encontrás con lo que yo llamo “jefechotistmo”.
-¿No es casi inevitable el narcisismo en este tipo de posiciones?
-Si, es casi inevitable y te diría que de hecho hecho un poco de narcisismo, es importante, El ego del líder porque necesita un poco esta autoestima. El tema es cuando la autoestima pasa a ser un narcisismo insuperable que es el peor pecado de un líder, porque mira a todos como si fueran esos enanitos de jardín, que estaban antes en las casa. Cuando esos “enanos” intentan crecer el líder narcisista les corta la cabeza porque no soporta que nadie le puede hacer sombra y eso hace que se termine rodeando de obsecuentes o estúpidos, lo que alimenta la psicopatía existe en las organizaciones. Es un fenómeno que existe en toda la sociedad, pero cuando más escalas en las organizaciones, la psicopatía es más fuerte y, según algunos estudios como el que hizo el profesor argentino Tomás Chamorro, que es un especialista en el tema, el nivel de psicopatía en las grandes empresas puede triplicar al promedio de la sociedad.
-¿Cómo influye la crisis? ¿Potencia los liderazgos tóxicos?
-Este tipo de liderazgos emergen y se sienten más en épocas de crisis, entre otras cosas, porque la gente no tiene escapatoria y no puede cambiar de trabajo. No queda otra que soportar a estos jefes. Y es importante precisar que hablo de jefes, y no de jefas. Hay muchas más líderes malas que mujeres líderes malas. Y de hecho estoy convencido que si hubiera más líderes mujeres, el ambiente laboral sería mucho mejor, entre otras cosas, porque tiene una inteligencia emocional muy superior.
-En la novela uno de los temas de disputa es el teletrabajo. ¿Es una tendencia que llegó para quedarse en la Argentina o vaticina un regreso más pronunciado a la oficina?
-En la novela el protagonista odia el trabajo híbrido y ama su oficina súper gigante, pero está claro que las nuevas generaciones que no quieren no quieren saber nada con volver a la oficina. El mal líder necesita controlar en la oficina, mientras el buen líder puede liderar a la distancia a través de la confianza. Las nuevas generaciones vienen recargadas e incluso miran al millennial como algo conservador en temas como el teletrabajo.
-¿Las empresas argentinas son conscientes del cambio?
-Durante mucho tiempo, las grandes empresas actuaron como si todo el mundo quisiera trabajar con ellos, pero hoy ya no es así. La gente más joven se inclina por proyectos más chicos, que les ofrecen más libertad, más flexibilidad. Hoy también se achicó la distancia entre lo que pasa afuera y lo que se ve acá, por más que la Argentina viva en una crisis económica casi permanente y entonces la movilidad laboral no sea tan grande. Los jóvenes llegan al mercado con otras competencias y capacidades y dicen: si esta empresa no me cierra, yo vendo mis servicios afuera. La pandemia cambió todo y les guste o no, las empresas argentinas, aún las más conservadores, están obligadas a cambiar algo de su paradigma y esa idea de ir a la oficina todo el tiempo.
-Esta mirada muchas veces es acompañada por una falta de compromiso. Es algo de lo que se acusa mucho a la generación, que les falta ponerse la camiseta ...
-Digamos que le falta como compromiso con esa camiseta. Se comprometen con ellos mismos y con el proyecto que les gusta entonces. Y a los que somos de otras generaciones, en un punto nos viene fenómeno, porque nos permite cuidarnos un poquito más de las empresas. En la medida en que la situación económica en la Argentina mejore, se va a acabar esa soberbia que tienen muchas organizaciones de pensar que porque tienen un nombre X, todo el nombre los va a venir a buscar para ir a trabajar ahí.
-También se habla mucho de que la inteligencia artificial va a camino a convertirse en el próximo CEO. ¿Es un escenario posible en un futuro más o menos cercano?
-Lo que estoy seguro es que en muchas empresas lo van a agrandar, porque van a sacarse de encima a estos jefes bestiales. Igual, estoy convencido que, al menos todavía, la inteligencia emocional no es reemplazable.
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