Mientras Alberto “solo trata de vivir”, en Davos cambia el mundo
Al tiempo que el Gobierno y la oposición se enfrascan en la politiquería doméstica, las principales potencias mundiales se adaptan al mayor cambio geopolítico en décadas
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“A diferencia de lo que escuché acá, yo veo el vaso medio lleno y no medio vacío en lo que respecta al futuro de América Latina. Trabajamos en la Argentina, México, Brasil y nunca han habido tantas oportunidades de negocio como ahora con los precios de los commodities”, comentaba Marcos Bulgheroni, CEO de la petrolera Panamerican Energy, sentado en primera fila, como oyente, en uno de los dos paneles del Foro de Davos (Suiza), dedicado a la región. “Dicho, esto –continuó–, me gustaría preguntarles a los expositores ¿Cuál sería una estrategia inteligente para un país o para la región como un todo, ante esta dicotomía que se nos impuso de ser amigos de China o de Estados Unidos?”.
Atentos a la pregunta de Bulgheroni estaban el escritor venezolano Moisés Naim, el periodista Thomas Friedman, el exministro de Economía de Chile Andrés Velasco y la exministra de Asuntos Exteriores de España Arancha González Laya. La inquietud del empresario petrolero refleja el debate que por estas horas domina los centros de poder mundiales. Mientras la política argentina sigue enfrascada –cada vez más– en internas, discurriendo sobre presentaciones musicales del presidente Alberto Fernández en actos partidarios sin otro fin que el de enviarle mensajes a su vicepresidenta, y el gabinete se envuelve en discusiones sobre controles de precios y retenciones, entre otras fórmulas fallidas para “tranquilizar” la efervescente macroeconomía, la invasión de Rusia a Ucrania está obligando al mundo a replantearse máximas hasta ahora indiscutibles. En los centros de poder mundial, los líderes de las potencias se preguntan si el mundo se “desglobaliza” y si inevitablemente se vuelve a un esquema de poder bipolar, ahora con Estados Unidos y China pujando por el liderazgo mundial.
El debate, que tiene a Europa como una de sus principales víctimas, plantea una oportunidad geopolítica y económica para la Argentina. No es sólo la disparada de los precios de las commodities –hoy el impacto más visible de la guerra– lo que en algún punto ilusiona a empresarios como Bulgheroni. Europa, por lo pronto, pareciera ser uno de los principales interesados en que el orden mundial siga siendo esencialmente multipolar, sobre todo, porque necesita abrirse al resto del globo para poder subsanar dos de los déficits que más la inquietan con la guerra en Ucrania: la escasez de alimentos y el incremento en el costo de la energía.
En su exposición en Davos, el foro que sabe reunir cada año a los líderes empresarios, políticos y sociales más relevantes del mundo, que tuvo lugar esta semana, después de dos años de ausencia por la pandemia, el canciller alemán, Olaf Scholz, fue directo: “Experimentamos un mundo multipolar, la bipolaridad de la guerra fría quedó atrás. Sé que se está hablando de desglobalización, eso por los cuellos de botella que se generaron en la pandemia, pero la multipolaridad funciona”, insistió ayer en su exposición. El canciller habló de la necesidad de avanzar en la transformación energética de la región, e incluso en avanzar en una mayor cooperación global. En tal sentido, hizo referencia a la invitación que Alemania cursó al gobierno de Alberto Fernández, para participar a fin de junio en la Cumbre del G7 en su país. “La Argentina ejerce la presidencia de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), y representa a países cuya contribución necesita el mundo”, dijo el líder alemán.
Las palabras de Scholz reflejan una necesidad. “La catástrofe alimentaria que viene”, escribió esta semana en su portada la revista The Economist, la biblia global de los negocios. La revista fue el comentario obligado en todas las conversaciones en Davos.
En este escenario, la posibilidad de que la Unión Europea como bloque busque desempolvar pronto el acuerdo de libre comercio que hacia el final del macrismo se selló con el Mercosur no parece una utopía. El economista Dante Sica cree que en 2023 habrá una oportunidad para ello. Por lo pronto, España asumirá la presidencia del Consejo de la Unión Europea, a mediados de 2023, y es el gobierno de Pedro Sánchez uno de los que más viene reclamando adentro del bloque por la falta de avances. El Mercosur, dice Sica, se posiciona como un potencial proveedor de alimentos, energía y minerales en tiempos de escasez mundial. Ya en las últimas semanas, de hecho, algunos países –España, entre ellos– pidieron al Consejo Europeo que flexibilice las normas de importación para poder comprar maíz a países como la Argentina. “En la región, una vez saldada la elección en Brasil, ya sea Lula o Bolsonaro, los dos están a favor del acuerdo Mercosur-Unión Europea. Así que el año que viene se da un momento propicio”, detalla Sica.
