Misión imposible. El Gobierno quiere cobrarle a Cuba una millonaria deuda de los ‘70
La historia de Felipe Solá acaba de dar un giro curioso. El canciller tuvo sus primeros pasos en la política militando en la Juventud Peronista y cumplió un rol marginal durante el gobierno de Héctor Cámpora, inspirado por ideas de izquierda. Días atrás, Solá puso en marcha una tarea inesperada: cobrarle a Cuba una deuda millonaria que tiene con la Argentina desde los años ‘70, cuando él comenzaba a transitar los despachos públicos.
El trabajo tiene el aspecto de las cosas imposibles. Ya lo intentaron Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Néstor Kirchner y Mauricio Macri. Sus enviados reforzaron una conclusión que llevaban por anticipado: es muy difícil sacarle un dólar a una nación comunista que dispone malamente de ellos. Ahora será el turno de Alberto Fernández.
En enero pasado, Solá aprovechó la cumbre de la Celac en México para recordarle a Bruno Rodríguez Parrilla, su par cubano, la existencia de una acreencia a favor de la Argentina. El funcionario caribeño respondió con diplomacia clásica que tratarían el tema en reuniones siguientes este mismo año. La pandemia las impidió, pero los contactos siguieron de manera virtual.
La deuda de Cuba comenzó a formarse el 24 de agosto de 1973, cuando el presidente ya era Raúl Lastiri. Pero se trataba de una gestión de su antecesor Héctor J. Cámpora, alfil de Juan Domingo Perón. Su ministro de Economía, José Ber Gelbard, le había recomendado darle a Cuba una línea de crédito de US$600 millones para financiar la venta de tractores, maquinaria agrícola, camiones y vehículos Fiat 125, Renault 12, Ford Falcon, Ami 8 y Peugeot 404.
Para evitar los fracasos anteriores, Solá piensa en una oferta flexible que contemple inversiones argentinas en la isla y exportaciones. Las discusiones avanzan en la línea de vender tecnología local para aumentar la producción de cultivos.Las gestiones no pueden ser agresivas, entre otras cosas, por la relación de la vicepresidenta Cristina Kirchner con ese país, de quien se convirtió en visitante frecuente cuando iba a visitar a su hija Florencia, atendida el año pasado por sus médicos.
La historia de esas acreencias es tan lejana en el tiempo como presente en la tesorería pública. Obsesionado con las cuentas y recién llegado al poder, Néstor Kirchner le encargó a Rafael Bielsa que viajara a La Habana para iniciar las gestiones de cobranza.
El canciller aterrizó en octubre de 2003 y tuvo un diálogo efímero sobre el tema con Fidel Castro. Otra vez emergió la diplomacia cubana. Sonrisa mediante, le dijo: "Tú tienes que hablar con la gente que se ocupa de eso". Dos días después, Bielsa estaba negociando con Francisco Soberbón, presidente del Banco Central Cubano.
El canciller llevó una propuesta acordada con el ministro de Economía, Roberto Lavagna, que contemplaba aceptar tecnología para medicamentos y tratamiento de discapacidades, así como licitar en el mercado argentino bonos de deuda cubana que les permitieran a sus tenedores participar del turismo en el Caribe. Esta última era una idea del subsecretario de Asuntos Latinoamericanos, Eduardo Sguiglia, que además era economista.Bielsa intentó cobrar la deuda hasta el final de su gestión. Otra vez podrá ahora ver las discusiones desde adentro, dado que es el embajador argentino en Chile y Solá es su jefe en el organigrama. "Volver a empezar, como dice [Alejandro] Lerner", sentenció en una charla privada reciente cuando alguien le preguntó por la deuda cubana, según pudo saber LA NACION.
Antes de la gestión kirchnerista, entre enero y agosto de 1995, durante las presidencias de Carlos Menem, la Argentina había enviado a La Habana varias misiones para avanzar en la conciliación. El trabajo concluyó en un número el 25 de agosto de ese año: la deuda era de US$1278 millones, a los que se les aplicó la tasa Libor -de referencia en el mercado mayorista británico- más 1,5 puntos porcentuales. Así se llegó a los casi U$S2700 millones de Macri. Es un número que acepta la administración de Alberto Fernández, según la cual las acreencias con el caribe eran a marzo pasado de U$S1279 millones de capital -el cálculo de los ‘90-, a los que se suman otros US$1412 millones por los intereses. Representan, por caso, un 6% de la plata que la Argentina le debe al Fondo Monetario Internacional (FMI).
Marcos Peña, el jefe de Gabinete de Mauricio Macri, retomó la tarea. Cuando iba a viajar para discutir el tema, un huracán golpeó la isla y la misión se suspendió.
Kirchner y Macri tuvieron menos suerte que su antecesor Raúl Alfonsín en su atuendo de cobradores. Durante la presidencia del líder radical, Cuba hizo pagos por US$102 millones en 1988 y por US$98,6 millones al año siguiente.
Argentina for export
Los documentos del Banco Central revelan el plan exportador que comenzó con Cámpora, siguió con la dictadura y llegó hasta Raúl Alfonsín. Para noviembre de 1985 había al menos 13 convenios financieros entre el Banco Central argentino y países como China, El Salvador, Guatemala, Guinea, Guyana, Honduras, Nicaragua, Panamá, Perú, República Dominicana y Senegal. Todos son menores al préstamo a Cuba. Guinea Ecuatorial, por ejemplo, había obtenido US$5 millones para la adquisición de productos y servicios argentinos; Guinea, US$10 millones, Costa Rica, US$15 millones; República Dominicana, US$40 millones, y República Centroafricana, US$10 millones.
El destino es circular para Solá, que como canciller se hará cargo de la gestión de cobro que se originó por el plan exportador de Cámpora cuando él era secretario privado del vicecanciller Jorge Vázques. Pasaron más de 40 años.
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