Adiós a la seda: Stella McCartney teje un nuevo camino para la industria de la moda
La diseñadora top (e hija del ex Beatle) siempre ha evitado el cuero, las pieles y las plumas en sus colecciones; ahora va aún más lejos con el desarrollo de una fibra artificial que reemplaza la tradicional tela y reduce el impacto ambiental
Piense en su remera favorita. Quizás sea suave y esté gastado, o ajustada y nueva. No importa cuál sea el estilo, es probable que la remera contenga poliéster, un elemento contaminante del ambiente que tarda 200 años en degradarse. Si no quiere que la remera termine en un basural, podría intentar traspasarla a lo largo de siete generaciones; quizás en dos generaciones estaría a la moda retro. Incluso entonces, cuando lave la prenda estará dejando caer microfibras sintéticas en los mares. Ahora piense en toda la gente del mundo haciendo lo mismo: los humanos consumen 80.000 millones de piezas de vestimenta al año. Así tendrá una noción de cómo la industria del vestido se ha convertido en una de las más contaminantes.
Son pensamientos como estos los que no dejan dormir por la noche a la diseñadora Stella McCartney. La vegetariana de toda la vida nunca usó cuero, pieles o plumas en sus productos, pese a las grandes ganancias que se pueden obtener con accesorios y ropa creada con esos materiales. Esa fue una postura radical cuando tuvo su primer gran puesto de trabajo, a la cabeza de la casa francesa Chloé, cuando sólo tenía 25 años, en 1997, antes de que la sustentabilidad fuera tema en la moda. Y mantuvo sus convicciones cuando, en 2001, lanzó su propia marca, en una asociación 50-50 con Kering, una de los dos conglomerados que son potencia de la moda europea. Dos años más tarde introdujo el algodón orgánico en la pasarela, lo que rápidamente evolucionó a sedas y lanas orgánicas, cachemira regenerada y poliéster reciclado. Hoy aproximadamente la mitad de cada colección se hace con materiales sustentables, algo que ninguna otra marca top puede sostener. "En lo que se refiere a sustentabilidad Stella supera ampliamente a los otros diseñadores de lujo" dice Nicole Rycroft, fundador y director de la organización sin fines de lucro Canopy.
Ahora mira hacia adelante nuevamente. Su más reciente emprendimiento es una colaboración con Bolt Threads, una nueva firma con ocho años de existencia que ha creado un producto llamado microsilk (microseda), que por medio de la bioingeniería logra emular la química y la resistencia de la verdadera seda creada por las arañas en la naturaleza. El material resultante será un triple triunfo si se puede producir a escala suficiente como para usarse en la moda: no se mata o daña insectos, implica un uso limitado de derivados del petróleo y fabricarlo no requiere recursos como tierra o agua.
Pero en vez de hacer morder el polvo a otros sellos, McCartney quiere que hagan lo mismo que ella. Sabe que al desarrollar y usar materiales benéficos para el medio ambiente en sus propias colecciones y hablando de ello puede hacer presión sobre la moda de lujo y toda la industria del vestido para que haga lo mismo. De últimas su meta es producir un cambio cultural real en el mundo.
Un mes después de acordar con Bolt en julio, McCartney sigue visiblemente exaltada. La diseñadora con base en Londres y su familia -el marido, Alasdhair Willis, el director creativo de la compañía de botas para lluvia Hunter, y sus cuatro hijos- están pasando sus vacaciones de verano en el pueblo de Long Island de Amagansett, Nueva York, en el complejo extenso propiedad de su padre, Paul McCartney, que es, por supuesto, el ex Beatle.
McCartney está vestida por completo con su sello, desde su campera verde oliva hasta sus sandalias de plataforma 100% de goma ecológica. Stella McCartney, la marca, es conocida por su mezcla particular de femenino y masculino, suave y duro. McCartney, la persona, no es diferente: nada afectada, con una calidez que desarma y un sentido del humor agudo que corta toda pretenciosidad. "No tendría ni cinco minutos de cosas que decir si esta fuera una entrevista sobre moda" me dice poco después de encontrarnos. "No puedo pensar en nada más aburrido", asegura.
