Mercado Pago versus bancos: me acordé de Uber versus taxis
La tecnología siempre plantea un desafío; la mala solución ante esto es prohibir la innovación, mientras que la buena es revisar las restricciones existentes, eliminando aquellas que nunca tuvieron sentido
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En 1942, en Capitalismo, socialismo y democracia, Joseph Alois Schumpeter planteó un pronóstico fallido y una idea genial. Coincidió con Karl Marx, visualizando que eventualmente los países capitalistas se convertirían en socialistas; pero a diferencia de éste no por un fracaso del sistema económico, sino porque su éxito material no sería acompañado por la cosmovisión de las elites dirigentes. Pronóstico que, como se sabe, afortunadamente no se verificó.
La idea genial es la de destrucción creativa. El cambio tecnológico crea y destruye, como muestran la invención de la lámpara eléctrica, el transistor e internet, genialidades que les complicaron la vida a los fabricantes de velas, a los de válvulas y a los carteros.
¿Qué hacen los afectados por dicho cambio tecnológico? Copian la nueva tecnología, se funden o le piden al poder de turno que frene los avances. El ludismo es una actitud. ¿Las máquinas generan problemas? Rompamos las máquinas o que el gobierno las prohíba.
De todo esto me estaba acordando cuando, a raíz de los servicios que presta Mercado Pago, el Banco Central dictó no sé qué norma porque descolocaba la operatoria de las instituciones financieras. No soy un experto en dicha operatoria, pero el caso trajo a mi memoria el desafío que Uber les planteó a los taxistas que operaban en CABA y la reacción de las autoridades de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Si se inventara una nueva forma de hornear pizza, probablemente las autoridades no deberían meterse con el proceso de absorción de la novedad. En cambio, tanto en el caso de Mercado pago como en el de Uber aparece una cuestión relevante.
Ocurre que los costos de los actuales oferentes, los bancos y los taxistas, dependen de regulaciones estatales. Las cuales los encarecen. Piénsese, por ejemplo, en los costos en que incurren los taxistas en términos de patentes, seguros, etc.
Es lógico que los actuales oferentes se quejen frente a la llegada de los nuevos. Pero, tanto en el caso financiero como en el de los costos de movilidad, la acusación de “competencia desigual” no carece de fundamento.
¿Cuál es la mala solución? Prohibir la innovación. ¿Cuál es la buena solución? Revisar las restricciones existentes, eliminando aquellas que nunca tuvieron sentido, o lo perdieron con el paso del tiempo, tratando de que los nuevos oferentes paguen las restantes, como lo están haciendo quienes ya prestan los servicios.
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