México: los campesinos ofrecen resistencia a los narcos
El conflicto en Michoacán se ha convertido en un desafío para el presidente Peña Nieto
SAN JUAN DE LOS PLÁTANOS, México—Hartos del reino de terror y extorsión impuesto por un cartel de las drogas, algunos campesinos del rico corazón agrícola del estado de Michoacán en México han organizado fuerzas de autodefensa comunitarias y obligado a los narcotraficantes a buscar refugio en las montañas en las afueras de esos pueblos.
La aparición de estos grupos de vigilantes comunitarios, que se originaron en el vecino estado de Guerrero y se extendieron a Michoacán, ha generado represalias del cartel autodenominado Los Caballeros Templarios, lo cual tiene a esta región al borde de un conflicto más amplio.
Hombres armados que se cree pertenecían a los Templarios atacaron a finales de octubre 18 estaciones eléctricas, dejando sin electricidad durante un día y medio a medio millón de michoacanos.
El atentado se produjo un día después de que cientos de policías comunitarios de los municipios rebeldes protestaron en la capital regional de Apatzingán, un bastión de los Templarios. Aunque la policía comunitaria se marchó desarmada, se inició un tiroteo, dispersando a los manifestantes y dejando dos heridos. El sábado, dos personas fueron asesinadas y tres resultaron heridas cuando los vigilantes comunitarios se tomaron el pueblo cercano de Tancítaro, desarmaron a la policía y expulsaron al alcalde, al que acusaron de estar al servicio de los Templarios.
El conflicto en Michoacán se ha convertido en un reto inesperado para el presidente Enrique Peña Nieto, quién ha pasado la mayor parte de su primer año en el poder impulsando una serie de cambios a la economía, como una propuesta para permitir que las petroleras extranjeras perforen en el país por primera vez desde 1938. Las reformas tienen como meta cambiar la vapuleada imagen de México en medio de un conflicto que ha cobrado la vida de al menos 75.000 personas desde 2006.
Aunque la tasa de asesinatos ha caído ligeramente durante los últimos 12 meses, aún hay cerca de 10.000 homicidios ligados al narcotráfico al año, según cálculos de los diarios y académicos. Y tal como lo ilustra el caso de Michoacán, aún hay partes importantes del país en las que el gobierno no puede garantizar la seguridad de sus ciudadanos.
El gobierno ordenó recientemente al Ejército, la Armada y la Policía Federal que se tomaran el puerto Lázaro Cárdenas, en el océano Pacífico, el mayor puerto del país por tonelaje y el corazón financiero del negocio de drogas y extorsión de los Templarios.
La medida tuvo lugar semanas después de que Miguel Patiño, obispo a punto de retirarse de Apatzingán, causara revuelo nacional al escribir una carta pastoral en la que llamó a Michoacán un estado fallido en el que los carteles rivales luchan por territorio y en el que las familias tienen que escapar debido a una plaga de secuestros, asesinatos y extorsiones. Los gobiernos locales y la policía local están coludidos o son intimidados por las organizaciones criminales, indicó el obispo.
Michoacán ha sido durante décadas un lugar al margen de ley y una de las principales áreas para el cultivo de la marihuana. Los narcotraficantes de Michoacán se expandieron a las metanfetaminas, ayudados por su cercanía al puerto Lázaro Cárdenas, uno de los principales puntos de entrada de los insumos químicos provenientes de China que utilizan los carteles de la droga.
Apatzingán ha sido desde hace mucho tiempo el bastión de los Templarios y, antes de ellos, de otros carteles. Fue a este lugar al que Calderón, un oriundo del estado, envió miles de tropas para combatir contra los narcotraficantes semanas después de asumir el poder en 2006.
A diferencia de otros carteles de la droga, los Templarios, que provienen de un cartel anterior conocido como La Familia, se promocionan como un movimiento popular que busca ayudar a los pobres en Michoacán.
Muchos empresarios líderes de Apatzingán reconocen que la ciudad está dominada por los Templarios, pero temen que las nuevas fuerzas de autodefensa estén controladas por Jalisco Nueva Generación, un cartel del estado vecino. Javier Cortés, el vicario general de Apatzingán, asegura que eso no es cierto. "Pudiera ser peor ser gobernado por otro grupo que los Templarios, pues tenemos relaciones con ellos", afirma un importante abogado local.
Patiño advirtió en su carta que los narcotraficantes intentan reconquistar los bastiones perdidos y hacer que la vida sea económicamente imposible para las municipalidades rebeldes al prohibirles llevar sus productos al mercado y detener el flujo de bienes como la gasolina.
Las personas que defienden o temen a los Templarios acusan a los grupos de autodefensa de estar al servicio del cartel Jalisco Nueva Generación. A apenas ocho kilómetros de Apatzingán, grupos de autodefensa instalaron puestos de control custodiando las carreteras hacia sus comunidades para impedir el regreso de los Templarios. Todos se burlan de la idea de que recibieron armas y trabajan para Jalisco Nueva Generación. "Conseguimos los viejos rifles de caza de nuestros padres y abuelos y otros se los capturamos a los Templarios", afirma Jesús Bustos, quien lleva los cartuchos de un AK-47 en la cintura. Muchos de estos campesinos usan rifles automáticos. "Debe de estar totalmente claro que no pertenecemos a ningún grupo del crimen organizado", dijo. "No extorsionamos a la gente. Estamos protegiendo a nuestros pueblos".