Mucho circo en una campaña desconectada del futuro
A solo 8 días de las PASO, la campaña electoral se asemeja a un elenco de candidatos y precandidatos en el escenario de un teatro semivacío, frente a espectadores que hablan entre ellos sin prestarles demasiada atención. De ahí que algunos hayan recurrido a ruidosas actitudes circenses, exabruptos o extravagancias para hacerse conocer a través de los medios y las redes sociales ante un electorado mayormente indiferente a sus voluntaristas consignas de manual.
Quizás más llamativo sea que la mayoría de aspirantes a ocupar una banca en el Congreso no mencione a la inflación crónica, como si fuera un detalle menor y no la principal causa del aumento de la pobreza. Ni tampoco qué economía visualizan para la etapa pospandemia que, según cómo se plantee políticamente, podría seguir dos rumbos opuestos: convertirse en una oportunidad para comenzar a revertir la decadencia productiva de décadas; o en el riesgo de desembocar en otra de las crisis recurrentes que caracterizan a la Argentina, con sus problemas estructurales de arrastre ahora agudizados por la pandemia.
A falta de una visión estratégica a futuro, los candidatos se refugian en el pasado y fraccionan arbitrariamente la historia del siglo XXI –y a veces de los últimos 50 años–, como si cada período de gobierno hubiera empezado desde cero. Más aún cuando los jóvenes sub-20, que integran el padrón electoral (entre ellos casi 850.000 de 16 y 17 años) no vivieron la crisis de 2001–2002 y crecieron con una inflación de dos dígitos anuales.
En este contexto, el presidente Alberto Fernandez introdujo el componente ideológico al afirmar que en las próximas elecciones “hay dos modelos de país en pugna”. Nada que ver con el eslogan “Argentina unida”, que silenciosamente fue desapareciendo de los spots oficiales y más bien sugería unidad detrás de un gobierno hegemónico. Tampoco con una construcción democrática, ni con el prometido y abandonado cierre de la grieta política.
Planteado en estos términos antagónicos, el esquema es comparable con las semifinales y finales del fútbol, donde el que gana sigue en carrera y el que pierde queda eliminado, lo cual anula la posibilidad de acuerdos políticos entre oficialismo y oposición. Como escribió el ex presidente uruguayo Julio María Sanguinetti esta semana en LA NACION, “si no se tienden puentes, la grieta se transforma en fractura”.
En definitiva, los votantes serán quienes determinen el peso político de las dos principales opciones electorales. El Frente de Todos, con su exceso de intervención del Estado, populismo, anticapitalismo, sintonía externa con regímenes autocráticos (China, Rusia) y dictaduras latinoamericanas (Cuba, Venezuela y Nicaragua). O Juntos por el Cambio, con su defensa de la democracia, los principios republicanos de división de poderes, la iniciativa privada, mejora de la calidad educativa, lucha contra el narcotráfico y mayor integración al mundo.
Todo parece indicar que el resultado de las PASO no marcará grandes diferencias que le permitan al oficialismo obtener en noviembre mayoría propia en Diputados. Según el politólogo Rosendo Fraga, el kirchnerismo no podrá cambiar la Constitución ni avanzar con su reforma judicial. Pero con mayoría y minoría separadas por poca distancia, la grieta implica un callejón sin salida para el futuro económico.
Mientras tanto, el Presidente y sus ministros se sumaron a la campaña electoral ante auditorios “aliados” y con sobreactuaciones que acentúan las contradicciones económicas dentro del FdT.
El Gobierno devaluó la celebración de la UIA, con el faltazo simultáneo de Alberto Fernández, el ministro Matías Kulfas y el gobernador Axel Kicillof al acto en una fábrica de José C. Paz. Allí, el secretario de Industria, Ariel Schale pronunció un discurso de una hora, dedicado más a elogiar el protagonismo del gabinete económico en la asistencia a actividades afectadas por el parate de la cuarentena, que el de los propios empresarios.
También habló de la necesidad de aumentar las exportaciones y la producción cárnica, justo cuando acaba de prorrogarse el polémico cepo al 50% de las ventas externas. Esta medida implica la pérdida de 200 millones de dólares mensuales, puestos de trabajo en frigoríficos y el desaliento de la producción ganadera, a cambio de contener el precio de los cortes más baratos hasta las elecciones de noviembre. Schale no reparó que en julio Uruguay exportó más carne que la Argentina. Ni que la industria frigorífica celebra su 144° aniversario, en conmemoración de la primera exportación por barco de carnes congeladas en 1877.
El activismo preelectoral lleva además a los funcionarios a cometer excesos de entusiasmo. Por caso, el secretario de Industria afirmó que las importaciones por US$6000 millones mensuales son una muestra de vitalidad económica, cuando en buena medida obedecen a un sobre estoqueo en prevención de una devaluación o mayores controles y no son sostenibles con el actual nivel de superávit comercial.
Del mismo modo, el ministro Martín Guzmán dijo en Córdoba que hay una recuperación sólida de la economía luego de pronosticar una suba de 8% en el PBI de 2021. El experimentado economista Carlos Leyba calificó esa postura como “optimismo retrospectivo”, ya que el PBI proyectado para 2022 implicará haber recuperado el nivel de 12 años atrás.
Hacia adelante, la agenda productiva tiene más títulos que contenidos. Otro tanto ocurre con la generación empleos formales en el sector privado, estancada desde hace una década. No por azar Daniel Funes de Rioja, titular de la UIA, sostuvo que el empleo en negro es competencia desleal para las industrias afectadas por una alta presión tributaria.
En su última clase tras 50 años como profesor en la UBA, el economista Bernardo Kosacoff habló esta semana de las lecciones del pasado para pensar en el futuro económico. Su diagnóstico es que deben crearse al menos 9 millones de puestos de trabajo de calidad y que, en la industria, los factores que desalientan la contratación de trabajadores a mediano plazo son la incertidumbre económica, los juicios (por despidos y/o ART) y la desactualización de los convenios colectivos.
A su vez, el perfil de la última década muestra que, sobre un total de 600.000 empresas argentinas, 60.000 emplean a 10 trabajadores o más; 6000 completaron procesos de innovación controlados por expertos; 600 realizan actividades de investigación y desarrollo (I+D) y sólo 60 explican el 80% de las inversiones privadas en I+D. Paralelamente, el número de empresas exportadoras de bienes se redujo de 14.444 en 2007 a poco más de 9000 en 2020, en tanto que la inversión extranjera directa (IED) cayó a US$748 millones en junio de este año, tras haber alcanzado picos de US$3500/4000 millones y la Argentina fue el país de Latinoamérica que menos IED recibió en los últimos 20 años, excepto Venezuela.
Kosacoff sostiene que las nuevas tecnologías serán grandes aliadas en la producción pospandemia, ya sea en el comercio electrónico, la industria 4.0, la digitalización y los servicios profesionales y culturales a distancia, dado que su adopción se aceleró durante la pandemia, pero 3 de cada 10 empresas no encuentran personal con habilidades duras y blandas para incorporar.
A futuro, propone una estrategia para insertar a la Argentina como proveedora de conocimiento, tecnología y valor agregado para exportar más y mejor, lo cual requiere superar falsos dilemas y mayor especialización productiva.
Nada de esto figura en la agenda política electoral, ni tampoco un plan de normalización macroeconómica para salir de la decadencia.
nestorscibona@gmail.com
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