Negocios: la empresa que cambió de rubro e hizo una revolución en la cocina
En 40 años llevan vendidas 30 millones de productos. En la última década invirtieron US$25 millones.
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Hace 40 años en Venado Tuerto, Santa Fe, en el fondo de una casa de familia nació la marca Essen. La de las ollas que consumen menos gas que las tradicionales y cocinan más rápido con fuego más bajo. Armando Yasci, quien era fundidor (oficio que aprendió en una fábrica de ollas de hierro) decidió producir con fundición de aluminio un material que, por aquellos años, se estaba poniendo de moda.
En Essen hoy trabajan 200 personas en la línea de producción y 370 en toda la empresa, que tiene 20.000 “emprendedores” entre la Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Perú y Estados Unidos.
En el nacimiento todo era artesanal. El proceso se hacía en tierra con la ayuda de una rudimentaria máquina para matar langostas que usaban en el campo (una suerte de “soplete manual”). Fundiciones Yasci fue el nombre original. Era una fábrica de quemadores de aluminio fundido para cocinas a gas. En los ’70 se convirtió en la empresa del ramo más grande e importante del país.
Los hijos de Armando y Teresa Yasci, Wilder e Ito, empezaron a buscar otros productos; querían algo independiente de las fábricas de cocina. Pasaban los años y no aparecía. En 1977 deciden usar “unos pesos ahorrados” para viajar a Estados Unidos y “explorar”. En Nueva York vieron una cacerola de aluminio fundido que trajeron al país y trataron de replicar en Santa Fe.
Desde la empresa cuentan que sólo tenían la experiencia del trabajo con aluminio, pero no sabían nada de cacerolas, de cómo pintarlas y menos de cómo venderlas. Empezaron por probar moldes para crear las piezas. Después de varios intentos, encontraron el apto. Fueron haciendo mejoras hasta lograr la pieza que les gustó.
La fábrica durante el día producía quemadores y, por la noche, se dedicaba al nuevo proyecto. Participan unas cinco personas. Recuerdan esos tiempos como años de “mucha adrenalina y pocos pesos”. Ninguno imaginaba que se estaba gestando una marca que se convertiría en un aspiracional para otras.
Essen vio la luz en 1980 con ocho modelos de cacerolas de distintos tamaños; en el primer semestre hicieron unas 200 unidades por mes; en el segundo, pasaron a 500. A los pocos años de salir al mercado, la fábrica abandonó los quemadores para volcarse de lleno a las ollas.
En 1986 alcanzaron las 20.000 unidades mensuales y comenzaron a aplicar recubrimientos antiadherentes en las biferas. En 40 años llevan vendidas 30 millones de productos.
FONDOS PROPIOS
La empresa siempre fue familiar y su fondeo depende de su propio capital; las inversiones fueron no sólo en la fábrica, sino en desarrollar su propio sistema de ventas. Cuando la capacidad de producción excedió la propiedad original –era 1992- se trasladaron al parque industrial La Victoria, a un predio de 43.000 metros cuadrados, con una planta industrial es de 13.000 metros cuadrados y un centro de distribución de 3.000 metros cuadrados.
En la actualidad Essen es la fábrica de cacerolas de aluminio fundido más grande del mundo; en las instalaciones originales funciona un museo donde todos los años pasan “cientos de nuevos emprendedores a revivir la historia”. Sus dueños aseguran que, desde 1980 a hoy, no dejaron “de invertir en el país ni un solo año”.
En la última década, destinaron US$25 millones y para este año calculan unos US$3 millones. Producen, en promedio, 600.000 unidades anuales. “Siempre fuimos fanáticos en la calidad de nuestro producto, a pesar de los vaivenes del negocio, nunca cambiamos eso, buscamos siempre tener el mejor producto. Somos fanáticos del detalle. Ocurrió que el producto fue mágico a la hora de cocinar y eso lo descubrimos después, de la mano de nuestras emprendedoras”, repasan y sostienen que sienten una “gran responsabilidad” por seguir siendo top of mind y “acompañar la evolución de la cocina”.
La elección del material, de un “producto ganador” y el “jugarnos el todo por las cacerolas, saliendo de la zona de confort del otro negocio que ya daba buenos resultados” son puntos que los empresarios consideran “claves”. A ese suman el “descubrir” el sistema de venta directa e “imaginar que podía ir con el nuevo producto; el social selling se potenció durante la pandemia”. Después se sumó la internacionalización.
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