Incluso los jóvenes se inclinan por esta opción, según un estudio de la Universidad Austral; el desafío de los empresarios
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El Gurí entró a los gritos a una casona vieja de una estancia, en el interior del Uruguay. Chillaba. “¡Señora!... ¡Madrina!... Ahí ha venido el hijo de doña Brígida la puestera en la yegua picaza y dice que si le empriesta el palote de amasar porque va a hacer pasteles hoy.” Mariquita se asomó a una de las puertas y le respondió. “¿Te querés callar, condenao? ¿No ves que vas a despertar a m’hijo el dotor?”
El fragmento pertenece a la escena 1 del acto primero de “M’hijo el dotor”, una obra de teatro de Florencio Sánchez que se estrenó en Buenos Aires en 1903. Pasaron 118 años y aquel decir que simbolizó la historia del inmigrante que, después de trabajo y ascenso, logra educar a su hijo con una carrera universitaria, parece estar en crisis. Si hoy se repusiera aquella pieza, pues debería cambiar de nombre y en las marquesinas se leería otro símbolo de la Argentina actual: “Mi hijo el empleado público”.
Un estudio del Centro de Estudios en Comunicación Aplicada (Cecap) de la Universidad Austral revela que “el Estado continúa siendo el sector elegido por los argentinos para trabajar”. Lo que encontrará el lector a continuación es la consolidación de la mirada de los argentinos sobre el mercado de trabajo, donde la silla en la dependencia pública cotiza en alza. El proyecto, que se publicó por primera vez en 2017 (con trabajo de campo realizado en 2016) y este año presenta su tercera edición (con valores a 2020 cerrado), confirmó los datos que ya se verificaban, solo que, cada vez, se acentúan más: “A la hora de elegir entre un empleo público y uno privado en igualdad de condiciones, el 62% de los encuestados optó por el público, mientras que el 34% optaría por el empleo privado”. Sí, no es un error de este cronista: 6 de cada 10 argentinos prefieren trabajar en el Estado.
Las conclusiones del trabajo bien podrían quedarse en la mera mención de la primacía del Estado como empleador. Pero no es posible tener una mirada tan lineal ante semejante dato cuantitativo. Detrás, podrían mencionarse la frustración y la inestabilidad como factores que lleva a los argentinos a aferrarse a la estabilidad aunque eso implique enterrar algunas ambiciones. Y por qué no reflexionar respecto del mundo empresario que no logra empatizar con una sociedad que no los elige, que los asocia a la insensibilidad y a la ganancia, y no al riesgo y al aporte.
También es posible pensar en la dicotomía que se esconde en una sociedad que quiere trabajar en el Estado, pero no logra relacionar que ese crecimiento del refugio ante las crisis es un enorme peso que hay que financiar. Entonces, ese argentino que aspira a una silla en un organismo se queja, además, de los impuestos o de la deficiencia del paquete de servicios estatales que recibe, como seguridad, salud o educación. Una verdadera postal de las consecuencias que los azotes económicos hicieron en una sociedad que prefiere la estabilidad antes que la vorágine de los cambios.
Pero si aquella preferencia de 6 de cada 10 sorprende, cuando se hace la apertura por sectores de ingresos o de edad, las muestras son aún más claras. El estudio, que fue liderado por los investigadores Juan Pablo Cannata, Augusto Reina y Máximo Reina, evidencia que, lejos de cambiar, las preferencias de la opinión pública se consolidaron al cabo de cuatro años.
“¿Qué elegiría si tuviera dos propuestas de trabajo exactamente iguales, pero una del sector privado y otra del sector público?”, fue una de las preguntas puntuales que se hicieron para el estudio. Los investigados abrieron los datos por edad. ¿Qué resulta? La juventud argentina también añora el trabajo en el Estado: lo eligió el 66% de quienes tienen entre 18 y 29 años y el 73% de aquellos que se ubican entre 30 y 44, frente al 29% y 22%, respectivamente, que se inclinó por el mundo de las empresas. En la otra punta de la pirámide de edad (más de 60) se compensa la tendencia: un 46% de los encuestados manifestó su gusto por las empresas privadas contra 49% que eligió el Estado.
Un dato más antes de intentar explicar el fenómeno que interpela a la política y, de igual manera, a los empresarios. El punto es ver qué sucede cuando la división se realiza por nivel socioeconómico. “Las preferencias sobre el empleo público son ampliamente mayoritarias en los segmentos más bajos (68% vs 30% para el D1D2E) y esta tendencia disminuye a medida que aumenta el nivel socioeconómico (61% vs 35% para el C2C3). Aun así, el sector socioeconómico más alto (ABC1) sigue teniendo preferencia por el empleo estatal (52% a 43%).
