Milei hizo hasta ahora el ajuste más grande en al menos 65 años
Un estudio de la Fundación Mediterránea indica que el resultado fiscal positivo fue más difícil de lograr porque, a diferencia de lo que ocurrió en otros procesos históricos, se hizo mientras también caía la recaudación
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Ni el Plan Austral, ni la devaluación de Eduardo Duhalde y ni siquiera la de Krieger Vasena durante la presidencia de Juan Carlos Onganía: el ajuste que lleva adelante Javier Milei es hasta ahora el más grande en por lo menos 65 años. Así lo indica un trabajo del Ieral, instituto de la Fundación Mediterránea, elaborado por su vicepresidente, el economista Marcelo Capello, que especifica además que, de los nueve años con mejores resultados fiscales que tuvo la Argentina desde entonces, este resultó el del esfuerzo más arduo: tuvo la reducción del gasto más pronunciada y, al mismo tiempo, fue el único que lo hizo mientras caían los ingresos como porcentaje del PBI. Dicho en otras palabras, Milei ajustó incluso en medio de la crisis.
Capello hace una recorrida por la historia y se detiene en los años de números fiscales positivos. No fueron muchos: la Argentina es gastadora. En 1967, por ejemplo, Krieger Vasena logró una mejora de 1,5 puntos porcentuales del PBI a pesar de haber expandido el gasto en 0,8 puntos. Lo consiguió gracias a que los ingresos totales subían al mismo tiempo 2,3 puntos. La clave de ese logro, el primero de la serie analizada, estuvo en el principio del proceso: no bien asumió, el 2 de enero de ese año, el ministro devaluó 40% la moneda, aplicó retenciones a las exportaciones y, así, le permitió al Estado quedarse con la renta extraordinaria de la depreciación. Algo parecido, pero con distinto método, le pasó a Juan Sourrouille en 1985 con el plan Austral. El programa alfonsinista, que se lanzó el 14 de junio de ese año e incluía desde un ajuste de las cuentas fiscales, la renegociación de la deuda, una reforma monetaria y el congelamiento de precios, salarios y tarifas, terminó con 4,6 puntos porcentuales de mejora a pesar de que el gasto había subido 1,6 puntos. Una vez más, la clave estuvo en la recaudación, que subió 6,2 puntos sobre el PBI. Lo de Milei, en cambio, fue mucho más complicado: ahorró nada menos que 5,6 puntos porcentuales mientras los ingresos caían 0,8. Todo cuesta arriba.
“Ajuste fiscal: o mais grande do mundo”, tituló Capello el slide que contenía la descripción de esos años, durante una presentación que hizo la semana pasada en Mendoza con el economista Ricardo Arriazu. La historia no ayuda. De los 54 años del período 1970-2023, exactamente 43 terminaron con déficit fiscal. Es decir, el 83% de ese tiempo en rojo. Hubo, por lo tanto, 9 años de superávit: uno vino con el Plan Austral, dos con la reforma del Estado y las privatizaciones de la Convertibilidad de Carlos Menem y Domingo Cavallo, y otros seis, por la licuación y el no pago de intereses de la deuda durante los mandatos de Duhalde y Kirchner. El trabajo hace incluso un corte más amplio, y agrega que, desde 1961 hasta hoy, sólo seis años muestran superávit fiscal y de cuenta corriente al mismo tiempo: los comprendidos entre 2003 y 2008. Es decir, apenas un 10% en casi seis décadas y media.
El país cubrió siempre este desfase con las típicas herramientas del indisciplinado fiscal, endeudamiento o emisión monetaria. Hasta el año pasado, la deuda argentina era del 88% del PBI. Ni hablar la inflación, que se instaló en los tres dígitos y, según los últimos registros del Indec, tenía en julio pasado un ritmo del 263,4% anual. Entre 1970 y 2023, dice el Ieral, el déficit del sector público nacional fue del 104%, y la inflación promedio anual, del 192% (o 235% si se excluyeran los 11 años del plan de Convertibilidad). La resultante de todo fue una mejora casi nula en las condiciones de vida de la población. En todo ese período, que incluyó tres defaults, la tasa de crecimiento anual del PBI per cápita de la Argentina fue de apenas 0,7 por ciento.
Son las consecuencias de gastar muy por arriba de lo que se produce, un hábito que no se corrigió con las crisis. Al contrario: en los últimos 20 años, después de la caída de la convertibilidad, se agravó. Según el informe del Ieral, si se incluye también a las provincias, el 76% del gasto entre 2003 y 2023 se fue en personal del Estado, que se llevó 3,4 puntos porcentuales del PBI; jubilaciones, 2,9 puntos, y subsidios económicos, 2,1 puntos.
Hay que repasar la serie y nómina de empleados públicos para entenderlo. En 2005, los trabajadores de los niveles nacional, provincial y municipal eran 2.582.665 y eso representaba un gasto de 8,4% del PBI. El año pasado ya llegaban a 3.874.509, un 11,6% del PBI. Es decir, durante casi dos décadas, mientras la población crecía apenas un 20%, los estatales se expandieron un 50%. La Argentina gasta en personal apenas por debajo de Brasil (12%), pero mucho más que Chile, Uruguay y Perú, donde se destina entre el 6 y el 7% del PBI a esos efectos.
Milei está obligado a corregir esos desequilibrios. Un informe del economista Nadin Argañaraz acaba de especificar que, desde que asumió, el Gobierno se desprendió de 30.936 empleos públicos, el equivalente al 9,1% de la dotación que el Estado tenía en diciembre del año pasado. Encabezan los despidos la administración central, el Correo, la Anses, el Conicet y AYSA. En porcentaje, las mayores caídas de plantilla se centran en el Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales (-58,5%), el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (-30,3%), el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (-29,7%), la Agencia Nacional de Discapacidad (-28,2%), el Enacom (-26,6%) y el Correo (-24,2%).
Motosierra y licuadora. ¿Pudo haberse ajustado sin alguna de las dos herramientas?, le preguntó LA NACION a Capello. “El ajuste necesario es tan grande, y tan importante era el desequilibrio el año pasado, que ninguna medida única podía solucionarlo, sino una conjunción de medidas y decisiones -contestó-. A partir de ahora se debería plantear mejorar la calidad del ajuste, pero sin perder el equilibrio fiscal. Lo deben entender también las fuerzas de la oposición”.
Los datos indican que el apretón fue drástico. El gasto público en los tres niveles -nacional, provincial y municipal- cayó en el primer semestre del año al 32% del PBI, un nivel idéntico al de 2007, muy por debajo de los picos de 2016 y 2020, cuando llegó al 47%. En 2004, no hace tanto, estaba en 27%. Fueron veinte puntos de aumento en 15 años. Una fiesta cara.
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