Miremos con cariño a los “hermanos menores” que hay en el mundo
Si pregunto cuáles son las dos economías más importantes del mundo, cuál es la primera y cuál es la segunda, me responderán sin titubear: “Estados Unidos y China”, a la primera pregunta. Habría que ver qué responderían a la segunda. Lo más interesante de este diálogo es que hice trampa: no pregunté por el tamaño, sino por la importancia de las economías. Y quienes respondieron, automáticamente basaron sus contestaciones en el producto bruto interno (PBI) total de los respectivos países. Ahora bien, si tuviera que migrar, ¿cuánto de esto me serviría para adoptar la decisión correcta?
Al respecto, conversé con el economista australiano Sidney Herbert Wolstenholme (1914-1938), alumno y profesor en la Universidad de Sydney. Ostenta un peculiar récord en mi planilla de trabajo, integrada por algo más de 3200 economistas fallecidos. De menor a mayor edad al deceso, ocupa el segundo lugar. Perdió la vida a los 24 años, ahogado, al igual que Yehuda Grunfeld (a los 30 años), Evan Frank Mottran Durbin (42) y William Stanley Jevons (47).
–Usted de ocupó del stock de población en su país natal.
–Así es. A comienzos de 1936 los australianos se sorprendieron, al conocer que, en una lectura optimista de las tendencias de nacimientos y fallecimientos, para fines del siglo XX la población de Australia rondaría los 8 millones de habitantes (en 1936 eran 6,7 millones). Entonces, publiqué un ensayo titulado El futuro de la población australiana del cual, al decir de Dansie Thomas Sawkins, cualquier demógrafo, por más maduro y distinguido que fuera, se sentiría orgulloso.
–¿Qué dijo en dicho ensayo?
–Mostré que, sobre la base de las tasas de natalidad y mortalidad verificadas entre 1932 y 1934, en cualquiera de tres escenarios diferentes desde el punto de vista de la inmigración, la población de Australia declinaría hacia fines del siglo XX. También reiteré la amarga verdad de que una población constante implicaría el aumento sistemático de su edad promedio e, inevitablemente, menores tasas de reproducción.
–La realidad superó ampliamente todos esos pronósticos.
–En efecto. En 2000 vivían en Australia 19 millones de personas y en 2022, 26 millones. Lo cual, como siempre ocurre, solucionó algunos problemas y creó otros. Ejemplo: un país cuya población no crece, difícilmente enfrente problemas de vivienda, aunque tiene problemas crecientes con su sistema de seguridad social.
–Hace algunos días, el ministro de Economía de la Argentina, refiriéndose a Uruguay, habló del “hermano menor al que hay que cuidar”. La contestación no se hizo esperar porque, a la luz de los resultados económicos de la Argentina, no estamos en condiciones de cuidar a nadie.
–Pongamos a un lado lo despectivo u ofensivo de la afirmación, no porque no tenga importancia, sino para concentrarnos en la sustancia de la cuestión. Usted mencionó la cuestión de la elección de un país, en caso de tener que migrar. Al respecto, no da lo mismo ordenar a los países según el PBI total, que ordenarlos según el PBI por habitante. Permítame poner un ejemplo deportivo, para mostrar que esto no solamente ocurre con el PBI total de los países.
–Lo escucho.
–Tome la tabla de medallas de cualquier edición de los Juegos Olímpicos. ¿Cuál es el principal indicador que explica qué países encabezan dicha tabla? La población. Sorprendería que, por ejemplo, China lograra menos medallas que México. Dije el principal, pero no es el único. Porque algunos países invierten en deportes más que otros; por ejemplo, Cuba. Kenia es otro ejemplo de país que “produce” sobresalientes deportistas, aunque no sé si es producto de una inversión deliberada del Estado, o un fenómeno cultural.
–Olvidémonos, entonces, del PBI total de los países, y concentrémonos en el PBI por habitante.
–Tomemos las estimaciones del Banco Mundial referidas a 2021, en las cuales se tuvo el cuidado de convertir las estimaciones realizadas en moneda nacional, no por los tipos de cambio (¿cuál tomarían en la Argentina hoy?), sino por la equivalencia en términos de poder adquisitivo. Comencemos por los socios originales del Mercosur.
–Adelante.
–De menor a mayor, el PBI por habitante de Paraguay fue de 5900 dólares; el de Brasil, de 7500; el de la Argentina, de 10.600, y el de Uruguay, de 17.300 dólares. Toda estimación de este tipo está sujeta a dudas, pero los números son suficientemente nítidos como para que ustedes, argentinos, en esta materia no estén en condiciones de dictar cátedra.
–Pero, como estamos conversando a propósito de una hipotética migración, ¿qué ocurre en el resto del mundo?
–Bien. Prestémosle atención al PBI por habitantes de países “grandes”, o de aquellos que se miran con cariño, a la hora de hacer las valijas y partir. Siempre de menor a mayor y en dólares: Japón, 39.300; Alemania, 51.200; Canadá, 52.800; Australia, 60.400; Dinamarca, 68.000; Estados Unidos, 70.200 y Noruega, 89.200.
–¿Estos son los países de mayor PBI por habitante?
–No, tal como muestra el tope de la lista, ahora ordenada de mayor a menor y siempre en dólares. Mónaco, 234.300; Liechtenstein 157.800; Luxemburgo 133.600, e Irlanda, 100.200. ¿Sorprendido? Quienes quieren acelerar el crecimiento del PBI de los países, rara vez les prestan atención a los tres primeros casos, porque son casos que resultan de haber encontrado “nichos” que no necesitan mucho territorio para desarrollarse, y aprovechan ventajas impositivas o del funcionamiento de porciones de las oficinas administrativas de la Unión Europea.
–Gracias, jefe, ahora sé adónde direccionar mi atención.
–No tan rápido. El PBI por habitante es un promedio, que no está esperando a los inmigrantes en el aeropuerto. Ellos tienen que insertarse en la fuerza laboral, formal o informal, con ingresos generalmente apreciablemente inferiores al promedio. El Mundial de fútbol que se jugó en Qatar mostró un país en el que una ínfima minoría de la población nació allí y vive muy bien, con un panorama muy diferente en el caso de los inmigrantes.
–¿Por qué migraron, entonces?
–Porque las condiciones “inhumanas” que tienen que soportar en los países que los reciben son mucho mejores que las que existían en sus países de origen. Lo cual da una idea intuitiva de la distancia que, en términos de ingresos, existe entre los seres humanos, no solamente dentro del países, sino en la comparación internacional.
–La inmigración internacional muestra escenas dramáticas.
–Efectivamente. Seres humanos cruzando el Mediterráneo, luego de caminar cientos de kilómetros, o alcanzar la costa de Florida, en embarcaciones absolutamente precarias; otros que viajan –y muchos perecen– en el doble fondo, o doble techo, de los camiones. Todo, producto de la desesperación de los migrantes y de las barreras de entrada de los países receptores. No debemos ser duros con los líderes de estos últimos países, sino principalmente con los que manejan los países que expulsan población.
–Don Sidney, muchas gracias.