Massa raspa la olla pero no aleja el fantasma de la devaluación
La escasez de dólares desvela al equipo económico, ya que se trata de un problema que los técnicos que rodean al ministro de Economía no pueden resolver con facilidad
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A los ponchazos, con la venta forzosa de bonos por parte de entes públicos, Sergio Massa aplacó temporalmente uno de los problemas que más lo acuciaba: el del financiamiento en pesos. Pero todavía quedan dos tanto o más importantes: el de las menguantes reservas del Banco Central y el fiscal, que lejos está de adecuarse a la meta fijada por el Fondo Monetario Internacional (FMI).
La escasez de dólares desvela al equipo económico. Se trata de un problema que la creatividad de los técnicos que rodean a Massa no pueden resolver con facilidad. En privado, hablan de la posibilidad de lanzar un nuevo dólar soja, pero saben que la cosecha de divisas que puede aportarle el campo es muy limitada. También evalúan una serie de ventajas impositivas para que sectores generadores de dólares –minería, energía– adelanten divisas al Banco Central (BCRA). En cualquier caso, ambas opciones no ofrecen garantías de éxito. En el cortísimo plazo, desde el Central miran con recelo los dólares que se gastan en la importación de servicios. Sólo en enero pasado, según datos del economista Fernando Marull, la importación de servicios demandó unos US$762 millones.
Así y todo, hay industrias con serios problemas de pagos. Es el caso de las compañías de seguros, muchas de las cuales no están pudiendo cubrir los costos de sus reaseguros en el exterior. Las empresas locales no tienen capacidad financiera para solventar grandes siniestros, por lo que es habitual que todas ellas se cubran para ello con grandes empresas internacionales. Hoy esos pagos no se están haciendo. Por lo que ya están advirtiendo que, de existir en la Argentina un accidente aéreo, una catástrofe natural o más no sea un incendio en una planta industrial grande, hoy esos siniestros no tendrían cobertura. Pese a las advertencias que hicieron en las distintas dependencias oficiales, su reclamo parece haber caído en un saco roto. Ni siquiera la superintendente de Seguros, Adriana Guida, una funcionaria que supo estar cerca de Alberto Fernandez desde que el Presidente militaba en el menemismo, salió en defensa de la industria. Paradojas de un gobierno disfuncional.
No por nada sigue el éxodo de grupos internacionales de la industria de seguros. El banco Lazard estaría buscando por estos días comprador para la aseguradora colombiana Sura, mientras que quienes conocen de cerca el mercado deslizan que los franceses de BNP Cardif siempre están dispuestos a escuchar propuestas. Los posibles compradores son siempre los mismos grupos nacionales. Nadie más parece dispuesto a asumir el riesgo reputacional de tener que financiar forzosamente a un Estado quebrado, y además tener que responder en un contexto de altísima inflación por clientes subasegurados.
Desde Economía, en tanto, saben que ya no queda tanto margen para seguir recortando las divisas para la importación de bienes, al menos, no sin profundizar de forma dramática la recesión (y la inflación). Bajo la dinámica actual, reconocen que tarde o temprano un salto del tipo de cambio podría ser inevitable. “Dentro de un paquete ordenado, una devaluación puede ser una alternativa”, reconocen en estricto off the récord. Aunque también admiten que es la última opción en el menú de un año electoral. Un gobierno plagado de internas, sin credibilidad y que además está de salida no puede aspirar a mucho más.
La resolución del problema fiscal no parece sencilla tampoco. Cerca de Massa descuentan con que deberán pedir un waiver (perdón) ante el FMI cuando se realice la revisión de las metas al primer trimestre del año. Se espera que para fines de marzo el rojo fiscal se ubique 0,2 puntos por encima de la meta pautada con el FMI, y no hay visos a esta altura de poder modificarlo. Hace algunos días, Massa debió pedirle al Central que emita unos $130.000 millones para cubrir parte del bache. Es la primera vez que lo hace desde que es ministro, pero ya no tiene margen de pedirle más, ya que cubrió con este monto el cupo habilitado por el FMI.
Como la evaluación del programa con el FMI al primer trimestre se realiza recién para fines de mayo o junio, en Economía esperan que una mejora de la recaudación vía el dólar soja u otros tipos de cambio diferenciales los ayude en el momento de la negociación con los técnicos del organismo. También en este caso piensan en una suerte de dólar soja, pero a cuenta de la cosecha de 2024, lo que significaría una suerte de adelanto de impuestos futuros por exportaciones que aún no se realizaron. “No es tan grave pedir un waiver si después mostramos una dinámica que mejora”, dice la fuente, casi en modo zen.
