Miguel Ángel Broda: "Probablemente el deterioro de expectativas haga que el programa de 'vamos viendo' tenga que cambiar"
Estudió Economía en la Universidad Católica Argentina (UCA), tiene un máster y un Ph.D por la Universidad de Chicago. Fue presidente de Broda, Domínguez, Econsult, Duff and Phelps Sociedad Calificadora de Riesgo; editor y director de Carta Económica y, actualmente, es director ejecutivo del Estudio Económico-Financiero Miguel A.M. Broda y Asociados. Además, fue profesor en la Universidad de Sao Paulo (Brasil), en la Universidad Nacional de La Plata y en la Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas (Eseade).
Miguel Ángel Broda (77) es uno de los economistas más escuchados en el mercado financiero, más allá de que nunca quiso ocupar un cargo público. Las consultoras económicas que fundó fueron un gran semillero de donde luego surgieron otros economistas de renombre, como Carlos Melconian y Rodolfo Santangelo.
-En las últimas semanas se profundizó el ambiente de pesimismo económico. ¿Se puede rescatar algún dato positivo? ¿Hay margen de maniobra para evitar un colapso?
-Siempre hay margen de maniobra. Alguna noticia optimista puede ser el inicio de las conversaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Pero el clima de negocios se ha hecho claramente más pesimista y eso tiene razón de ser: la recuperación económica se amesetó y el Gobierno, que dijo que iba a esbozar un programa con consistencia en la política fiscal, monetaria y cambiaria y en la de ingresos cuando reestructurara la deuda, al final no lo hizo. Después dijeron que iban a ser consistentes en las políticas macro con el presupuesto 2021, pero lo que presentaron fue un mamarracho. Lo que dice de financiamiento monetario es muy difícil de cumplir porque el déficit será mayor y porque se incluyen partidas de ingresos de casi imposible realización. Estamos en una época de enorme pesimismo, porque tenemos más Estado, más intervención, más cambio en las reglas de juego y más confrontación política; y, por otro lado, no tenemos ni coordinación entre los desequilibrios macros, ni entre el equipo económico y, obviamente, por ahora carecemos de un programa económico.
-¿Cree que el programa con el Fondo es lo único que hoy puede volver a fijar expectativas y generar confianza?
-No, creo que hay otras alternativas. El Fondo ya se dio cuenta de que la Argentina es insalvable. Obviamente vamos a postergar los pagos, pero de todas maneras, para hacerlo, algún programa hay que presentar. Pero no porque esté el Fondo cambiará la historia de la Argentina. Probablemente, el deterioro de las expectativas haga que el programa del "vamos viendo", "aguantemos hasta que llegue la soja de marzo", tenga que cambiar, nos haga salir del control de síntomas nada más y preocuparnos más por las causas. Me parece que el deterioro de las expectativas ha sido una alerta para el equipo económico. Veremos cómo reacciona. Cualquier medida cambiaria sola no resuelve este problema. Hay que hacer algunas medidas para estimular los cobros de las exportaciones, pero que estén dentro de un programa que cambie el clima de negocios y las expectativas pesimistas.
-¿Qué recomienda?
-Las reservas netas sin el oro y sin los derechos especiales de giro están en US$1000 millones; cayeron 85% en lo que va del año. Nosotros enfrentamos un fuerte estrés cambiario, pero el problema no es cambiario, sino que refleja una enorme incertidumbre en la cual, si el Gobierno hace todo bien, cuando se vaya tendrá el PBI de 2019. No se puede hacer política económica con el control de síntomas, ir viendo cómo cada cosa sucede y luego tener que corregirla porque no se descontó la reacción del sector privado. Cualquier cosa que se haga tiene que estar metida dentro de por lo menos una orientación de consistencia de hacia dónde vamos. En el corto plazo, el Gobierno puede recuperar este deterioro con un objetivo muy modesto. Pero este no es un gobierno que nos saque de la decadencia, es un gobierno que lo más que se le puede pedir es que nos saque de la cíclica recesión para que tengamos una lenta recuperación con relación al resto de los países del mundo.
-¿Cómo se llega así a marzo, cuando comienza la época de la cosecha gruesa?
-Hay que ver si abren las fronteras o no. Nosotros tenemos una gran demanda de formación de activos externos, que ha quedado reducida a un cuarto o un quinto con las medidas del 15 de septiembre. Después, tenemos restricciones muy importantes al pago de deuda, tenemos restricciones al pago de la tarjeta de crédito, pero no tenemos el déficit actual de viajes. Mientras estén cerradas las fronteras, el problema más bien es la disminución del cobro de exportaciones.
-¿Quién invertirá en las empresas argentinas luego de la medida del BCRA que las obliga a reestructurar sus deudas?
