Al infinito y más allá: diez claves del boom espacial para las empresas
El resurgimiento que vive toda la industria vinculada con los viajes al espacio y la conquista de la Luna y Marte ofrece lecciones de liderazgo y oportunidades de negocios para el mundo corporativo
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Semanas atrás, mientras las redes estallaban con referencias a los supuestos ovnis avistados en distintos lugares del planeta, alguien recordó una famosa frase del escritor y científico inglés Arthur Clarke: “Hay dos posibilidades: o estamos solos en el universo o estamos acompañados. Ambas son igualmente estremecedoras”.
La “agenda ovni” siempre tiene poder para capturar la atención masiva hacia la temática espacial, pero no es la única. 2022 y 2023 son años con récord históricos de despegues, misiones y descubrimientos, muchos de ellos al borde de la ciencia ficción. A más de 50 años de la última visita humana a la Luna (la misión final Apolo tripulada fue el 19 de diciembre de 1972), en los próximos meses se conocerán los nombres de los cuatro astronautas que volverán a pisar suelo lunar, probablemente en 2025 (por ahora, todos los pasos previos del proyecto Artemis de la NASA se están cumpliendo con éxito).
Este año también despegará el cohete más poderoso jamás lanzado (el esperado Starship de Space X). “En las próximas semanas se va a realizar su prueba de vuelo orbital. Esta nave no solo es una pieza crítica para que la NASA vuelva a enviar astronautas a la Luna y para el proyecto de Musk de establecer una colonia en Marte, sino que en lo inmediato podrá revolucionar el negocio de los servicios desde el espacio debido a su capacidad de hasta 200 toneladas métricas, dependiendo de la órbita”, explica a LA NACION el economista Paulo Pascuini, investigador del IIEP de la UBA y experto en economía aeroespacial.
Aunque en términos proporcionales hoy el presupuesto de la NASA es un décimo del de la era Apolo (4% del PBI por entonces contra un 0,4% en la actualidad), “una nueva era espacial está entre nosotros, con docenas de unicornios alcanzando su ‘velocidad de escape’ y una feroz competencia entre superpotencias y startups”, sostuvo en su último reporte sectorial PayLoad, una de la mejores usinas de información sobre economía espacial.
El interés creciente por servicios satelitales que trajo la guerra entre Rusia y Ucrania y los proyectos para mitigar el cambio climático fueron dos de los motores que hicieron que, a pesar de la caída generalizada de los mercados en los últimos meses, el gasto en negocios vinculados al espacio creciera un 8% en 2022, involucrando ya a 60 países (la Argentina entre ellos) y miles de compañías.
Con un tamaño de la economía espacial estimado por el World Economic Forum en el orden de US$469.000 millones, este “Renacimiento Espacial” incluye un boom de cultura pop (nunca hubo tantas series y películas con esta temática) y también de libros de no ficción y de negocios, que intentan rescatar lecciones del mundo de los astronautas para el día a día de empresas. Lo que sigue es un viaje por la frontera de lo que algunos académicos llaman “pensamiento moonshot”: cómo aprovechar las enseñanzas de esta velocidad de cambio para la actividad privada.
1. Innovación de doble vía
Desde sus inicios en la década del 50, la investigación para llevar a cabo con éxito las misiones espaciales tuvo enormes “externalidades” sobre la economía en la Tierra. En el reciente libro The Smart Mission (aún no lanzado en castellano), que lleva como bajada “Las lecciones de la NASA para gestionar el conocimiento, la gente y los proyectos”, Edward Hoffman, quien fue el primer “manager de conocimiento” de la central espacial de EE.UU. cuenta cómo en la pandemia los expertos de la oficina estatal se abocaron a diseñar, con su metodología de innovación, un respirador que fue muy exitoso para mitigar los estragos del Covid. Pero en términos de impacto, tal vez la externalidad más grande hasta ahora haya sido la que describe el periodista Charles Fishman en su libro Un salto gigante: el actual boom digital se lo debemos a la “ley de Moore” que no se hubiera encendido (o lo hubiera hecho mucho más tarde) sin las compras de la NASA que por muchos años fue el único cliente de la naciente industria de transistores. “Es la visión que rescata el aporte estratégico estatal en los primeros pasos, como la de la economista Marian Mazzucato”, dice ahora a LA NACION Andrés López, economista de la UBA y coautor junto a Pasquini de varias investigaciones sobre la economía espacial en la Argentina.
