Mostrar la realidad laboral del país, una de las grandes tareas del nuevo Indec
Se ha repetido que, en materia laboral, el primer lustro posterior a la crisis de fines del siglo XX fue extremadamente beneficioso para los trabajadores y para la sociedad en su conjunto. Quizás el detenimiento de la absorción de fuerza laboral y su retracción en los años recientes son aspectos preocupantes del acontecer socioeconómico actual. A grandes pinceladas: casi sin creación de empleo –apenas favorecido por su aumento en el sector estatal y por el mayor autoempleo– se terminó afectando el salario real.
Para mayor complicación, la fuente principal de esta información, la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), sufrió los efectos de una combinación preocupante: la manipulación y la impericia. En primer lugar hubo un impacto de las modificaciones hechas en los últimos años al marco de la muestra y a la población de referencia de los centros urbanos incluidos; esos cambios determinaron una dificultad para apreciar la disminución de la fuerza laboral en 2014 pese al descenso de la tasa de actividad (porcentaje de la población que trabaja o busca trabajar). Al respecto, una fuente complementaria del Indec –la EAHU, una encuesta que cubre el universo urbano del país– indica una disminución de la tasa de activos de 1,3 puntos porcentuales entre 2013 y 2015. Y la tasa de empleo, a su cayó casi un punto porcentual.
Hasta donde se conoce, el área de la EPH en el Indec, está en proceso de recomposición, habida cuenta de que los funcionarios que estuvieron a cargo hasta hace poco más de un mes no estuvieron dispuestos a realizar una transición ordenada. En esa área habrán de tener participación relevante algunas de las personas de mayor trayectoria en la actividad, que habían sido apartadas.
Entre las intrigas que deberán develarse hay algunas no menores. El volumen de la fuerza laboral (cantidad de trabajadores) que deriva de la encuesta, ¿describe fielmente la realidad? Como ejemplo puede mencionarse el insólito incremento de 250.000 trabajadores en el cuarto trimestre de 2008, luego de casi dos años de estancamiento de la cantidad de puestos y en simultáneo con las primeras medidas oficiales de protección contra los despidos y de estímulo a la demanda (autos, motos, heladeras, etcétera). Ese dato fue un misterio nunca aclarado.
Por su parte, la captación del nivel de ingresos de los trabajadores, ¿refleja adecuadamente las similitudes y las diferencias entre segmentos del mercado de trabajo? En los años recientes, por caso, se informó que los ingresos de los trabajadores precarios crecían a mucho mejor ritmo que el de los protegidos. Y eso genera no pocas dudas.
La tarea que les espera a los renovados equipos de la encuesta de hogares no es de poca importancia. Su tarea debe contribuir a mejorar el análisis de la realidad laboral que efectivamente tiene la Argentina.
Ante el modo en que impactaron los cambios en la EPH en virtud –aparentemente– de los resultados del Censo de Población de 2010, algunos especialistas han sugerido que se podía resolver el problema reestimando hacia "atrás" los valores originalmente publicados, a partir de los nuevos datos. Suponiendo que fuera una solución razonable, no deja de mantenerse la duda acerca de los eventuales cambios en la composición de la fuerza laboral.
Será necesario asegurarse de que los relevamientos y las compilaciones presentes sean hechos de la mejor manera y, al mismo tiempo, habrá que estructurar una tarea de revisión de las series de los últimos años para contar con bases de datos efectivamente comparables.
En términos más llanos: será necesario reconstruir las series de empleo por categoría ocupacional, por calidad del empleo asalariado, por rama de actividad, etcétera.
La coyuntura económica y política hace pensar que la situación sociolaboral atravesará situaciones críticas. Su conocimiento detallado será condición básica para actuar en consecuencia. Como en los aspectos macroeconómicos, es imposible gestionar el Estado sin estadísticas públicas adecuadas.
Ese es el desafío de las nuevas autoridades del Indec para las estadísticas ocupacionales y de ingresos. Luego de tener certeza de los niveles de ingreso de los hogares se podrá, por ejemplo, confluir con otros datos para volver a indagar sobre la intensidad de la pobreza y la indigencia. La clave pasa por la encuesta de hogares, que debe volver a constituir un eslabón esencial del conocimiento social y de la acción estatal. Es una tarea indelegable cuya perfección requiere plazos de concreción que quizás exceden las perentorias demandas actuales. Su adecuada articulación marcará el deseable éxito de la nueva gestión.
El autor es director del Ceped de la Univeridad de Buenos Aires e Investigador del Conicet
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