Miopía económica: cuando se deciden medidas sin analizar los efectos futuros
1. Miopía económica. Miopía es lo que sufren quienes pueden ver claramente los objetos cercanos, pero no logran percibir con precisión los que están a una distancia mayor. En términos económicos también existe la miopía, que impide ver con claridad las consecuencias futuras de las decisiones que se toman en el presente. La miopía económica no es un fenómeno singular de los gobiernos; afecta a todos los agentes de una economía en sus diferentes facetas, como consumidores, inversores y productores.
2. Corto o largo plazo. Muchas decisiones económicas obligan a sopesar las pérdidas a corto plazo y las ganancias a largo plazo, o, por el contrario, las ganancias a corto plazo y las pérdidas en el largo plazo. Tomemos como ejemplo una reducción de impuestos hoy, que aumente el ingreso disponible y afecte positivamente a la actividad. A menos que se reduzca en la misma cuantía el nivel de gasto público, esto implicará un aumento del déficit y hará necesario subir los impuestos en el futuro. El impacto de corto plazo sobre los ciudadanos es incorporado como favorable, porque menos impuestos aumentan su ingreso, pero en el largo plazo deberán volver a aumentarlos. La política puede generar déficit sistemáticos, al menos hasta que el nivel de inflación o de deuda sea tan alto como para obligarlos a tomar medidas en dirección contraria.
3. Demanda agregada. Hasta la recesión que comenzó en 2018, la economía argentina tenía una particularidad: llevaba 7 años consecutivos en los cuales crecía en los años electorales y caía en los que no lo eran, una estrategia que tiene una clara mirada de corto plazo. Un crecimiento en los años impares impulsado por un aumento del gasto público o el fomento al consumo sin incremento de los stocks de oferta en la economía y sin sostenibilidad en lo fiscal, implicará que el año próximo será de contracción, o por lo menos, de menor crecimiento, porque el impulso no puede ser permanente mientras haya déficit, concretando la llegada de los famosos (aunque no deseables) años de ajuste. Si no hubiera un aumento de la inversión o de la productividad en paralelo, la economía ya habría alcanzado su máximo de producción, y el crecimiento de largo plazo se estancaría, generando distorsiones inflacionarias o de endeudamiento.
4. En la Argentina. La miopía económica rige en varios puntos de nuestra economía. El aumento permanente, del gasto público, haciéndolo insostenible desde 2009, llevó a que hoy no pueda haber políticas de gasto contracíclicas. El haber aumentado en la misma línea la presión tributaria desde comienzos del siglo, hasta dejarnos muy por encima de la región, hace que no haya margen para seguir subiéndola sin desalentar la inversión privada. El financiamiento monetario de los déficits deterioró el valor de la moneda y convivimos con una inflación que en el resto del mundo ya existe. Los reiterados defaults llevan a que hoy no podamos tomar deuda en el mercado internacional. La tasa de interés real negativa y la confiscación de ahorros derivó en la destrucción del ahorro local. La intervención en las estadísticas oficiales llevó a una pérdida de credibilidad y juicios. Las malas decisiones del pasado acotan el margen de acción en el presente.
5. Intertemporal. Los desbalances económicos anticipan épocas de ajustes, dado que la miopía fomenta la mirada de corto plazo por encima de la de largo plazo, un desafío que hay que estar dispuestos a superar.
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