2. Campeones de la resiliencia
Con la Unión Soviética en los inicios ganando el partido espacial por varios goles (primera nave al espacio, primer cohete tripulado, primer animal, etc), a mediados de los ‘60 había mucha ansiedad en los EE.UU. por dar vuelta el marcador con la llegada de humanos a la Luna. El 27 de enero de 1967 se hizo una “prueba de rutina”, supuestamente no peligrosa, para ultimar detalles del lanzamiento tripulado a la Luna que se haría un mes después. Pero algo (o varias cosas) salieron mal y la cabina del Apolo 1 se incendió en medio minuto. Sólo una hora y media después se pudieron sacar los cuerpos de los tres astronautas calcinados. Es difícil dimensionar la escala de esa tragedia: en los ‘60 los astronautas eran celebridades, la prueba estaba siendo televisada y se llegó a ver la cara desesperada de uno de los tripulantes tratando de abrir la escotilla. Pero a pesar del impacto enorme, en un caso de libro de resiliencia (la capacidad de sobrellevar una situación muy adversa y recuperar el equilibrio) los planes de la carrera lunar continuaron hasta la llegada en 1969. No es el único caso de estudio sobre “resiliencia extrema” que tiene la NASA: el otro es el de la explosión en vuelo del trasbordador Challenger, en enero de 1986, que congeló las actividades por más de dos años. Robert Springer, jefe de la tripulación Atlantis que estaba programada para salir después del Challenger, contó a LA NACION: “Tuvimos que revisar miles de protocolos, pero volvimos al ruedo”.
3. Nuevos temas
La agenda espacial se amplió enormemente en la última década, lo que multiplicó a la cantidad de jugadores interesados y negocios involucrados. Uno de los campos en plena explosión es el de la remoción de basura espacial: se calcula que hay más de 15.000 objetos en la órbita baja, que viajan a miles de kilómetros por hora y ya están dañando operaciones que son claves para muchos aspectos de la economía terrestre: GPS, transacciones financieras, monitoreo de clima, etc. Pero no es el único tema nuevo: hay desde proyectos de biotecnología en el espacio hasta startups de minería: en octubre de este año la NASA enviará una misión al famoso asteroide Pysche, una estructura de metal que a referencias de mercado podría valer billones de dólares.
4. Trabajo en equipo
Con más de 400.000 personas involucradas, el programa Apolo en los EE.UU. en los ‘60 fue la experiencia de trabajo en equipo más gigantesca y ambiciosa de la historia (el Canal de Panamá o las pirámides de Egipto demandaron trabajadores en órdenes de magnitud mucho menores, para tener una idea). “Todo en la carrera espacial se hace en proyectos colectivos, por lo cual cómo se forman los equipos y bajo qué reglas es un aspecto muy crítico para tener éxito con las misiones”, cuenta Hoffman en su libro. Allí aboga por una “transparencia radical” en la comunicación, algo que no es tan sencillo porque muchas iniciativas involucran a varios países asociados y hay secretos de Estado. “Al final del día, más allá de la mística, lo que hace la diferencia es la gente, que se queda o se va de acuerdo a cómo se lleva con su equipo. En la NASA desde hace décadas se pondera el valor de elegir buenos líderes y el costo de dejar en su lugar a los tóxicos”, apunta Hoffman.
5. El relato y las celebridades
Y hablando de mística, todos los libros que vinculan la epopeya del espacio con el mundo empresario hacen mucho énfasis en la centralidad del relato (“storytelling”) para mantener la maquinaria andando a velocidad. Buena parte del boom espacial actual se explica porque los empresarios más ricos del mundo que promueven iniciativas para este sector (Musk, Jeff Bezos de Amazon y Blue Origin, Richard Branson de Virgin Galactic, etc.) crecieron con pósteres de la misión Apolo en sus habitaciones. Uno de los grandes hitos que se esperan para 2023 es el anuncio de los cuatro astronautas que irán a la Luna con la misión Artemis en 2024 o 2025, que se descuenta que se conviertan al instante en celebridades como en su momento lo fueron John Glenn o Alan Shepard.