Más que nunca antes las miradas vuelven a posarse en la Cancillería argentina. Las oportunidades no suelen repetirse seguido. Para los pocos empresarios argentinos que este año participaron de Davos –hubo una presencia mínima– no pasó inadvertida la ausencia total de funcionarios argentinos. En cambio Brasil estuvo representado por su ministro de Economía, Paulo Guedes, quien aprovechó la oportunidad para volver a proponer la creación de una moneda conjunta con la Argentina, “el peso-real”.
Pero no es de extrañar. En el gobierno de Fernández no sólo la política económica es materia de conflicto en el Frente de Todos, tampoco termina de conformarse una postura coherente ante el mundo. Así como Fernández parece estar dispuesto a resistir los embates del kirchnerismo hacia su ministro Martín Guzmán, también parece estar dispuesto a resistir los reclamos del Instituto Patria por una mayor presencia china en los negocios locales. Ayer, en el Boletín Oficial se informó que, después de dos años, finalmente se destrabó el financiamiento chino por un total de US$4714 millones para las centrales hidroeléctricas “Néstor Kirchner” y “Jorge Cepernic”. Pero no correría la misma suerte la obra de Atucha III. Pese a los reclamos públicos del senador Oscar Parrilli, hacia el secretario de Planeamiento Estratégico, Gustavo Beliz, y del lobby pro chino del embajador Sabino Vaca Narvaja, no habría vocación del albertismo por destrabar la construcción, que requeriría de unos US$ 8300 millones (en un 85% aportados por el Estado chino). El Gobierno de los Estados Unidos, por su parte, dejó en claro a través de diversos interlocutores que no ve con buenos ojos la operación. Pero el kirchnerismo no piensa darse por vencido: la visita guiada al complejo nuclear que organizó la semana la semana pasada el subsecretario de Energía Eléctrica de la Nación, Federico Basualdo, para un grupo de senadores nacionales del interbloque del Frente de Todos, es más que un mensaje.
Guzmán pide “perdón”
En Economía son conscientes de que el Estado argentino no cuenta hoy con resto para financiar si quiera una mínima porción de la obra. De hecho, colaboradores del impávido Guzmán empiezan a preocuparse cuando ven los números fiscales. Aunque todavía ni comenzó junio, en el equipo económico ya reconocen en privado que no hay forma de que se cumpla con la meta fiscal prevista con el FMI para el primer semestre. “Con suerte, vamos a estar desviándonos en medio punto del PBI”, adelantan. Será uno de los dos waivers (perdones) que tendrá que pedir la Argentina en la segunda revisión del FMI (la primera, cuyo staff report se publicará en los próximos días, se pasó sin grandes problemas). El otro, indefectiblemente, será el de acumulación de reservas. Tampoco el BCRA tiene muchas chances de sumar a sus arcas los US$4100 millones a los que se comprometió en los papeles para fin de junio. Se encuentra todavía lejos de la meta, y pese al ingreso récord de divisas del agro, no logra sostener las compras de dólares en el mercado.
En privado, en el Central le adjudican gran parte de la responsabilidad del fracaso de las metas a Guzmán (y no tanto a la guerra). Hace semanas esperan que el ministro convalide en sus colocaciones de bonos subas de tasas mayores, para así poder avanzar con incrementos en las tasas de referencia del BCRA. “No hay manera de frenar la inflación o de acumular dólares sin tasas reales positivas. Pero tiene que haber una coordinación de tasas entre el Tesoro y el Central”, esgrimen técnicos de la entidad. Nuevamente las internas que encorsetan al país.
Poco afecto a los cambios, Guzmán parece dispuesto en las próximas semanas a sostener inalterable su “plan para tranquilizar la economía”. Espera presentar por decreto el Presupuesto 2022, publicar el aumento de tarifas del 20% –aunque ya en las distribuidoras advierten que operativamente no llegan para aplicarlo a las boletas que se emitan a comienzos de junio–, sostener negociaciones con las empresas para mantener el plan de Precios Cuidados que debe revisarse para el 7 de junio –el nuevo secretario de Comercio, Guillermo Hang, cambiaría las formas, no la estrategia de su antecesor– y tendría previsto viajar a Francia, para terminar de sellar la renegociación por la deuda con el Club de París.
Parafraseando a Juan Carlos Torre, no pareciera que desde el quinto piso del Ministerio de Economía estemos experimentando una temporada con demasiadas medidas que modifiquen “la macro”. Mientras el Gobierno y la oposición se enfrascan en la politiquería doméstica, las principales potencias del mundo se adaptan al mayor cambio geopolítico en décadas
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