Mike Shatzkin: "Todo lo que pueda ser digital, dejará de ser físico"
El fundador y CEO de The Idea Logical Company cree que el libro digital se impondrá porque es más barato, fácil de conseguir y puede leerse con una sola mano
La pregunta no es si los libros electrónicos van a conquistar el mercado literario, sino cómo esto sucederá en cada país en particular. Así, por lo menos, opina el editor Mike Shatzkin, una de las voces más autorizadas en el debate sobre la evolución de la industria editorial hacia la era digital. "En algún momento, sea en cuatro, diez o quince años, todos vamos a estar en el mismo lugar, pero no vamos a llegar a él de la misma manera o a la misma velocidad", afirma.
El fenómeno de los libros electrónicos -explica- está "altamente diferenciado según países", llevando a que en algunos, como Estados Unidos, ya represente más de la mitad de la ficción, mientras que en otros, como la Argentina, casi no haya sucedido aún.
De visita en Buenos Aires para encabezar el seminario "Espacio Tendencias" que se realizó el 26 de abril como parte del programa de las charlas profesionales de la Feria del Libro, el fundador y CEO de The Idea Logical Company -una consultora que trabaja en temas estratégicos para editoriales y sus socios comerciales- habló con LA NACION sobre el advenimiento del libro electrónico y cómo esto cambiará a la industria editorial.
-¿Por qué varía tanto el desarrollo de los libros electrónicos según países?
-Porque las circunstancias son diferentes. En los Estados Unidos los libros electrónicos fueron impulsados por Amazon y Amazon fue posible (y se convirtió en el gigante que es hoy) porque tenemos 300 millones de personas y un único lenguaje, moneda y conjunto de leyes comerciales. Pero Amazon no es tan poderoso en otros lugares del mundo y, sin ese poder, los libros electrónicos no tienen el mismo impulso que tuvieron en los Estados Unidos y en Inglaterra. Otra cosa que es diferente es que estos libros se compran online con tarjeta de crédito; no pueden realmente adquirirse de otra manera. He aprendido que las tarjetas de crédito son un hábito norteamericano que no está tan extendido en otros lugares como lo está allí, donde tiene generaciones de antigüedad. Por lo que esa es otra pieza que tiene que caer en su sitio.
-¿Cómo cree que podría suceder en la Argentina?
-No sé qué sucederá en la Argentina, hay vías alternativas en las que podría ocurrir. Pienso que comienza con los dispositivos, por lo que creo que ese puede ser un índice a seguir: cuán rápido crecen las tabletas en el mercado. Ahora bien, también podría ser construido por los celulares.
-¿Cómo afecta a la industria el menor costo que tienen los libros electrónicos en relación con los impresos?
-Definitivamente, se refleja en el precio de venta. Pero creo que, más importante aún, se refleja en quién puede publicarlo. En el mundo impreso se requiere dinero para hacerlo, pero si no tienes una organización y llegada a las librerías, el dinero está desperdiciado. Este no es el caso en el mundo digital. Por lo que ahora no solo tendrás a cientos de miles de escritores individuales que publicarán por su cuenta, que es algo que ya está sucediendo, sino que también será cada diario, cada museo, cada firma de abogados: todo aquel que tiene una razón para poner material de lectura en manos de otra persona tendrá acceso a un mecanismo de publicación. Yo llamo a esto atomización. Significa que vamos a tener esta enorme dispersión en la toma de decisiones respecto de qué se publica y qué no, y no serán diez o cien veces más personas, sino miles de veces más entidades decidiendo qué publicar.
-Entonces, la industria editorial?
-Con el tiempo, la editorial será menos una industria y más una función. Una que será practicada por todos y no sólo por especialistas o dueños de los medios de distribución. Esto hará que los precios bajen, que sea más difícil para los editores ganarse la vida y más fácil para el resto ingresar en el juego. Es decir, se tornará más democrático y menos rentable.
-¿Qué cree que pasará con los libros impresos a futuro?
-Siempre que las personas quieran libros impresos, podrán tenerlos: los imprimimos. Pero creo que de aquí a 20 años será extraño usarlos. ¿Por qué querrías el peso adicional? ¿Por qué querrías matar a los árboles? Tenemos libros impresos porque eran la mejor manera; ya no lo son. Ahora bien, la gente cambia con el tiempo y no abandona los hábitos de una vida de forma instantánea. Pero, gradualmente, quienes leen libros impresos serán introducidos a las ventajas de los electrónicos (son más baratos, están siempre contigo, puedes leerlos con una sola mano y son más fáciles de conseguir) y responderán a ellas. Siempre habrá librerías, la diferencia es que ya no serán un canal lo suficientemente grande como para sustentar a la industria. Todo lo que puede ser digital, dejará de ser físico. Hay cosas que tienen que ser físicas -como la comida y la ropa-, pero todo lo que está orientado a la información o al contenido, tiene más sentido que sea digital.
-¿Cree que pasará con la industria editorial lo que está sucediendo con la musical?
-La industria musical tuvo un problema ligeramente diferente. Esta estalló porque la unidad de apreciación era la canción y la unidad de venta era el álbum. En el minuto en que la unidad de venta pudo ser la canción, las personas dejaron de comprar álbumes. En la industria editorial esto es casi verdad: en los libros de cocina, por ejemplo, la unidad de apreciación es la receta y la unidad de venta es el libro. Ahora bien, la novela no tiene este problema. La unidad de apreciación y de venta es la misma. Por esta razón, ella es más resistente a ser desbaratada del modo en que lo fue la industria musical, pero muchos otros libros están sujetos a esta negociación y, mientras el negocio se va recortando, las librerías sufren, lo que permanece en ellas sufre y es un ciclo vicioso, llevando a que cada vez se haga más pequeño.
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