Monedas digitales de bancos centrales: ¿una solución o un nuevo problema para América Latina?
Al tiempo que la modernización de los sistemas financieros está en su apogeo, vale preguntarse si la meta hoy buscada es la correcta; qué aspectos desafiantes plantea uno de los instrumentos de lo cuales se habla y que Brasil se encamina a tener
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En un mundo cada vez más digitalizado, la carrera por modernizar los sistemas financieros está en pleno apogeo. Sin embargo, ¿estamos corriendo hacia una meta equivocada? Un reciente informe de Somos Innovación (SI) y la Fundación Internacional Bases arroja luz sobre los riesgos inherentes a las monedas digitales de bancos centrales (CBDC, por sus siglas en inglés), cuestionando si realmente son la panacea que muchos gobiernos creen.
Mientras Brasil se embarca en la ambiciosa tarea de lanzar su propia CBDC, el Drex, para fines de este año, con promesas de reducir costos operativos y aumentar la inclusión financiera, resulta importante detenernos y reflexionar. ¿Estamos realmente resolviendo problemas o creando otros nuevos?
El estudio de SI y Bases revela que la tan proclamada inclusión financiera universal a través de las CBDC podría ser una quimera. Las barreras tecnológicas y educativas existentes podrían, incluso, exacerbar la brecha digital, en lugar de cerrarla. Además, la simplificación de las transacciones viene con un precio oculto. Si bien las CBDC quizás sean capaces de agilizar ciertos procesos, también plantean nuevos desafíos en términos de costos de implementación y, más críticamente, en seguridad y privacidad.
El informe señala también cuáles son los riesgos para la estabilidad financiera. La introducción de CBDC podría desestabilizar el sistema bancario tradicional, afectando la oferta de crédito en la economía. ¿Cómo? La introducción de una CBDC podría desintermediar a los bancos comerciales y amenazar la división del trabajo en el sistema financiero. Imaginen un juego de jenga financiero, en el cual extraer una pieza (los depósitos bancarios tradicionales) hiciera tambalear toda la estructura.
En el debate sobre las CBDC es crucial reconocer que estas no solucionan ningún problema real que no esté ya siendo abordado de forma más eficiente por el sector privado.
En primer lugar, es importante entender que el dinero ya es mayoritariamente digital. Las transacciones electrónicas, las transferencias bancarias y los pagos con tarjeta son parte de nuestra vida cotidiana desde hace décadas. La digitalización del dinero no es una novedad que requiera la intervención de los bancos centrales.
Más aún, gracias a la constante innovación en el sector financiero, contamos con una amplia gama de herramientas Fintech, que están transformando la manera en que interactuamos con el dinero. Las billeteras virtuales, por ejemplo, han democratizado el acceso a servicios financieros, facilitando la bancarización de sectores tradicionalmente excluidos. Por otro lado, las criptomonedas como Bitcoin ofrecen alternativas descentralizadas que promueven la inclusión financiera a escala global, sin necesidad de intermediarios gubernamentales.
A diferencia de las criptomonedas descentralizadas, las CBDC otorgan a los gobiernos un control sin precedentes sobre las transacciones financieras de los ciudadanos. Los bancos centrales tendrían la capacidad no solo de depositar dinero directamente en las cuentas de las personas, sino también de restringir o impedir el gasto a voluntad. Esta capacidad de “frustrar” los pagos individuales es un poder que algunos funcionarios ya están ansiosos por ejercer.
El concepto mismo de una CBDC contradice el propósito fundamental de las monedas digitales descentralizadas como Bitcoin. Mientras que estas últimas se diseñaron para permitir transacciones sin la intervención de una autoridad central, las CBDC son, por definición, instrumentos de pago controlados centralmente por el gobierno. Este control centralizado plantea serios riesgos para la libertad económica y política. En última instancia, una CBDC completamente implementada otorgaría al gobierno un control total sobre el dinero que entra y sale de la cuenta de cada persona. Este nivel de control es incompatible con la libertad civil.
Para la Argentina, un país con una historia económica turbulenta, la adopción de una CBDC ciertamente abriría la caja de Pandora. Los riesgos de fuga de depósitos y la pérdida de seguridad y privacidad son particularmente preocupantes en nuestro contexto de fragilidad económica e institucional.
Y en cuanto al Drex brasileño recordemos lo que escribió recientemente Norbert Michel, experto financiero del Cato Institute: “Una CBDC es la herramienta perfecta para el partido comunista chino, y esa es exactamente la razón por la que todos los gobiernos no autocráticos deberían evitar crearlo”. ¿Lo sabrá Lula?
(*) El autor es presidente de la Fundación Internacional Bases y director ejecutivo de Somos Innovación
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