Los rebusques de la clase media para sostener el consumo en la crisis: marcas más baratas y menos compras de algunos productos clave
El consumo cayó 13,8% en abril; las familias buscan sustitutos económicos en categorías de alimentos; crecen las marcas b y la línea propia de los supermercados
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Menos atún y más caballa. Más harina y menos postres. Más polenta y menos quesos blancos o yogur. La caída de los ingresos golpeó el bolsillo de los argentinos y derivó en un fuerte cambio de hábitos en las familias de clase media, que gastan menos en el supermercado y son mucho más selectivos a la hora de comprar.
En las grandes cadenas del sector y entre las empresas fabricantes describen un escenario de desplome en categorías no esenciales, migración hacia marcas más económicas o la sustitución de algunos productos por otros similares, pero más baratos. Son los reflejos de una sociedad acostumbrada a las crisis, que reacciona con lo que tiene a mano para intentar mantener su nivel de vida.
Con un 65% de inflación acumulada en el primer cuatrimestre, hay rubros puntuales que entran cada vez menos al carrito. Así lo reflejan los datos de la consultora Scentia, que muestra una caída interanual del 10% en las compras de atún, y un crecimiento inverso en las ventas de caballa. Lo mismo pasa con los dulces: caen snacks (4%), postres (3%) y alfajores (2,9%), y se vende más harina, levadura o manteca.
“Hoy la capacidad de compra está muy golpeada, y lo que vemos es el switch de categorías o la compra de rubros más baratos que los que se compraban antes”, explica Osvaldo Del Río, titular de Scentia. Según el analista, crecen las ventas en rubros como las conservas de tomate o la polenta, asociado a menos salidas a restaurantes y más comidas en el hogar.
Son las limitaciones que encuentran los bolsillos de la clase media, en tiempos de ajuste y recomposición de prioridades tras las subas en el precio de las naftas y las tarifas de los servicios públicos, que implicaron una mayor participación de estos rubros en el gasto mensual. Y cuando el bolsillo ajusta, vuelven los rebusques y la voluntad de achicarse para resignar lo menos posible.
Es el nuevo consumidor “explorador”, como lo define el economista experto en consumo Guillermo Oliveto. “Hoy lo que se busca es exprimir al máximo todo lo que la persona percibe que el sistema le da. Vuelve recorrer cada lugar buscando ofertas, promociones o combos. Todo está dando vueltas alrededor de perder lo menos posible para mantener la calidad de vida lo más que se pueda”, dice el analista en diálogo con LA NACION.
Con el desplome del 13,8% en abril, la mayor caída mensual en lo que va de 2024, el consumo en supermercados y autoservicios acumula un 7,2% a la baja en el primer cuatrimestre del año y siembra dudas sobre la recuperación en el corto plazo. Son números de Scentia, la consultora que registra la dinámica diaria. Los argentinos siguen yendo a comprar al súper con igual frecuencia, pero sus tickets promedio son cada vez más chicos.
Ese consumidor que busca “eficientizar y optimizar” cada peso que gasta también adoptó otros hábitos clásicos de momentos de crisis.
Además de empaques más grandes, que abaratan el precio por unidad del producto en cuestión, los consumidores miran cada vez más a las marcas económicas o las líneas propias de los supermercados. Según datos de Scentia, las marcas líderes en el primer trimestre de 2023 representaban en promedio el 60% de las compras, y en marzo esa participación cayó al 54,6%. Ese lugar fue ocupado por las marcas b y c (crecieron del 27,6% al 29,7%) y las propias de las cadenas (su participación subió del 12,4% al 15,6%).
“Hay que dividir la escena del consumo en dos grandes grupos. Lo que es de la mitad de la pirámide social para arriba, contemplando clase media y clase alta, lo que te dicen es que hay que aprender a comprar de nuevo. Y eso es estar atento a todo”, explica Oliveto, sobre un consumo de conveniencia que, por ejemplo, vuelve a mirar a los envases retornables para las bebidas.
“La clase baja y la población bajo la línea de pobreza siente que esto es una inundación sobre lo llovido y mojado, porque vienen mal hace mucho tiempo y ahora todo se puso mucho más difícil. Lo que se busca ahí es preservar la compra de alimentos, sin muchos pruritos”, explica el analista.
En las empresas del sector confirman “caídas fuertes en volúmenes de venta”, con pisos entre marzo y abril, y dinámicas diferentes entre categorías. “Los rubros más básicos se mantienen, pero las no esenciales cayeron a doble dígito, y algunos con hasta 30% o 40% con respecto al año pasado”, dicen a LA NACION desde una de las grandes fabricantes de alimentos, donde advierten que “la traslación fuerte hacia segundas o terceras marcas comenzó a notarse muy fuerte en abril, y en mayo continúa”.
Atún, galletitas pepas, vainillas, gaseosas, leche o papel higiénico son algunos de los rubros de mayor volumen de ventas en la línea de marca propia en Carrefour, explican en esa cadena. Ese crecimiento alcanzó un pico en abril, con casi un 30% de participación de esta marca dentro de las ventas totales del supermercado.
El escenario hacia adelante no enciende luces verdes para una pronta recuperación, con salarios que siguen golpeados (aumentaron 45,5% en el primer trimestre, con una inflación del 51,6%, según el Indec) y la actividad en baja, más allá de agresivas promociones que lanzan compañías para intentar recuperar ventas. “Vemos un consumo distinto del PBI, que podría estar impulsado por el agro y la energía. Hay que esperar al cuarto trimestre para estar un poco mejor, pero el mercado ya espera la revancha en 2025″, concluye Oliveto.
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