Milei en Mar del Plata: un paso apático frente a los empresarios y un teléfono que lo puso irascible
La visita del candidato más votado en las PASO había generado muchas expectativas; sin embargo, el libertario se ciñó a su libreto, no dialogó con nadie y no profundizó su plan
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MAR DEL PLATA.- Había expectativas en la pintoresca terraza de uno de los restaurantes más exclusivos de la ciudad. Invitados cuidadosamente elegidos, comida de Patricio Negro, el chef de moda en el balneario, y, por sobre todo, el candidato a presidente más votado en las PASO. Javier Milei llegó pasadas las 13.30 y un pequeño grupo de empresarios lo esperaba. Habló poco más de media hora, no se le escuchó ningún concepto nuevo, no aplicó el zoom para dar detalles de alguna política que piensa aplicar, prácticamente no saludó a nadie, y se fue. Tras su paso, dejó poco, o mejor, casi nada.
Así fue el raudo paso de Milei por Mar del Plata. Eso sí, fiel a su estilo, logró que durante el 59° Coloquio de IDEA se hablase tanto de Patricia Bullrich, que había conformado su participación, como de él, que siempre se rehusó a concurrir. De hecho, la “contracumbre”, como se denominó este almuerzo, dominó las conversaciones y hasta llegó a enfrentar a unos y otros, entre los que pensaban asistir y los que se mantenían fieles a IDEA y no quisieron prestarse al doble juego. Lo cierto es que mientras Bullrich redondeaba su participación, Milei llegaba a la suya en la terraza marplatense.
Pero el libertario y los suyos saben perfectamente que el camino que viene hasta el próximo mojón electoral no puede tener banquinazos. Ese objetivo de no cometer errores también llevó a que el candidato pierda naturalidad, frescura y capacidad de improvisar. De hecho, escucharlo fue como poner un podcast con sus palabras conocidas, con su discurso de economía política en donde repasa cifras, momentos históricos, golpea al Banco Central, refiere a la casta y arremete contra el “germen socialista” que introdujo, según él, Hipólito Yrigoyen. Jamás reparó en quiénes lo escuchaban.
El punto es que estaba en un escenario cómodo, acolchado, con invitados elegidos por Juan Nápoli, el candidato a senador que es el fundador de Banco de Valores (VALO) que organizó el encuentro hace meses. Era una verdadera atmósfera controlada. Entonces, en ese lugar, además de el qué le pasa a la Argentina se esperaba alguna referencia al cómo se van a enfrentar los problemas. Era un auditorio propicio para hacer zoom en alguna medida, desmenuzar aunque sea alguna pieza de su plan de gobierno para el caso de que sea electo presidente.
Pero Milei no les ofrendó nada. Apenas entregó un dato en referencia a Carolina Píparo, la candidata a gobernadora de Buenos Aires, cuando dijo “Ya está a tres puntos del soviético”, en referencia a Kicillof. Luego habló del Banco Central: “Hasta 1935 no hubo. Desde que tenemos el Central destrozamos cinco signos monetarios y pasamos dos hiperinflaciones sin guerras. Cuando no queda otra, recurren al ajuste pero no con una baja del gasto sino con una suba de impuestos”.
Luego volvió sobre los famosos 35 años para alcanzar los objetivos. “Abrazando las ideas de la libertad, en 15 años estaríamos a la altura de Italia, encima de España. La casta no quiere tomar el modelo porque son parte del problema”, dijo.
Finalmente enumeró el camino de las reformas “de primera generación”: reducción del Estado y de las regulaciones, baja del gasto, simplificación del sistema tributario, reforma laboral con seguro de desempleo como el de la construcción, abrir la economía mientras se hace una reforma monetaria para desembocar en la eliminación del Banco Central. “¿Robar está mal?”, preguntó. “Sí”, contestaron los pocos empresarios que llegaron al lugar. “El Banco Central es una estafa, un robo”, agregó.
Fue una media hora sin sorpresas. Milei había llegado acompañado por la comitiva que lo sigue y que encabezan Karina, su hermana, y Carlos Kikuchi, uno de los hombres de su confianza. Ya lo esperaba en la terraza del restaurant Furia, Carolina Píparo. Se hizo silencio cuando entró, no saludó a nadie y pasó raudo a una barra a la terraza donde lo esperaba Nápoli. “Gracias por venir a escuchar al próximo presidente de la Nación”, lo presentó el empresario.
No se detuvo en nada ni en nadie hasta que un inoportuno teléfono sonó. Su dueño pecó al no ponerlo en silencio y el aparato cantaba su melodía a todo volumen. Milei dejó de hablar: “Hola, hola”, dijo un par de veces, irascible. El propietario del aparato era Guillermo Ferraro, exdirector de KPMG Argentina y hasta ese momento postulado ministro de Infraestructura por La Libertad Avanza. Milei se corrió de foco, mientras el infortunado dueño del aparato no terminaba de darse cuenta de que lo que sonaba estaba en su bolsillo. Difícil de explicar, pero el libertario se tensionó, y claro, la terraza toda quería correr a apagar aquella alarma. Luego siguió. Más tarde, por la noche, se desató una tormenta para despegarse del inoportuno móvil. Algunos acusaron a Kikuchi, pero no quedó claro que el celular fuera de él.
Con el punto final de su discurso, devolvió el micrófono y se fue. No hubo saludos ni tampoco ningún gesto de empatía. Tampoco se dio esa masiva concurrencia con la que se especulaba. Muchos, que estaban invitados, optaron por quedarse en IDEA. De salida hubo apenas un intercambio con Gabriel Martino, el expresidente del HSBC, que trabajó en el espacio de Horacio Rodríguez Larreta en las PASO. “Vos jugaste con Larreta”, le dijo en tono desafiante: fueron las únicas palabras que pronunció más allá de su discurso. “Sí, es mi amigo”, le respondió Martino.
Tres hombres de espalda fornida, de esos de traje negro y cablecito retorcido detrás de la oreja, lo cuidaban. Abrieron paso y se fueron. En el restaurante todos volvieron a sus mesas. A disfrutar de la comida, lo único que tuvo sabor después del desabrido paso de Milei por Mar del Plata.
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