Mercados de predicción: una herramienta provechosa para quienes confían en sus datos y en su inteligencia
Hay sitios en internet que permiten apostar sobre lo que ocurrirá en eventos futuros de todo tipo; cómo funcionan, quiénes participan y una propuesta de juego para hacer con los amigos
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La expresión en inglés put your money where your mouth is se traduce literalmente “poner tu dinero donde pones la boca”, pero el subtexto es que uno debe respaldar sus afirmaciones o promesas comprometiendo sus propios recursos. El desafío evoca la etapa escolar, cuando casi cualquier disputa de conocimiento pretendía resolverse mediante un “¡qué te apuesto!”. La revolución de información tornó un poco obsoleta esta estrategia, hoy reemplazada por el más simple “googlealo”, la forma más natural de dirimir conflictos sobre datos concretos.
Pero hay algo que Google no ha podido resolver aún: las predicciones. Las respuestas de la web sobre lo que puede suceder en el futuro no son consideradas serias en casi ninguna discusión. Y ni hablar del ChatGPT, que puesto a predecir nos responde con todo tipo de posibilidades, sin jugarse a ninguna. Como muchos han descubierto, por ahora la inteligencia artificial es un verdadero canto al promedio y a la consideración de todos los escenarios posibles.
Sin embargo, quienes están confiados en sus pronósticos tienen a disposición una herramienta provechosa para “poner su plata donde ponen la boca”: los mercados de predicción. Un mercado de predicción es esencialmente un sitio donde se puede apostar sobre eventos futuros de todo tipo: elecciones presidenciales, ganadores del Oscar o el próximo campeón mundial de fútbol (esta es fácil). El formato es simple: si alguien cree que tiene información privilegiada o una inteligencia superior al promedio para predecir un fenómeno, puede comprar una “acción” que represente esta predicción. Si el evento ocurre, la acción se valoriza. Y si no, se pierde la inversión.
Lo más interesante de estos mercados no es la apuesta personal, sino el hecho de sumar las opiniones de mucha gente, lo que permite tener una idea de cuál es la opinión “del mercado” sobre una predicción particular. Si cada participante apuesta incentivado por las potenciales ganancias de contar con información valiosa, el agregado podría resultar un indicador relativamente confiable.
Los mercados de predicción modernos permiten calcular la probabilidad agregada de que sucedan distintos eventos. El sitio Metaculus es una plataforma de predicción online fundada en 2015, que contiene pronósticos sobre 10.000 temas diferentes y que suma casi dos millones de corazonadas. El tópico más visitado por estos días es la elección presidencial de los Estados Unidos. Hasta el domingo pasado Kamala Harris obtenía 7 puntos de diferencia frente a Trump.
Otros sitios, de menor seriedad, involucran pronósticos bastante extraños. Una página de apuestas nos informa, por ejemplo, que la probabilidad de que alguien invente una máquina de movimiento perpetuo durante este siglo se estima en 250 a 1, mientras que la chance de que Bono sea al próximo papa se calcula en 500 a 1.
Desde un punto de vista conceptual, los mercados de predicción tienen una serie de propiedades atractivas. Reflejan de manera bastante eficiente la información, incorporan rápidamente las novedades y no son fáciles de manipular. También pueden ser utilizados para financiar proyectos prometedores que no logran obtener recursos mediante otros medios. Si creés haber descubierto al próximo Steve Jobs o al nuevo Messi, apostar en los mercados de predicción es una buena forma de acercar recursos a esta futura estrella y, de paso, llenarte de plata.
Algunos plantean que estos formatos traen a colación dilemas éticos y problemas legales. Por ejemplo, ¿es correcto permitir a las personas apostar sobre eventos trágicos, como desastres naturales o actos de terrorismo? En el episodio “La apuesta de la muerte” de la serie Lo que el dinero no puede comprar, disponible en YouTube, el filósofo Michael Sandel pone a debate las implicancias morales de poner un precio a la vida humana, en especial cuando se trata de apostar sobre cuándo o cómo morirá alguien, a menudo figuras públicas. En cuanto a la legalidad, los mercados de predicción han sido regulados al estilo de los sitios de apuestas tradicionales, pero las nuevas tecnologías siguen dificultando esta tarea y permanentemente aparecen nuevas plataformas que permiten participar en mercados de predicción de manera descentralizada y sin restricciones geográficas.
Los economistas están, en general, a favor de la existencia de los mercados de predicción, porque entienden que pueden volver más racionales las decisiones individuales y agregadas. De hecho, era de esperar que estos mercados surgieran naturalmente hace mucho tiempo. Pero como tantas otras predicciones de los economistas, estos mercados no solo tardaron en aparecer, sino que hoy parecen ser poco populares.
Algunos culpan a las excesivas regulaciones y reglamentaciones, pero el filósofo Nick Whitaker y el economista Zachary Mazlish proponen otra hipótesis. Según ellos, el problema no es de oferta, sino de demanda: a mucha gente simplemente no le interesa participar. Los autores sugieren que no existe una personalidad determinada a la que estos sitios atraigan. Los ahorristas, más conservadores, no quieren arriesgar su dinero allí. Los apostadores seriales prefieren otras plataformas más cool que las normalmente formales que pueblan estos mercados. Y, finalmente, quienes creen tener información valiosa eligen otras alternativas para explotar este conocimiento. Si este es el caso, los mercados de predicción podrían quedar estrechos por mucho tiempo.
Para terminar, les propongo un juego que reflexiona sobre la relación entre las decisiones personales y la información del mercado. El juego consiste en pedir a un grupo de gente (el mercado) que elija cada uno un número natural entre 0 y 100. Cuando todos entreguen su “apuesta”, el organizador calcula el promedio de los números elegidos y divide el total por 2, obteniendo el número X. Quien haya elegido el número más cercano a X será el ganador.
Por ejemplo, si los participantes eligieran un número totalmente al azar, se espera que el promedio sea aproximadamente 50, lo que dividido por 2 daría 25, de modo que quien haya elegido el 25 sería el ganador. El problema es que si cada participante piensa de esta manera y todos eligen el 25, el número ganador (X) será 12 o 13 (pues 25/2=12,5).
¿Conviene elegir entonces el 12? No, porque si todos lo hacen ganará el 6… y así sucesivamente. Si el lector se convenció de que el número “racional” a elegir es el cero, lamento informarle que, como decía un ilusionista famoso, puede fallar. De hecho, llegar al cero depende de que todos los demás también elijan el cero, lo que no suele ocurrir en los experimentos de este tipo. De hecho, el número ganador en los experimentos suelen rondar entre el 10 y el 15. Actuar sobre la base de lo que predice el mercado, como se ve, es un asunto complicado.
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