Mateo Salvatto: “La Argentina es un jugador de truco, que tiene los dos anchos y un siete, y se va al mazo”
Creó a los 17 años la aplicación Háblalo, que simplifica la comunicación de las personas que no pueden hablar o escuchar; luego fundó la empresa Asteroid, que actualmente dirige con 22 años, mientras cursa un MBA
Mateo Salvatto puede decir que a los 22 años ya creó una aplicación que facilita la comunicación con las personas que no pueden hablar o escuchar, fundó una compañía que dirige y es rentable, escribió un libro junto con su hermano y está por terminar un MBA. ¿Cómo se ve en el futuro? “Lo discuto bastante con mi psicólogo y me lo cuestiono todo el tiempo”, dice, en una entrevista con LA NACION, en donde cuenta cómo desarrolló Háblalo y fundó Asteroid, y analiza el ecosistema argentino que, pese a todas las crisis, permite que se desarrollen empresas innovadoras.
—Vamos a empezar desde el inicio. Vos participabas en competencias de robótica deportiva, ¿qué significa eso?
—La robótica deportiva es una disciplina que nació en Japón en los 90, basada en el milenario deporte del sumo, en el cual dos personas tienen que empujarse y sacarse del círculo. Es lo mismo, pero con robots autónomos, sin intervención de los humanos, y se tienen que pegar hasta que alguno se cae. ¿Viste que en Japón le ponen robótica a todo? El sumo no iba a ser una excepción. Es muy bizarro, muy fantástico, suena muy alejado, pero la Argentina tiene una liga nacional de robótica, en la cual mi escuela, ORT, tiene un equipo y empecé a participar y competir. Fui campeón argentino de robótica y después campeón internacional con un amigo en Israel. Ese hecho fue para mí un punto de quiebre en el ámbito de la tecnología: si con 17 años pudimos crear una máquina que ganó un mundial de robótica, definitivamente podemos agarrar esa misma tecnología y aplicarla para hacer algo distinto, que pueda cambiarle la vida a alguien. Así fue como nació Háblalo, gracias a la robótica que me enseñaron en la escuela.
—Gracias a la robótica y gracias al trabajo de tu mamá, que es profesora de personas con sordera...
—En 2016 me recibí de técnico en electrónica y pensaba: tenemos tecnología para poner un rover [vehículo motorizado] en Marte que, mientras vos y yo estamos hablando, está sacando fotos y mandando información en tiempo real a la Tierra, pero un sordo no puede hacer una denuncia. No puede ser. Y no son 100.000 sordos en el mundo, hay 350 millones de personas. Es mucha gente que no accede a productos y servicios y derechos. Al ver el laburo de mi vieja, que se dedica a ser profesora de sordos e intérprete de lengua de señas desde antes que yo naciera, pensé en utilizar mi pasión por la tecnología para hacer algo.
—Creás Háblalo, esta aplicación que tiene 160.000 usuarios activos en 60 país y más de 200.000 descargas. Pero después fundas Asteroid con 19 años, que es la empresa que administra Háblalo. La aplicación es gratis, pero ¿cómo es rentable la compañía?
—Esa es la parte que más me divierte. Mucha gente en general tiende a pensar que somos una ONG o una iniciativa sin fines de lucro. Cuando nace Asteroid, empezamos a pensar qué queríamos hacer para proyectar nuestra empresa. Por un lado, obviamente, generar tecnologías, productos y servicios que ayuden a personas con discapacidad o alguna vulnerabilidad puntual a tener una mejor calidad de vida. Y por otro, desarrollar modelos de negocios que nos permitan hacerlas crecer en el tiempo, pero sin cobrarle al usuario final. Nosotros somos una empresa de tecnología con fines de lucro, pero con lucro consciente. Queremos generar ingresos porque sabemos que es la mejor manera de reinvertir y hacer crecer nuestro proyecto, pero pateamos el tablero en cómo lo hacemos. No le cobramos a la persona con discapacidad, no ponemos publicidad, no hacemos modelos de pago premium, sino que simplemente damos vuelta el eje y le cobramos a quienes realmente tienen la posibilidad y quienes más encuentran un beneficio en invertir. No nos tiene que dar vergüenza decir que la inclusión es una inversión, no es un gasto. Es lo que queremos transformar en el mundo corporativo. Si sos una compañía, te conviene invertir en incluir a las personas con discapacidad. Eso es lo que nosotros venimos a ofrecer: Háblalo puede hacer inclusivo cualquier mostrador del mundo, desde el sector público hasta un banco o una cafetería.
—¿Qué empresas tienen como clientes?
—Las más grandes son la cadena inmobiliaria Remax, el banco Santander y Samsung. Por ahora las operaciones son locales. Lo que buscamos con nuestro proyecto es un cambio de paradigma interesante, queremos que todos ganen: las compañías, porque obtienen un beneficio reputacional, de impacto social, diferenciación de la competencia y fidelización de los clientes; las personas con discapacidad, porque pueden obtener un servicio, producto o acceder un derecho al que antes no accedían, y los usuarios de Háblalo de todas partes del mundo porque la aplicación es gratis. Y a la vez, como si todo esto fuese poco, la inclusión en general gana porque estas empresas, al invertir en esto, elevan la vara de la importancia de la inclusión de las discapacidades comunicacionales en la sociedad. Generan un efecto contagio, que hace que la inclusión se levante en la Argentina, en América Latina y esperamos que en todo el mundo. Y obviamente nosotros ganamos porque cumplimos nuestro objetivo.
