Matías Piñeiro: "El dinero que gano en premios es nafta para reinvertir en nuevas películas"
Es director de cine independiente, rodó cinco films premiados en todo el mundo y es una estrella en Corea del Sur
Se divertía en clase de matemática. También miraba muchas películas. Pese a ganar premio tras premio por sus destrezas con los números, su costado más sensible lo encauzó hacia su vocación definitiva: el cine. Matías Piñeiro (33) cuenta que terminó de decidirse por volcarse hacia el séptimo arte en 1998, cuando se encontraba en Mar del Plata compitiendo en matemática, pero había otro evento que le llamó la atención. "Una fuerza interna me llevó directo al Festival de Cine que se hacía en la ciudad", recuerda. Allí decidió que se formaría como director en la Universidad del Cine.
Años más tarde, ya como profesor, tomó prestados de allí equipos para filmar El hombre robado (2007), su primer film, que fue estrenado en el Bafici y obtuvo el premio más importante del Festival de Cine Internacional de Jeonju 2008 y a Mejor Director en el Festival de Cine de Las Palmas. Luego escribió y dirigió Todos mienten (mención especial en el Bafici 2009), Rosalinda, Viola (premio Cinema Tropical a la Mejor Película Latinoamericana de 2013 y ganadora del Fipresci y del Festival de Cine de Valdivia) y La princesa de Francia (Mejor Película del Bafici 2015 y nominada a Mejor Película en el Festival de Chicago). Así logró reconocimiento nacional e internacional y, con un lenguaje propio, se conviritó en el director independiente más renombrado del país y uno de los favoritos de los críticos del New York Times.
Desde 2011 vive en la Gran Manzana con su pareja. Ganó una beca para artistas del Instituto Radcliffe de Harvard y otra para una maestría en escritura creativa en la New York University (NYU). Mientras estudia da clases de español en la misma universidad y de cine en el Massachusetts College of Art and Design y en la Universidad de Rutgers de Nueva Jersey. Sus películas y su talento lo llevaron por el mundo: México, Japón, Canadá, España, Chile, Alemania, Inglaterra y Corea del Sur son sólo algunos de los países donde se proyectaron sus historias; la mayoría, ficciones que exploran los roles femeninos en las comedias de Shakespeare o la literatura de los diarios de viaje de Domingo Faustino Sarmiento.
También da charlas y seminarios de cine, y en la ciudad de Jeonju, Corea del Sur, es furor, aunque su bajo perfil le impida admitirlo. "Esa ciudad tiene un festival que es uno de los pocos que, además de premiar a directores independientes, decide invertir en sus películas", cuenta. Y el público lo reconoce: cada vez que estrena una película allí, el festival lanza merchandising sobre él, desde afiches pegados por toda la ciudad hasta remeras con su cara estampada.
Piñeiro no filma en los Estados Unidos y no sueña con llegar a Hollywood ni realizar grandes producciones. "Ruedo en Buenos Aires. Es allí donde tengo mi equipo de trabajo y con los que me siento cómodo", dice el director que siempre pudo trabajar al margen del Incaa. ¿La receta? "Se trata de mucha suerte y de mucho trabajo. Con el dinero de los premios de los festivales le pago al equipo y filmo nuevas películas. Es nafta para reinvertir."
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