Milei ya tiene a los empresarios para la liberación
Dos reuniones presidenciales con cuatro de los principales grupos empresarios del país marcan el rumbo del Gobierno en un sector que les trajo enormes problemas en el pasado a Cristina Kirchner y a Mauricio Macri; madura un nuevo juego de lealtades más allá de la ideología; las moléculas del gas y del petróleo juegan a favor del proyecto de Javier Milei
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Mediodía de entusiasmo en Casa de Gobierno. Paolo Rocca, de Techint, tomó la iniciativa para visitar a Javier Milei, pero no estuvo solo. Lo acompañaron Marcelo Mindlin (Pampa Energía) y Hugo Eurnekian, sobrino de Eduardo, exempleador del libertario durante sus años de trabajo en Corporación América. Ocurrió el 11 de junio pasado.
Los empresarios llenaron al Presidente de las cosas que más le gustan: números y conceptos sobre la marcha de Vaca Muerta, uno de los pocos negocios que funcionan decididamente bien en una economía que atraviesa todavía la parte más amarga del ajuste.
La inducción de los barones del petróleo tuvo sus frutos. Al cabo del encuentro, Milei le pidió a su jefe de Gabinete, Guillermo Francos, que organizara un viaje a Vaca Muerta, como le habían sugerido Rocca, Mindlin y Eurnekian. Se lo encomendó al presidente de YPF, Horacio Marín. Eurnekian tuvo, también, un rol destacado en la gestión. Es el origen de la visita de Milei a ese emirato patagónico, inmortalizada en una foto en la que se lo ve con mameluco de operario, rodeado por trabajadores de la empresa bajo control estatal y de varios empresarios del sector energético.
Son pocos los empresarios que llegan a reunirse a solas con Milei. A los nombres de Rocca, Mindlin y Eurnekian se le suma el de Eduardo Elsztain, que estuvo en el mismo lugar con el Presidente unos días antes para hablar de temas mineros. Elsztain es accionista de la minera Pan American Silver y anfitrión del denominado Foro Llao Llao, un pequeño Davos argentino. El Presidente coleccionó en la última edición de ese encuentro un aplauso cerrado proveniente de los más altos exponentes del sector privado argentino.
La compañía del empresariado no es de las cosas que más disfruta el Presidente. De hecho, está mucho más cómodo cuando habla con economistas. Prueba de eso es que los domingos de ópera por la tarde en Olivos tienen como figuras que se repiten a Juan Carlos de Pablo y a Miguel Boggiano. Las preferencias presidenciales le dan un valor mayor a sus escasos encuentros a solas con hombres de negocios.
El vínculo con el empresariado recala en gran medida en Guillermo Francos. El jefe de Gabinete conoce a todos y tiene la escucha de la diplomacia. Por su despacho pasó, por ejemplo, Marcos Bulgheroni, CEO de Pan American Energy, uno de los mayores grupos privados del país, quien también tiene intercambios cada vez que lo requiere con el ministro de Economía, Luis Caputo.
Francos y Caputo, a su vez, conforman un dueto de relación con el sector privado. Hace dos jueves, por ejemplo, se reunieron en el Salón de los Escudos de Casa Rosada con Jack Lundin, presidente de la minera que lleva su nombre, socia a su vez en el país del gigante BHP. Ambas invertirán cerca de US$1000 millones en San Juan.
Francos es también interlocutor de otros apellidos locales como Rubén Cherñajovsky y Luis Galli (Newsan), Juan Luis Donicelli (jefe en el país del negocio de cobre de Glencore, otro gigante internacional) o Matías Patanian (vice de Aeropuertos Argentina y de River), solo para mencionar algunos de muchos otros ejemplos.
La atención del Gobierno por los recursos naturales no es casual. Milei cree que el petróleo, y en menor medida la minería, pueden llegar a ser para él lo mismo que la soja resultó para Néstor Kirchner. Eso explica por qué le dedicó un espacio especial a tres de las figuras más fuertes de esa industria y proliferan en la agenda oficial encuentros con empresarios de esa extracción.
