Mercedes D’Alessandro: “Se les dispara a los precios con una pistolita de agua, pero se necesita una bazuca”
La economista, que dejó su cargo en el Gobierno dos meses atrás, habló con LA NACION y sostuvo que hubo un mal diagnóstico de las consecuencias que dejó la pandemia; su visión sobre las retenciones, las diferencias entre los funcionarios y lo que debería hacerse para frenar la suba de precios
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Estudió Economía en la UBA, donde también realizó el doctorado; es investigadora y exdirectora nacional de Economía, Igualdad y Género del Ministerio de Economía; fundó la ONG Economía Feminista y escribió un libro que lleva ese nombre; en 2021 la revista Time la nombró entre los líderes emergentes del futuro
Mercedes D’Alessandro dejó el Ministerio de Economía hace dos meses, luego de haber liderado la Dirección de Economía, Igualdad y Género, enfocada en trazar políticas públicas para acortar las brechas de desigualdad.
– ¿Cómo ve el cambio de la Secretaría de Comercio, que pasó al área de Economía y bajo la dirección de un funcionario cercano a Martín Guzmán?
–Después de haber cerrado el acuerdo con el Fondo, creo que Martín Guzmán necesitaba tener más herramientas de política económica. Cuando el Presidente anunció la guerra contra la inflación, vimos que había políticas dispersas en cada ministerio. Guzmán no tenía el control de la política contra la inflación y creo que con este enroque que hubo, lo que están haciendo es darle todas las herramientas de política económica. Le están diciendo que ahora la respuesta a la inflación es en gran parte responsabilidad de él.
–¿Será toda responsabilidad de Guzmán o habrá otros factores?
–Si lo miramos de distintos planos, lo que diría un López Murphy, un Milei o la ortodoxia, es ver qué pasa con el Banco Central y con la emisión, con lo que nos quedó de la pandemia. Dentro de las visiones más heterodoxas y también dada la coyuntura actual del aumento de los precios de los alimentos y de los combustibles, que no es producto de la emisión monetaria, sino del conflicto bélico, se entiende que la respuesta a la inflación tiene que tener herramientas por ese lado. Creo que hay un empoderamiento que le da el Presidente a Guzmán, pero que al mismo tiempo es un todo o nada; ahora él tiene que mostrar que puede llevar adelante una política de antiinflación.
–Con relación a las paritarias, ¿se puede lograr que los salarios le ganen a la inflación?
–La inflación en la Argentina es un fenómeno que tenemos hace décadas. Ahora se sumó el conflicto bélico. Creo que sí hay que fortalecer los ingresos, que vienen de perder 20 puntos de poder adquisitivo en el gobierno de Macri. Se logró ir empatando de a poco con la inflación, pero hay dos sectores muy diferenciados: los formales, que negocian paritarias, y los trabajadores informales, que están muy precarizados y no tienen herramientas para sostener su poder adquisitivo. Todas las herramientas que puedan fortalecer los ingresos en este momento son necesarias.
–¿No es un factor más que retroalimenta la inflación?
–No, porque hoy está dada por otros fenómenos. La teoría monetarista de los precios dice que si la gente tiene más dinero en la mano, aumenta sus niveles de consumo y eso presiona sobre los precios. Acá, el consumo está un poco deprimido en relación a lo que debería ser, que es una de las discusiones con el kirchnerismo, y por eso también se necesita fortalecer los ingresos para sostener los niveles de consumo, que significa sostener la demanda agregada de la economía; es una forma de que siga girando la rueda económica.
–Pero si la producción no reacciona al mismo ritmo, por ejemplo, porque no hay dólares suficientes, ¿hay margen para incentivar el consumo?
–Hoy tenemos niveles de capacidad industrial récord, comparados con los de prepandemia. No veo un gran problema en términos de la producción. Sí hay una cuestión de la restricción externa. A mí, igualmente, no me parece que haya que atar todo el sendero económico a conseguir dólares, y que si no los conseguís no tenés capacidad productiva. La economía argentina está desdoblada; hay un sector que funciona dolarizado y otro que no toca un dólar ni de casualidad. Lo que llamamos economía popular ocupa gran parte de la masa de trabajadores. Hay varios puentes que están un poco rotos en la economía. Tenemos dos segmentos bien diferentes y el consumo viene deprimido; no veo ahí una espiral inflacionaria por el lado de los ingresos.
–¿Qué se necesita para bajar la inflación?
–Una de las herramientas que se está debatiendo estos días es subir las retenciones. También están las canastas de precios, que hay que ver cómo las trabaja el nuevo secretario de Comercio Interior, y el fortalecimiento de los ingresos.
–Guzmán ya dijo que no iba a haber aumento de retenciones…
–Julián Domínguez [ministro de Agricultura] también dijo que no iba a haber suba de retenciones, y el Presidente dijo que él estaba dispuesto a dar ese debate, si lo acompañaban el Congreso y la oposición. Todavía hay un final abierto. Algunos analistas económicos también están hablando de que con eso no alcanzaría, que habría que pensar en cupos a la exportación; es decir, una mirada un poco más fuerte incluso que las retenciones. Otros países ya lo han implementado, como la India, que cerró sus exportaciones de cereales. Para mí se pierde el contexto de las discusiones, que se dan después de dos años de una pandemia que generó una crisis muy grande en la economía argentina, donde el país perdió 10 puntos de PBI en 2020. Después los recuperó, pero de manera muy heterogénea, con sectores que todavía no han recuperado sus niveles prepandemia y otros que la levantaron en pala. En Davos también se estuvo discutiendo mucho sobre la concentración de riqueza en un puñado de empresas alimenticias, que generaron en los dos años de pandemia las mismas ganancias que en los últimos 23 años juntos.
