Massa se impuso con la ropa de candidato y no tiene incentivos para volver a ser ministro
El titular del Palacio de Hacienda logró ser el candidato más votado en la primera vuelta con una receta que se basó en más cepo y emisión monetaria; a un mes del ballottage, los desafíos económicos son cada vez mayores
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Equipo que gana no se toca, dice una vieja sentencia futbolera. Con los resultados puestos y con la importante remontada de casi 10 puntos del oficialismo que representó Sergio Massa, pues entonces, ¿qué razón habría para que se modifique algo en materia económica, al menos, hasta el mano a mano de noviembre? Objetivamente, ninguna.
Si se tratase de un laboratorio, después de resultados exitosos, lo que llega es patentar el experimento. En eso debe estar Massa por estas horas.
El escenario del exintendente de Tigre en el ballottage, además como primero y gran ganador, se podría leer desde el plano político. Es verdad que quienes miren el manejo territorial del peronismo podrán concluir que este andamiaje aletargado en las PASO ahora volvió a rodar.
Pero, no hay que menospreciar las herramientas de política económica con las que contó el candidato oficialista y que no dependieron de nadie más que de su lapicera de presidente de hecho. Fueron semanas de utilización potente de los fondos públicos como nunca se vio en la historia democrática argentina. Inédito, pero efectivo.
Las semanas anteriores estuvieron marcadas por una fuerte intervención del Gobierno en todas las cotizaciones del dólar que pudo. A eso se limitó la política económica. Cepos y más cepos, construir una ficción cambiaria para mostrar una baja del dólar a cualquier precio y entregar dinero, ajeno, mediante la consagración del llamado “plan platita”.
Ya hace algunas semanas, Massa, el candidato, abrió un millonario cajero automático de la mano de los fondos públicos. El llamado “plan platita” estuvo basado en una descomunal emisión monetaria que fue directamente a los bolsillos de quienes el oficialismo decidió. Y los beneficiados, en masa, sin doble ese, fueron masivamente a comprar dólares o en su caso, bienes que están atados a la cotización de la moneda norteamericana.
La consecuencia de ese combo ya no es tema del análisis económico sino del sentido común. Los bienes demandados suben su precio y eso es lo que sucedió en las últimas semanas. Algo cambió en los últimos días. Sucede que los tenedores de esos productos que todos querían prefirieron sacarlos de las góndolas. Ni autos ni dólares en las últimas jornadas, por poner solo dos cosas que brillaron por su ausencia.
Con semejante resultado como se supone, Massa, el ministro de Economía, no tiene demasiados incentivos para ponerse el traje que dejó colgado cuando, después de las PASO, se calzó la remera de candidato.
Le tocará, una vez más, lidiar con variables e índices que no le impactan. Volverá a conocerse la inflación de un mes más y el mercado cambiario regresará a la inestabilidad. Pero, como se dijo, equipo que gana no se toca.
Allá por 2018 y sobre todo, en 2019, Mauricio Macri era tironeado por dos fuerzas de su propia coalición. Unos, los dialoguistas, le decían que abra su gobierno para sumar otras voces y claro, nuevos apoyos legislativos.
Otros, los puristas, con Marcos Peña a la cabeza, querían Pro puro. Pasaron 4 años y Juntos por el Cambio volvió a cometer el mismo error: presentó un armado en las boletas de Patricia Bullrich que es más amarillo que nunca. ¿Qué pasó? Lo mismo que entonces: perdió la elección.
Del otro lado, Sergio Massa, hizo una pésima elección respecto de aquella de 2019. Sumó 36,4% contra 48,24% de Alberto Fernández. Perdió 12 puntos, un desastre electoral cuantitativamente hablando.
Ahora bien, ¿cómo es que festeja el bunker del kirchnerismo? Simple, la división del espacio al que enfrentó, que podría definirse como el que quiere cambios.
Esto lleva a hacer un pequeño homenaje a las encuestas ya que han acertado con certeza. En decenas de encuestas de clima, los consultores de opinión pública contaron que 65/35 en algunos momentos, 70/30, en otros, la porción mayoritaria de los encuestados respondieron que necesitan un cambio.
Y eso es lo que se observó en la elección que terminó. Claro, que en la porción del 35 hay una opción, y para cambiar, cuatro. La oposición solo tenía que mantenerse lo más unida posible para frenar el quinto kirchnerismo. Hizo todo lo contrario y lo pagó caro en las urnas.
Hoy, la mayoría de los argentinos volverán a trabajar y a pagar impuestos. Mientras tanto, nada indica que el candidato triunfante escuche al ministro postergado. Vale la pena preguntarse por qué debería hacerle caso si la efectividad del candidato, con billetera ajena, fue rotunda.
Claro que las urgencias son eso, urgencias. Hasta fin de año, el Gobierno tiene que pagar US$4963 entre el Fondo Monetario Internacional con US$4162 millones; entidades como el BID o en Banco Mundial, US$560 millones, además pago de deuda pública en dólares, por otros 241 millones.
En el medio, tendrá tensiones cambiarias ya que su contrincante apuesta la demolición del peso, la moneda que el oficialismo emite con desenfreno. Pero claro, ahora hay chances concretas de que él tenga que administrar su propia herencia. Y eso es una situación muy distinta con la que deberá lidiar el candidato más votado en las elecciones.
Por ahora se sabe poco respecto de qué es lo que hará en materia económica y de ahí se desprende un sesgo que parece preparar un mayor intervencionismo estatal en la economía, además de una continuidad de restricciones, lo que significa una eliminación gradual cepo en no menos de dos años.
Del otro lado, la conocida dolarización, la eliminación del Banco Central y la poda de 15 puntos de gasto público. Los argentinos decidieron que sea el ministro que llevó la inflación a 130% el más elegido para convertirse en el salvador de lo que vendrá a partir del 10 de diciembre. Se debatirá entre status quo y cambio. Mientras, los argentinos, a trabajar y a pagar impuestos. Para ellos, nada cambió