Le gusta decir que la moda no es moderna. "Tengo gran respeto por la historia y el oficio de lo que hago" dice McCartney que, además de estudiar diseño de moda en Central Saint Martins, a los 16 años hizo una pasantía con el diseñador de lujo Christian Lacroix y otra más con el sastre de su padre en Savile Row. "Esa es la base de mi carrera, en ese formato por demás medieval, y me encanta. Pero la manera en que se hacen las cosas, las telas que se usan, no han cambiado en un siglo. ¡La seda se hace de la misma manera desde hace 6000 años! Hay resistencia a la innovación. No soy solo una diseñadora de moda. Soy empresaria. En algunos sentidos me siento más relacionada con arquitectos y diseñadores de productos".
McCartney no tiene muchas oportunidades de disfrutar de su pasión por la ciencia y la tecnología al hablar con periodistas de moda que "en su mayoría pensaban que era una idiota por ser diseñadora vegetariana", dice. "No me interesa proclamar la novedad por la novedad misma o ser la primera, eso no es lo que me motiva. Esto no tiene que ver con relaciones públicas. Mi intención es crear cambio real en una industria que lo necesita desesperadamente".
Evangelización
"En el comienzo éramos sólo unos tipos en una oficina llena de arañas, tratando de hacer seda" dice el científico y el CEO de Bolt Threads, Dan Widmaier.
La seda de araña es una de las sustancias más resistentes de la naturaleza, combinando la flexibilidad de la goma con la resistencia del acero y significativamente más resistente que la creada por gusanos de seda. No se necesita ser bio-ingeniero para entender que estas cualidades pueden atraer a fabricantes de todo, desde partes de máquinas hasta ropa, cualquier cosa que deba durar.
El problema: se necesita muchas arañas para producir suficientes filamentos para crear fibras. Las arañas vivas tienden a matarse unas a otras, lo que impide la producción en masa. La solución de Bolt, una versión sintética, molecularmente igual a la seda de araña, hecha de levadura genéticamente modificada fermentada en azúcar y agua.
Si funciona, el resultado podría ser tan revolucionario como el descubrimiento del nylon, la primera fibra artificial, por DuPont en la década de 1930, lo que llevó a los contaminantes a base de petróleo de hoy: Lycra, poliéster, Kevlar. "Estuvimos en modo secreto por aproximadamente cinco años", dice Widmaier, que fue cofundador de Bolt en 2009 con sus colegas científicos David Breslauer y Ethan Mirsky. "Es recién en los últimos dos años que reconocimos en qué estábamos trabajando".
La compañía con sede en el área de la bahía de San Francisco está en la delantera de un puñado de nuevas firmas de bio-ingeniería que están desarrollando textiles benéficos para el medio ambiente (incluyendo Spiber, de Japón, y Modern Meadow, en Brooklyn, que está creando un cuero bio-fabricado de la proteína colágeno). "Considerando la magnitud del problema de recursos que se evaporan, la cantidad de gente trabajando en cambiar el material que ponemos en nuestros cuerpos es chocantemente limitada", dice Widmaier.
La moda de salida rápida ofrece una oportunidad para la difusión más amplia de su evangelio. Cuando la muy exitosa colección de cápsulas de 2005 de McCartney para H&M -hecha con telas sustentables y orgánicas- se agotó rápidamente, la compañía con base en Suecia comenzó a introducir sus propias iniciativas de sustentabilidad. En 2014, H&M se asoció con McCartney y la organización de etiquetado de textiles internacional Ginetex para el sistema de etiquetado Clevercare, que educa a los consumidores en cómo reducir el impacto en el cuidado de la ropa -dos palabras: lavar menos- para poder tenerla más tiempo.