El Gobierno está haciendo otros deberes por su cuenta. Marín, un exejecutivo de Techint a cargo de YPF, llegará mañana por la madrugada a la India. Estará hasta el martes y tiene la expectativa de ver a algún ministro importante relacionado con la energía.
La actividad industrial en la India tiene dependencia del carbón, altamente contaminante. En la última convención del clima, el país asumió un fuerte compromiso para reducirlo. Es una hendija por la que puede pasar el sueño libertario. El presidente de YPF busca cerrar contratos de compra a futuro para exportar por barco el gas de Vaca Muerta. Una vez que los tenga, podrá ir a los bancos para pedirles que le presten el dinero para hacer una planta de licuefacción. Necesita US$30.000 millones. Por eso irá a buscar recursos a otros lugares, como Alemania. El objetivo es reemplazar a Rusia como proveedor en el corazón productivo de Europa.
El presidente de la petrolera bajo control estatal también irá a Arabia Saudita a ver a ejecutivos del gigante Aramco. Acompañará al ministro de Economía, Luis Caputo, que desde que arrancó el Gobierno busca fondos allí para fortalecer las reservas del Banco Central.
La Casa Rosada hace bien en ver de cerca la cuestión energética porque es determinante para el futuro de los gobiernos en la Argentina. Mauricio Macri sufrió el desgaste político del fuerte aumento de tarifas, algo que, según su propio diagnóstico, terminó restándole votos en la elección que perdió con Alberto Fernández.
Hay ejemplos aún más notorios. El sector energético fue el lastre del país en los años del kirchnerismo. La expresidenta Cristina Kirchner dilapidó los superávits gemelos que había heredado de su marido por su ruinosa política tarifaria en gas y electricidad. La Argentina, además, se convirtió en importador de petróleo y el Banco Central se vació de dólares para pagar la factura de lo que se compraba afuera porque no alcanzaba lo de adentro. Fue el origen del cepo cambiario.
Hay un episodio que resume mejor que ningún otro aquellos años en los que la economía vivió a los tumbos. El 27 de diciembre de 2011 por la noche, en la Quinta de Olivos, Cristina Kirchner se reunió con Sebastián Eskenazi, por entonces CEO de YPF. Eskenazi había comprado cuatro años antes a la española Repsol una parte de la mayor empresa industrial del país en una operación polémica y con el acompañamiento de Néstor Kirchner. Pese a que Petersen, la empresa familiar, tenía una porción minoritaria, manejaba la compañía.
La Presidenta le reprochó los números de las importaciones de energía, que en 2011 habían llegado al récord de US$9400 millones. Cristina Kirchner le pidió a Eskenazi que dejara de distribuir dividendos al exterior y comenzara a invertirlos en la exploración y producción de petróleo y de gas. El empresario lo rechazó: debía seguir repartiendo ganancias para cumplir el acuerdo con Repsol, la socia mayoritaria, y pagarles a los bancos que le habían prestado el dinero. Cuatro meses después, Cristina Kirchner ordenó reestatizar la empresa.
Puesto en una breve perspectiva histórica, las moléculas de hidrocarburos están jugando ahora a favor de Javier Milei. Si el kirchnerismo tuvo en términos políticos a “los pibes para la liberación”, como cantaba en cada acto la juventud que apoyaba a la expresidenta, se podría decir que Rocca, Mindlin, Eurnekian y muchos otros petroleros son los empresarios para la liberación de Milei. No política, sino económica: la liberación del cepo cambiario, del déficit comercial y del desequilibrio de las cuentas nacionales.
Hay números que sostienen la expectativa del Gobierno y son los suficientemente relevantes como para prestarles mucha atención. Este año, la Argentina tendrá un superávit comercial energético de US$6000 millones, según estimaciones de Nicolás Gadano, economista jefe de la consultora Empiria y experto en el sector. Es una bendición económica en un país que sufre como casi ninguno la escasez de dólares. Y se espera que en 2025 esa cifra aumente hasta los US$9999 millones. Este 2024 será el primero de los últimos 14 años en los que la Argentina tendrá un saldo a favor en ese rubro tan gravitante.