6. Escala propicia para nuevos jugadores
Durante décadas, el tablero espacial fue dominado por dos partes: los EE.UU. y la Unión Soviética. Con el fin de la Guerra Fría y la aceleración del proceso de cambio, que hace que muchas tecnologías bajen de precio de manera exponencial, se multiplicaron los jugadores. “El ámbito espacial ha sido tradicionalmente dominado por grandes empresas y agencias gubernamentales, pero en los últimos años ha surgido un número creciente de startups que están innovando en el sector, en muchos casos, a partir de talento argentino”, cuenta a LA NACION el emprendedor espacial Marcos Bruno, cofundador y CTO de Merovingian Data. Compañías como Satellogic, LIA Aerospace, Skyloom, TLON Space e Innova Space son solo algunas de las iniciativas de argentinos que están impulsando la innovación en el sector espacial con sus desarrollos de satélites, lanzadores, comunicación y propulsión.
7. Sustentabilidad y cambio climático
En Europa y los EE.UU. la agenda de clima pegó un salto grande en el último año, a medida que se va sumando evidencia sobre la gravedad de la situación. La interrelación con la carrera espacial es estrecha: parte de la mística de lograr colonias estables en Marte u otros planetas tiene que ver con el convencimiento de que a mediano y largo plazo no sobreviviremos como “especie mono-planetaria”. Parte de los nuevos temas y negocios tienen que ver con esta frontera, como el de la prioridad de generar menos basura espacial (Starship, la meganave de Space X, se promociona como el primer cohete reutilizable de la historia). Hay, sin embargo, un equilibrio frágil: un coro (creciente) de escépticos destaca que la solución de colonias fuera de la Tierra no será masiva en los tiempos que corren para el deterioro climático, y que conviene usar esos cuantiosos recursos para soluciones más realistas, como por ejemplo cuidar los océanos (sabemos menos de la superficie del fondo del Pacífico y del Atlántico que de la de Marte).
8. Líder integrador
Por la cantidad de variables y riesgos que aparecen en la aventura espacial, el contexto se parece a lo que los economistas ingleses John Kay y Mervin King describen como “incertidumbre radical” en su libro homónimo de 2020. ¿Qué ejemplo de cambio más gráfico de “cambio” existe que el de pasar de estar quieto a volar en 8 minutos a 25 veces la velocidad del sonido?, plantea el exastronauta Springer en una charla para 30 empresarios de América latina en el marco de la ExperienciaSet basada en NASA, un ciclo de capacitación en innovación en el centro Kennedy ideado por Jonathan Loidi y Julián González y que se repetirá en la última semana de abril de este año.
Entre simulacros de misiones a Marte, entrenamientos de astronautas y despegues en vivo, Springer destacó la importancia medular de un “líder integrador” para que las misiones, donde el factor de comunicación es clave: todo el diálogo entre la nave y el centro de operaciones está mediado por una sola persona, que debe saber al menos inglés y ruso. Es una figura emergente en la carrera espacial y en los negocios, para navegar en un océano de incertidumbre y de complejidad extrema.
9. No subestimar la cultura
En The Smart Mission, Hoffman y sus dos coautores cuentan que en la tragedia del Challenger los principales problemas no fueron ingenieriles sino de cultura organizacional: trabajo en silos, mala comunicación, gente que vio los problemas y no se animó a levantar la mano o no fue escuchada debidamente. “Los equipos más exitosos son los que construyen una cultura de comportamientos y prácticas que promueven la circulación de conocimiento, la apertura y la colaboración”, dice Hoffman. Después de la catástrofe del 86 hubo un quiebre: la NASA comenzó a combinar su excelencia en ciencia dura con el factor humano y los intangibles, que hoy marchan a la par.
10. Aprendizaje permanente
La complejidad y la velocidad de cambio seguirán aumentando, con lo cual el aprendizaje permanente en el margen, tanto a nivel individual como colectivo, seguirá siendo crucial en las misiones espaciales. “Sentite cómodo siendo ignorante”, sigue Hoffman. La NASA creó un sistema donde se incentiva a los empleados a ser honestos con los temas que no dominan y a buscar muy rápido y fácilmente la ayuda de un experto, que puede estar dentro de la organización o ser externo.
¿Será 2023 “el” año del espacio? Si googlean el término (o lo ponen en ChatGPT, para actualizarlo) se verá que el mismo título aparece para 2020, 2021 o 2022, lo que habla de un crecimiento acelerado de esta agenda, donde los lanzamientos en los últimos doce meses de igualan o superan a los acumulados en las siete décadas que lleva la carrera espacial. Cada vez más cerca de la “velocidad de escape” o de la proclama de “Al infinito y más allá” que alguna vez imaginaron los creativos de Pixar.
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