McCartney no tiene nada bueno que decir de otros diseñadores de lujo. No sabe de otros sellos que "hagan con su dinero lo que dicen" al modo en que lo hacen Eileen Fischer, Adidas y Patagonia. "Me siento orgullosa obviamente de que Stella McCartney sea la única casa de moda que trabaja así. Pero también estoy desilusionada".
La asociación 50-50 que negoció tempranamente con Kering, que es dueña por completo de sus otros 15 sellos de lujo, le da libertad para llevar adelante su misión. Stella McCartney actualmente tiene más de 700 empleados y 51 tiendas en todo el planeta, pero el ascenso del sello es a paso firme más que exponencial. Las súper estrellas de Kering son Gucci, Saint Laurent, y Bottega Veneta; sus ingresos sumados produjeron un crecimiento record de Kering en la primera mitad de 2017.
Gran parte de las ganancias de esos sellos provienen de los precios que pueden cobrar por productos como la cartera de pitón que Gucci vende a US$ 5900. (Gucci obtuvo 72% de sus ingresos de zapatos de cuero y accesorios en 2016 ), La cartera de mayor venta de McCartney, la Falabella, que se vende por US$ 1200, está hecha de cuero vegetariano y forrada con un nylon hecho de botellas recicladas.
Nuevas generaciones
A veces a McCartney le preocupa que por defender con tanta vehemencia el medio ambiente, pueda alejar a otros diseñadores de lujo asustándolos. "Nuestra industria, al igual que la mayoría, es muy competitiva. Por lo que si alguien es dueña de un área, como la sustentabilidad, ¿eso impide que otra gente quiera hacerlo? ¿Se convierte entonces en "demasiado Stella McCartney?" Tal actitud, dice, va en contra del objetivo de la innovación. "Este es un tiempo en que no se puede ser competitivo".
Por supuesto que la responsabilidad por la cuestión no se reduce a los diseñadores o las marcas de moda. "Los consumidores tienen que hacerse cargo" dice. "Tienen que aproximarse a la moda con la misma mentalidad holística que con los alimentos y la salud". Eso incluye aprender a cuidar adecuadamente de la ropa para extender su vida útil, leer las etiquetas (de modo tan crítico como lo harían con una lata de sopa) y cómo presionar a los fabricantes respecto del origen de los materiales. Y si las respuestas no son satisfactorias, presionar a las marcas para que cambien.
"Cuando las compañías vean un impacto en sus ganancias -dice Claire Bergkamp, jefa de sustentabilidad y comercio ético de Stella McCartney- la sustentabilidad no será adoptada brevemente, como manejo de riesgo o algo para apaciguar a los interesados, o una manera de seguir siendo relevantes. No es que las compañías recibirán un premio por adoptar la sustentabilidad, sino que recibirán castigo si no lo hacen. La industria del lujo comienza a advertirlo".
McCartney advierte que son mayormente los consumidores más jóvenes -los millennials y los de la generación Z- que me abordan en la calle "y me agradecen por ser la única diseñadora a la que le importan los animales y el planeta, por darles una alternativa" dice. "Me dicen que les encanta mi ropa y no es parte de la conversación si pueden pagarla. Lo que aprecian es lo que represento para ellos". Con 4,3 millones de seguidores en Instagram, McCartney se está conectando el público más joven, muchos de los cuales la consideran una estrella más grande que su padre. ¿Paul qué?.
Una obligación para toda la industria
Claire Bergkamp: “No es que las compañías de lujo recibirán un premio por adoptar la sustentabilidad, sino que recibirán un castigo si no lo hacen”
Innovación sustentable
Dan Widmaier: “Considerando la magnitud del problema, la cantidad de gente trabajando en cambiar el material es chocantemente limitado”
Traducción Gabriel Zadunaisky
Mary Kaye Schilling
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