El crecimiento explosivo de Vaca Muerta, que arrancó con Cristina Kirchner, pero ahora alcanza niveles récord, le permitirá al país también dejar de lado engorrosos problemas de gestión. A fines del último mayo, una desinteligencia entre la Argentina, Petrobras, el Banco Nación y una entidad alemana derivó en demoras en la descarga de gas importado por barco que generó una crisis. Centeneras de empresas y estaciones de GNC se quedaron sin suministro.
La empresa estatal Enarsa ajustó los calendarios para evitar que eso se repitiera, pero se encontró con otra evidencia: es víctima de los caprichos de la temperatura, algo que se traduce en dinero. En los últimos tres meses, hubo ocasiones en que los barcos que traían GNL se amontonaban en el Río de La Plata porque el producto no hacía falta. A veces, se puede ver desde Pocitos (Montevideo) el espectáculo de luces sobre el agua que muestran los buques que están esperando en la denominada zona Charly.
Pero luego vuelve a ser necesario traer gas de afuera. Enarsa licitó a fines de esta semana dos barcos más para septiembre y octubre que se usarán para generar electricidad. El aumento de la producción local debería simplificar esas peripecias.
La Argentina se prepara para desandar en los próximos meses un camino al que la condujo la crisis de las últimas dos décadas. En octubre, dejará oficialmente de traer gas de Bolivia, una dependencia que se incrementó de la mano de la caída de la producción primaria local y la comunión ideológica entre el kirchnerismo y el gobierno de Evo Morales.
El episodio muestra también las nuevas afinidades de época. Si el divorcio energético con Bolivia trae alguna dificultad, el Gobierno le pedirá ayuda a Chile para quedarse con una parte del gas por barco que llega al puerto trasandino de Mejillones.
Aunque Milei es liberal y Boric se presenta como socialista, las segundas líneas de ambos países encontraron comprensión recíproca para resolver problemas cotidianos. Algunos funcionarios argentinos, de hecho, trabajaron para que ese país fuese el terreno para la firma de un memorándum entre Milei y Lula con vistas a exportar gas a Brasil. En ese caso, las diferencias ideológicas fueron más fuertes, pero el convenio podría descender al nivel de los ministros, o secretarios de Estado de ambos países. Lula tiene motivos para pedirle una tregua a su propio libro rojo imaginario.
Desde principios de año, los empresarios del sur de Brasil buscan cerrar una alianza con la Argentina para comprar el gas de Vaca Muerta. Hay razones para pensar que el principal socio comercial del país quiere dejar de ser un espectador del negocio para comenzar a formar parte de él.
Fuentes del sector petrolero aseguran que personas que hablaban en nombre de la petrolera estatal Petrobras intentaron averiguar en los últimos días sobre las alternativas para comprar activos de exploración y producción de hidrocarburos en la Patagonia. Sería un retorno completamente inesperado.
Petrobras llegó al país envuelta en las críticas del empresariado argentino tras los coletazos de la crisis de 2001. En julio del año siguiente, la familia Perez Companc anunció que le vendería su emblemático negocio petrolero a la empresa brasileña. Pero esta última, que intentó de distintas maneras hacer pie en el país, no pudo contra la caótica política energética del kirchnerismo y sus propios problemas en sus cuarteles centrales.
En 2016, vendió sus activos en la Argentina. Aprovechó la oportunidad Pampa Energía, de Marcelo Mindlin, que tuvo un crecimiento exponencial en el negocio, al igual que Tecpetrol, del grupo que maneja Rocca. Sus inversiones petroleras les permiten a ambos sentarse en la mesa virtual de los empresarios que pueden empezar a liberar al país del lastre cuyos primeros destellos comenzaron a verse al final del gobierno de Fernando De La Rúa. El sector energético está jugando a favor de los nostálgicos de los años 90, cuando no existían esos problemas.