A pesar de las crisis recurrentes, los entrevistados continúan mencionando a “la estabilidad como una de las principales cualidades del empleo público frente a la incertidumbre que genera el empleo privado en cuanto a garantizar la permanencia laboral”, indica el informe.
La garantía de no ser despedido
¿Qué se esconde detrás de este fenómeno? Nadie sostiene que hay una sola causa sino que es la consecuencia de varios factores. El primero es la estabilidad. La Argentina de las crisis y la falta de creación de nuevos empleos, que caracteriza al mercado laboral desde hace años, es una de las primeras conclusiones que surgen. “La tranquilidad de no ser despedido y de que el Estado es una entidad que no puede quebrar, es uno de los fundamentos de mayor peso y atraviesa gran parte de los diálogos entre los participantes”, dice Cannata. Máximo Reina coincide. Cuenta que es necesario entender lo que significa la estabilidad para poder comprender la justificación del empleo público. “Por más que se tome a los 50 mejores empresarios, ellos no podrían asegurar la estabilidad macro. Entonces, ante escenarios extremadamente volátiles, el Estado como empleador, que no va a prescindir de nadie, se hace fuerte”, afirma.
Ahora bien, lo que sigue es preguntarse si aquella predilección tiene un correlato en la necesidad de financiar semejante expansión del gasto. “No hay ningún tipo de conciencia fiscal cuando se habla de esto ni tampoco respecto del límite de los recursos del Estado. No existe una idea concreta y puntual sobre qué es el Estado. Solo se percibe como un refugio ante la crisis, cosa que quedó clara en la pandemia. No existe conciencia de que tiene una cantidad finita de recursos”, remata Augusto Reina.
Nuria Susmel, economista de la Fundación de Estudios Económicos Latinoamericanos (FIEL), también aporta cifras. Dice que, como el PBI se estancó en 2011, tampoco se crea empleo. “Esto se traduce en un bajo crecimiento de la demanda de empleo privado. El empleo asalariado privado también se encuentra estancado desde 2011. Pero no es solo que la Argentina no crece, sino que pasa por crisis recurrentes, como las de 2001, 2008 o 2020. Por otra parte, el empleo privado es flexible, es decir, ante una crisis tiende a ajustar el nivel de empleo mientras que eso no ocurre en el sector público”, señala.
“Hasta que alguno se avive”
Juan Llach, economista, profesor del IAE-Universidad Austral y exsecretario de Programación Económica, entre otros cargos, plantea que no le sorprende la predilección, especialmente en el interior. “En las provincias, el empleo público, que termina entre las 13.30 y las 14, da la posibilidad de tener un segundo empleo. En el sector privado eso es más complicado”, explica. Y suma un tema más: la productividad. “El control sobre lo que se hace en el Estado es nulo”. Cuenta que alguna vez, cuando asumió en 1991 como secretario, encontró que 30 personas no iban a trabajar. Decidió rescindir el contrato. “De esos 30, uno solo vino a reclamar. Los otros sabían que iban a durar hasta que alguno se avive”, recuerda.
“No todo es negativo, como puede verse en los 10 unicornios, en la proliferación y resiliencia de tantas pymes y también en algunas empresas grandes de nivel mundial. Pero, al mismo tiempo, durante la mayor parte de este siglo, se han desalentado la génesis y la radicación de nuevas empresas medianas o grandes, con impuestos altos y distorsivos o con incontables regulaciones. Si esto no cambia en la buena dirección, la que sigue la mayoría de países que crecen, aun en América Latina, seguirán predominando preferencias por trabajar en el Estado que impiden o dificultan el crecimiento de la economía argentina”, sostiene.
Por último, se focaliza en el desafío del sector privado: “Las empresas y sus asociaciones deberían tomar nota y tener muy en cuenta estas preferencias, invirtiendo en capital humano y físico de calidad y encuadrándose en un capitalismo inclusivo”.
La figura del empresario
Los investigadores consideran que no es posible hablar del tema si no se analiza el lugar que ocupa el empresario en el imaginario social. “Es un sector que está subrepresentado en la discurso político y en la opinión pública. Hay valores que expresan la empresa y el empresario que están disponibles en el debate y que nadie los toma. Ni siquiera Cambiemos está cómodo en ese rol. Eso podría explicar el resurgimiento del discurso liberal, que tomó esos valores que nadie defiende“, razona Cannata.