-Las empresas argentinas, dado el inexistente mercado de préstamos de capitales interno, se financiaron colocando obligaciones negociables o bonos en el exterior con préstamos sindicalizados. Ahora, esta restricción del Gobierno les ha complicado la vida. Algunas han podido cambiar crédito financiero por comercial, en el sentido de que todavía hay crédito comercial, prefinanciación de exportaciones. Otras van a tener que cumplir usando recursos que adquieran aquí con pesos o que tengan en el exterior, y algunas van a defaultear. La Argentina se ha caído del mundo financiero. Es una gota más que rebalsa. Tenemos un sistema que espanta al capital físico y humano. Es muy difícil de poderlo revertir, a menos que haya un programa muy serio que no se avizora. Porque, además, el líder para hacer este cambio tiene que tener condiciones de estadista y eso es algo que tampoco parece haber en el horizonte; no se ve nin en los actuales ni en los futuros líderes. Estamos en una trampa de decadencia de la que no podemos salir. Yo estoy más preocupado por el capital humano que se va. Australia y algunos países de Asia financian su déficit en cuenta corriente con la entrada de capitales y nosotros tenemos el proyecto [del impuesto a la riqueza de Carlos] Heller - Máximo [Kirchner] para ahuyentar todo lo máximo posible. La entrada de inversión extranjera directa es crucial porque cuando uno piensa en la Argentina de largo, piensa qué productividad, qué competitividad, qué inversión, qué capital humano, qué aumento de población y qué ganas de trabajar o qué tasa de participación tendrá esa población. Cuando uno mira para adelante, le corre un frío por la espalda.
-¿Qué impacto puede tener en la sociedad y hasta en los políticos que la pobreza supere al 40% de la población?
-Yo pensé que el golpe de la pandemia nos iba a hacer reaccionar y copiar lo que hicieron todos los demás países de la región. La Argentina es el único con desequilibrios e inconsistencias macroeconómicas que generan volatilidad, incertidumbre y huida de capitales. He perdido la fe. Es cierto que el número de desempleo y los de pobreza e indigencia deberían hacernos reaccionar, pero nuestra clase dirigente tiene una coraza a prueba de balas. Somos el único país que era rico en el mundo y se hizo pobre; único país que el PBI per cápita en los últimos 10 años cayó 12%. Sin embargo, no se ve reacción de los líderes, que son los que mandan. En otros países, que tienen ahorros fiscales y acceso al mercado local e internacional para atender los déficits fiscales crecientes, sus ministros se han reducido los salarios; nosotros no entendemos nada, así que no soy optimista a que el terrible número de pobreza nos haga reaccionar. Estamos comandados por la obsesión de la vicepresidenta de que el capitalismo se termina en el mundo y hay que ir a maximizar los pobres para que el populismo sea votado por esa gente. La tragedia de lo que vamos a ver no hace reaccionar a nuestros líderes.
-Hay analistas que piensan que, si el país toca fondo, tal vez pueda renacer, pero en 2001 sucedió una situación parecida y 20 años después sigue en crisis.
-No hay que confiar en que las crisis producen reacciones. Albert Einstein decía que la locura es hacer la misma cosa esperando obtener resultados distintos . Nosotros hacemos lo mismo que nos llevó a esta decadencia. Lo que tenemos que hacer es solo copiar lo que hicieron los colombianos, los peruanos, los chilenos, los uruguayos y, en menor medida, lo que hicieron en Brasil; no tenemos que inventar nada. Hoy es más fácil vender un proyecto de inversión para Paraguay que para la Argentina. Nos estamos cayendo del mundo y parece que lo disfrutáramos. No conozco macroeconomista que a propósito lograra los resultados de decadencia que logramos nosotros. El objetivo primario de la política económica de la Argentina es ser normal y no inventar nada. Eso todavía no ha perneado en nuestros líderes políticos, que eligen equipos económicos de acuerdo a su ideología y a la visión que tienen del mundo.
-¿Cree que por la actual situación se terminará en un desdoblamiento del tipo de cambio?
-El Gobierno intenta evitar la devaluación del dólar comercial, porque es cierto que esto es un castillo de naipes: usted saca uno y se cae todo. Pero el camino elegido, no deseado hoy, probablemente termine con un mercado dual. Es no deseado porque la historia muestra que, cuando hay mercados duales, siempre las expectativa indica que se devaluará y se llevará el dólar comercial al supuestamente libre. No es un camino inexorable, pero puede ser que sea lo más probable si continuamos con estos parches y con los controles de síntomas que vemos día a día. Es probable que se termine en un mercado dual, pero por ahora la prioridad principal del Gobierno es no devaluar el comercial.
-Al final, no ayudó con la idea de dejar un mensaje optimista en la entrevista...
-Nos queda poco tiempo, pero lo podemos aprovechar; estamos deteriorando el capital humano pero todavía tenemos. Tenemos también crecimiento de la población que nos hace crecer la mano de obra. Tenemos una ventana de una década y, claramente, yo tal vez no lo vea, pero normales nos vamos a hacer. No creo que la Argentina termine como Haití o Venezuela; hay una reacción importante. He encontrado talento peronista que piensa igual a lo que dije. Me da la sensación de que si hay una unión de todos los que están a la derecha de Cristina, tenemos solución. Yo veo una preocupación por la estabilidad, por reformas que no vi nunca. Antes, uno hablaba de un programa de estabilidad y de crecimiento y había 10 personas en la sala escuchando. Hoy, cuando uno habla de un programa de estabilidad y crecimiento, todo el mundo mira.
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