Entre los técnicos del FMI hay gran malestar con la Argentina. No por nada no dejaron trascender aún cuál es la nueva meta de reservas que le fijarían al país. “Los técnicos no pusieron un número porque quisieron dejarse margen para discutirlo con el directorio del Fondo. No quisieron poner algo que después no pasara”, explicó una fuente diplomática. La reunión del directorio del organismo está prevista recién para el viernes de la semana que viene. Entre los países miembros, sin embargo, reconocen que no hay margen para soltarle la mano al país, por más críticas que tengan a la gestión de Fernández. “Hay dos motivos que sostienen a la Argentina: por un lado, su rol internacional como proveedor de alimentos. La primavera árabe se desencadenó a partir de una suba del precio del trigo. Nadie quiere eso ahora. Menos con la guerra en Ucrania a pleno. Por otro lado –resume la fuente–, el país tiene un peso relativo enorme en la cartera del FMI. El FMI no puede permitirse un default de un país de ingresos medios, como la Argentina, porque la señal para los países de ingreso bajos es pésima”.
La realidad es que los números que arroja la macro son cada vez peores y una de las grandes preocupaciones del equipo técnico que rodea a Massa es cómo hacerle entender a la política lo delicada que es la situación. En el kirchnerismo por ahora la decisión es seguir apoyando al ministro. La falta de candidatos propios que puedan adornar las listas de agosto hace que a Massa todavía le quede alguna vida a los ojos de Cristina Kirchner. Así, la culpa de que el Gobierno tenga que echar mano –una vez más– al dinero de los jubilados no es del ministro de Economía, sino del FMI, que “es más duro con Alberto que lo que fue con Macri” –aseveran– o del propio presidente Fernández “que no supo plantarse ante el Fondo”. “Alberto debiera conseguir que el Fondo al menos dilate sus revisiones hasta después de las elecciones. Al Presidente se le reclama un liderazgo en la negociación con el FMI que no está mostrando”, dice un hombre que conoce de cerca el pensamiento del Instituto Patria. Algunos sueñan con que el miércoles próximo, en su postergado encuentro con el presidente norteamericano, Joe Biden, Alberto Fernandez muestre los dientes.
Sólo así se justifica el silencio de muchos hombres y mujeres del kirchnerismo más ortodoxo ante la liquidación de bonos en dólares de la Anses. “Si a la actual oposición (gobierno 2015/2019) les preocuparan los y las jubiladas de ayer, de hoy y de mañana, no nos hubieran endeudado hasta los huesos con el FMI en US$ 50.000 millones para que se la fuguen los cuatro vivos de siempre. #FueMacri”, twitteó el miércoles la senadora por el Frente de Todos Juliana Di Tullio, una de las más fieles representantes del pensamiento de Cristina.
Es necesario buscar algún enemigo externo a quien echarle a culpa de las penurias económicas. En las próximas semanas, no habrá buenas noticias. A la falta de dólares y los temores de una devaluación se sumarán datos de inflación todavía más aterradores que el 6,6% de febrero pasado. Marzo vino con fuertes aumentos de cuotas de colegios, textiles, y carne. En abril y mayo es de esperar que haya ruido en los bancos a medida que venzan las financiaciones que se dieron en el campo contra la cosecha (sobre todo, vía las tarjetas de crédito de agro).
El malestar de los consumidores es palpable. Ya no basta con privatizar la salud, la educación, la seguridad y hasta la energía para tener una vida apacible. La intervención del Estado ha logrado que quienes gozan de una prepaga o de una obra social tengan que pagar un plus para conseguir turnos con sus médicos, que cobran copagos “blue” para tener un ingreso digno. La mano del Estado, y no del mercado, también ha logrado que los consumidores tengan que convalidar valores irrisorios en dólares para un sinfín de productos. Quizás el caso de los automóviles cero kilometro sea el más llamativo. En sintonía con el modelo, esta semana el gobierno aumentó los aranceles a las notebooks y tabletas importadas, revirtiendo lo hecho por Macri en 2017. Algunas de las empresas beneficiadas fueron las primeras en aumentar sus precios a posteriori de la medida. En el país de los unicornios tecnológicos, se encarece el principal insumo de la industria. No debiera sorprender; es el mismo país en el que las importaciones se subsidian a un tipo de cambio ficticio y las exportaciones se castigan con retenciones.
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