—Son un equipo de 10 personas en la empresa. Vos sos el CEO y el segundo más joven de la compañía. ¿Cómo te llevás con tener gente a cargo más grande que vos? ¿Cómo es también tu relación con los clientes?
—Bien, soy una persona muy descontracturada. Soy el CEO de la empresa, pero todos somos muy iguales. Es una compañía, por lo cual hay directivas y hay ciertas decisiones que uno tiene que tomar con el grupo societario, pero en general se trabaja de forma muy horizontal, todo el mundo tiene el mismo nivel jerárquico de opinión. Al principio era un poco más complicado, no tanto dentro de la empresa, porque confiamos mucho en la visión del proyecto y estamos muy apasionados con lograrlo, con lo cual se nos olvida que uno es más grande que otro y que estudió tal cosa, es indistinto. Pero sí un poco con la parte de los clientes. Cuando empecé a comercializar el modelo, a los 18 años, me miraban raro y me decían: “¿De qué pelotero se escapó este?”
—Ahora estás haciendo un MBA en la Universidad Austral. ¿Ahí cómo te relacionas con tus compañeros?
—Es muy divertido. Es un mix académico extraño lo mío: soy técnico en electrónica, analista en sistemas y ahora el MBA a los 22 años. El compañero más chico que me sigue tiene 29 años. Pero tengo la suerte de estar haciendo un máster en el IAE, que es una institución excelente, y desde los profesores hasta mis compañeros me incluyen. Hay muchos que tienen empresas y me dan consejos, compartimos experiencias. Se aprende mucho. Aprendí una tonelada de management, de liderazgo, de finanzas, de construcción de equipos, una locura, pero más que nada en relacionamiento humano. Son muy grosos todos, dando feedback en clase, ayudándote a resolver algo, es increíble. De las mejores decisiones que he tomado es hacer este máster.
—¿Cómo te ves hacia adelante? Tenés 22 años, ya fundaste una empresa, la dirigís, y acabás de escribir un libro, La batalla del futuro, con tu hermano, Augusto, donde ya vendieron más de 25.000 ejemplares. Estás haciendo un MBA... ¿Cómo te ves a los 25?
—Es una pregunta interesante. Lo discuto bastante con mi psicólogo y me la cuestiono todo el tiempo, porque soy muy de proyectar, de pensar qué voy a hacer de acá a cinco o 10 años. Siempre lo hice toda mi vida, pero es un poco peligroso, porque muchas veces pasa que se genera una presión. Yo igual soy muy autoexigente y siempre apunto a más. Quiero que Háblalo llegue a un millón de descargas, que Asteroid opere en toda la región, que sea una empresa mucho más grande y contrate cientos de personas. Quiero seguir tratando de agregarle valor a la gente, con todas las cosas que se pueden hacer con la tecnología. Quiero seguir innovando en estas áreas y sumar proyectos.
—¿Te ves ingresando a la política?
—No, no creo. Todo el mundo cuando tiene 22 años dice cosas que dentro de dos décadas seguramente las cambia. Pero hoy me preguntás y no creo que sea lo mío. Yo siento que puedo aportar mucho más valor desde afuera.
—Tenes un perfil en las redes sociales de mucho diálogo, donde sos de dar opiniones. Tenes más de 150.000 seguidores en Twitter y 270.000 en Instagram. Y te sigue gente de todas las edades. ¿Qué te genera eso?
—Creo que hay algo divertido ahí. Yo opino de política, porque me interesa. No la política partidaria, sino desde el punto de vista de la ciencia política. En general, cuando vos opinás de eso, la gente te tiende a decir: “Eh, este opina porque busca un cargo, porque quiere laburar”. Hay varios temas graves en la Argentina con respecto a eso. Laburar en política está muy connotado con algo malo. Obviamente no por culpa de la gente, ahí vamos a darle la derecha a la sociedad. Es por culpa de los políticos que pasa eso, pero no todos los políticos son malos; no toda la gente que labura en el Estado roba. Hay un montón de gente muy capaz, muy buena, y que la necesitamos. Yo siento que quienes construimos una comunicación en base a un laburo privado podemos agregar más valor desde afuera. Se pueden generar conversaciones. Por ejemplo, yo doy todo el tiempo la batalla de sumar la programación en las escuelas, de lo importante que es apostar por la economía del conocimiento. No soy el único, pero en Twitter hice mucho ruido con eso. Obviamente de la mano de un montón de empresarios y de gente del rubro, pero yo molesté un montón con la economía del conocimiento, con las start-ups, con los unicornios [las compañías que logran una valuación de más de US$1000 millones en poco tiempo]. Y hoy la política habla de lo importante de la economía del conocimiento. Creo que puedo aportar más desde afuera que desde la política. Que esté sentado en el Congreso no creo que le agregue valor a nadie. Aparte, cuando vos terminás sentado en el Congreso, estás representando a un partido. Ergo, con la Argentina polarizada que nosotros tenemos, automáticamente hay un 30% de la gente que ya no te quiere, por el simple hecho de que representás a ese partido. Yo no soy de ningún partido, soy totalmente apartidario y opino porque quiero que a la Argentina le vaya bien.