Augusto Reina sostiene que hay una percepción de que los hombres y mujeres de negocios buscan la maximización del lucro. “Mayoritariamente se dice que los empresarios son los que gozan en tiempos de bonanzas, pero que no distribuyen en épocas negras. Es una memoria histórica que no significa que sea la verdad, pero es así. Cuando se pregunta cómo se imagina un empresario, la caricatura está más asociada a un financista de Wall Street que a un burgués del conurbano”, dice. Cuenta que ni siquiera el empresario más exitoso de los últimos años, Marcos Galperin, creador de Mercado Libre, una compañía que estos días anotó una valuación bursátil de US$90.000 millones, se presenta como empresario. “Estar en el lugar de empresario no es un lugar cómodo. Prefiere llamarse emprendedor, desde ahí, cuando se proyecta socialmente, tiene connotaciones positivas”, explica.
“No se percibe al empresario como una persona que arriesga y y menos aún que contribuye. Apenas se ve la ganancia. Hay una falta de percepción del riesgo y el aporte que toma”, indica Cannata. Remarca que no es real, pero sí está una suposición.
En cuanto a la figura de la empresa, el trabajo rescata otra anomalía: la asociación del empleo privado trae aparejada la idea de una gran compañía con cientos de empleados. “A la hora de dialogar sobre el trabajo privado es casi nula la asociación del mismo con las pymes, los comercios o las pequeñas industrias. La imagen de la gran empresa y del empresario millonario son las ideas que, inicialmente, parecen estar atadas a la noción del empleo privado”, se lee en las conclusiones del documento.
La predilección de los jóvenes
Pero esta nota no estaría completa sin dedicar una parte importante a una de las respuestas. Los jóvenes de entre 18 y 29 años mayoritariamente prefirieron una silla en el Estado antes que en el sector privado.
Eduardo Levy Yeyati es ingeniero civil, doctor en economía y decano de la Escuela de gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella. Leyó los números de la encuesta y relató una anécdota para ilustrar la situación: “El otro día, le pregunté a la hija de un amigo qué tipo de cosas les preocupaban a los jóvenes, al menos a los que conocía. Me contestó que lo que les preocupa es perder la vida en trabajos de porquería para seguir siendo pobres, sin poder irse a vivir solos, mucho menos comprarse un departamento. Me parece que la idea del Estado como salida laboral en parte naturaliza la falta de perspectivas en el sector privado. Ya sabemos que en las provincias sin empleo, el empleo es todo público. Ahora esa asociación parecería darse a nivel etario. Pero antes de pensar que los que cambiaron fueron los pibes, pensaría que lo que cambió fue la capacidad del país de ofrecerles progreso social. Tal vez lo que refleja la encuesta es parte de esa capitulación”.
Parece casi un despropósito hablar de capitulación cuando de jóvenes se trata. Pero no es el único que ofrece una mirada que anda por ese lugar de la resignación, o de la profunda reflexión. María Laura Cali, directora ejecutiva de Sel Consultores, especializada en recursos humanos y mercado laboral, es determinante. “Más allá de ver cómo se hicieron las preguntas, habla de una posición frente al empleo muy precaria, donde se prefiere un trabajo con un salario y una permanencia garantizada, pero quizá con pocas expectativas de capacitación y desarrollo. Me llama la atención de las nuevas generaciones. Habla de una tristeza en las expectativas, un conformismo muy triste”.
Se dijo al inicio que bien podría adentrarse a estos números de una manera lineal, casi cualitativa. Pero es imposible, a juicio del cronista, permanecer en ese plano.
Ha sido posible recorrer el panorama del mercado laboral y su escasa dinámica en los últimos años. Apenas para establecer una cifra: desde 2007, los asalariados privados crecieron 9,98% mientras que el empleo total -que también incluye cuentapropistas, registrados o no, y asalariados informales- aumentó 15,42%. En ese mismo período, el empleo público subió su plantilla de 2,6 millones de empleados a 3,9 millones, o lo que es lo mismo, un 46,38%.
Se puede hablar de empresas que no son atractivas o de empresarios que no logran imponer los valores del aporte y el riesgo. Quizá estos números ayuden a entender por qué la política, pilla, se aprovecha de esta realidad y bate el parche estatista.
Pero permita el lector terminar con algunas palabras como capitulación y tristeza en las expectativas de los jóvenes. Entonces, tomarán fuerza algunas imágenes que suceden allá por la zona sur, precisamente, en un lugar llamado Ezeiza.
Ficha técnica del trabajo:
1. Para abordar la investigación se realizaron, en primer lugar, encuestas de opinión pública. Fueron diseñadas como semiprobabilísticas con relevamiento telefónico (CATI) de 1000 casos. Cuotas por sexo, edad y nivel educativo. Con un margen de error del +/- 3,1% para un nivel de confianza de 95%. Fecha de campo: septiembre 2016, junio 2018 y junio 2020.
2. Se realizaron grupos focales en tres etapas. Una primera ola fue convocada durante 2016 con 22 grupos; luego hubo un segundo llamado en 2018, con otros 22, y una tercera en 2020, con 24.
3. El trabajo se publicó en julio de 2021.
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