–¿Tiene Guzmán entonces todas las herramientas para bajar la inflación, si todavía le siguen cuestionando algunas cosas?
–Creo que se lo sigue cuestionando. No soy yo la que lo cuestiona, sino voces mucho más relevantes que la mía. Pero porque hay un debate muy profundo sobre cuál es el camino que se quiere seguir, y hay un sector del Frente de Todos que no está de acuerdo con el que está llevando hoy el Ministerio de Economía.
–¿Cuándo comenzaron a divergir los caminos?
–Para mí, en 2021. En 2020, el Gobierno había llegado hacía muy poco. Se había diseñado la ley de Solidaridad Social, que trataba de fortalecer algunas herramientas que habían quedado truncas con el gobierno de Macri. Vino la pandemia después, y hubo una rápida respuesta coordinada a las demandas de salud, de ingresos y de trabajo, con la creación de hospitales modulares, el IFE, el ATP y la suspensión de los despidos. Eso se termina luego del aporte solidario de las grandes fortunas. En ese primer año veo que hay una respuesta a la pandemia que busca sostener a los sectores más vulnerables. En 2021 creo que hay un diagnóstico que es errado, se asume que la pandemia terminó y eso lo vimos incluso en los números del presupuesto nacional. Se retiran algunos apoyos, sobre todo a los sectores más vulnerables, pese a que se ampliaron los programas sociales. Este año vimos que la gente que se anotó en el refuerzo de ingresos es la misma que en 2020. Y los que no entraron, no entraron por los filtros que se pusieron. Creo que hubo un diagnóstico errado acerca de la situación del país y del impacto que todavía tenía la pandemia sobre algunos sectores. Eso después se vio en las elecciones, que mostraron un apoyo no positivo. Y se empieza a activar otro tipo de instrumentos de política en respuesta a eso, que es lo que empieza a abrir las aguas.
–¿Es decir que Guzmán hizo un ajuste en 2021, cuando usted cree que todavía no estaban las condiciones dadas?
–No sé si es un ajuste o no, pero sí hubo un mal diagnóstico en torno a cómo seguía afectando la pandemia. Yo lo veía con los datos del empleo de las mujeres, que mostraban que, en 2020, retrocedieron dos décadas en su participación económica y en el empleo. Y cuando se empezó a abrir la economía, volvieron al mercado laboral, pero a una tasa mucho más lenta que la de los varones, que llegaron a los niveles prepandemia mucho antes. El cierre de las escuelas y la restricción a la movilidad, que hacía que la abuela, por ejemplo, no pudiese ayudar con los nietos, hizo que las mujeres no pudieran volver a trabajar al mismo ritmo que los varones. Hubo ritmos diferentes y eso fue un tema difícil de abordar.
–Las metas con el FMI, ¿son cumplibles?
–Este es el acuerdo número 23 con el FMI. Muchas veces se han cumplido dos o tres revisiones y después se ha tenido que renegociar. La primera se pasó con mucho viento a favor, pero creo que es muy difícil de cumplir en el contexto actual, cuando la inflación está creciendo. Este año todo el mundo estima que terminará con una inflación cercana al 70%; se va subiendo la vara de lo que esperamos de inflación hacia fin de año. Hay que ver también cómo sale la segmentación de tarifas, si se podrá implementar. Todo esto, además, va a traer conflictos políticos, que van a tirarle un poquito de leña al fuego inflacionario. En ese sentido hay que ver si se pueden cumplir las metas, pero creo que será muy difícil.
–¿Alguna vez funcionó el control de precios para bajar la inflación?
–No es la medida que por sí sola puede cambiar las cosas, pero tiene un efecto. Hace poco fue el Día de la Salud Menstrual y nosotros hicimos un seguimiento de qué significa tener tampones en precios cuidados. Sumarlos significó una caída del precio de 84% en 2020, con respecto a los que estaban fuera del programa. Doy un ejemplo que un Hernán Lacunza seguramente no va a usar.
–Puede ayudar en el corto plazo, pero a largo plazo, ¿cuál es la política integral que hace bajar los precios?
–Hay muchas cosas que hacen que aumente la inflación, es un fenómeno multicausal: la cantidad de dinero, el tipo de cambio, lo que se absorbe de precios internacionales, la concentración de precios y las avivadas, los costos laborales. No se puede abordar uno solo. No sé si hay una medida integral, pero como mínimo tienen que haber varios frentes abiertos y mucha voluntad y decisión política también. En el contexto actual falta algo más fuerte. Hoy se le está disparando con una pistolita de agua a los precios, cuando se necesita una bazuca. Algunes (sic) pensamos hoy que son las retenciones o poner un freno a los precios de los alimentos, que son una gran parte de la canasta familiar de los más vulnerables. La Argentina es un país que produce y exporta alimentos, pero tiene más del 50% de los chicos bajo la línea de la pobreza.
–¿Por qué se fue del Gobierno? ¿Qué le quedó pendiente?
–Tuve una experiencia muy enriquecedora, como el haber trabajado en el diseño del ingreso familiar de emergencia (IFE), cuando estábamos encerrados, en plena pandemia. Requirió de mucha valentía y coraje para llevar adelante una medida así; había que hacer una transferencia a 9 millones de personas, de las cuales la mitad no tenía cuentas, con un Estado y bancos sin ventanillas, y con la gente adentro de las casas. Esos desafíos son increíbles. Me hubiese gustado seguir creciendo dentro. Ahí sí nos queda pendiente a las mujeres romper los techos de hormigón. En los cambios de esta semana no vimos ni una mujer, pero aparecimos en los billetes.
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