—A pesar de todas las crisis económicas de la Argentina, hay un potencial que se ve en la economía del conocimiento, que permite exportar servicios y generar divisas. ¿Por qué surgen tantas empresas innovadoras que crecen?
—Las empresas unicornio en general son un reflejo internacional del ecosistema emprendedor de un país. La Argentina es el país de América Latina con más empresas unicornio per cápita; más que México y que Brasil, lo cual es tremendo. Me pone contento que cada vez haya más unicornios. La Argentina es un jugador de truco que tiene los dos anchos y un siete, y se va al mazo. No canta ni el envido. Vos decís, flaco, ¿estás loco? No sabés jugar o no querés jugar.
—¿Y quién no quiere jugar acá?
—Es muy transversal. Es todo. Es muy fácil echarle la culpa al liderazgo político, pero tampoco vamos a decir que todos los empresarios son buenos. Yo apoyo al sector privado, es muy beneficioso y ampliamente importante para la situación argentina. Pero es cierto que no solo la política fomenta la corrupción, el ventajismo, saltar las reglas y demás, porque mucha parte del empresariado acompaña también. Y el liderazgo sindical también. Obviamente la política tiene que ver, porque vivís en un país en donde la carga impositiva es insostenible, más que nada para las empresas. Es muy difícil contratar a alguien y no se puede despedir. No se puede proyectar cuando cambian las reglas todo el tiempo o hay impuestos nuevos. Hay mucha incertidumbre, no tenés idea de lo que va a pasar, nunca. Es muy difícil. Pero, aun así, hay más de 11 empresas unicornio y otra cantidad que son excepcionales. Hay una división tremenda entre lo que nos dicen que la Argentina puede hacer, lo que la Argentina puede hacer y lo que la Argentina hace. Yo no me quiero quedar en la sencilla de decir “es culpa de los políticos, los empresarios y los sindicalistas”, porque todo eso es un reflejo de la sociedad. Creo que el crecimiento, no solo desde el punto de vista de lo moral y lo ético, sino del empuje, está en nosotros, no en los políticos de turno o los empresarios.
—¿Cómo es eso?
—Fijate que la mayoría de las conquistas sociales son porque la gente se agrupó y demandó cosas. La ley de la economía del conocimiento, mal que mal, fue mucho de eso. Taladrar, taladrar y taladrar todo el día en las redes hasta que salió. Mal, pero salió. ¿Fue buena? No tan buena como podría haber sido, pero sirvió. Y así con muchas otras cosas. Yo creo que los argentinos tenemos que darnos cuenta de que el poder está en nosotros, más que nada en la época en la que estamos viviendo, donde podemos instalar temas de discusión. Yo estoy seguro de que, si todos nos ponemos a hacer una marcha en la 9 de Julio para exigir que haya programación en las escuelas, y lo hacemos durante un año, eventualmente alguien lo va a establecer. La Argentina tiene todas las de ganar y pierde. No pierde porque no puede, pierde porque la hacen perder. La Argentina echa a los Messi todos los días y nos golean 5 a 0. Pero si tenés a los buenos, ¿por qué no los ponés? Nos conformamos con poco porque estamos convencidos de que podemos poco. No podemos poco, podemos un montón, y se ve reflejado en las 11 empresas unicornio. Imaginate si le pusiéramos un poquito de inversión en la educación, en las herramientas tecnológicas, en apoyar a las empresas, en bajar los impuestos... la cantidad que podrían haber.
—¿Qué sentiste cuando el senador Esteban Bullrich, quien sufre de Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), dijo que se comunica con su hija de seis años a través de tu aplicación?
—Nah, bueno... no me voy a venir a hacer el duro acá. Lloré como un marrano. Fue increíble. Yo lo sabía porque Esteban me había escrito y habíamos charlado por el uso de Háblalo. Pero cuando mi viejo me dice: “Mateo, ¡prendé la tele, poné CNN, que está hablando...!”. Puse, lo vi y casi me muero. Diariamente nosotros trabajamos con personas con discapacidad. Pero créeme que nunca te acostumbrás. Escuchar que un padre puede jugar con una hija o hacer la tarea... te lo juro. No tengo manera de explicártelo. No hay forma. Es increíble. Aparte, ¿sabés qué es lo bueno? Emprender en la Argentina no es fácil, es muy duro. Tener una pyme en este país, aunque sea tecnológica, es difícil. Es muy demandante, muy exigente y muy desgastante, física y mentalmente. Muchos días vos estás matado, no podés más, haces cuentas para pagar los sueldos... y prender la tele y ver eso: seis meses de energía. Automáticamente, 100% de batería al segundo, es impresionante.