Más que un súper ministro, se necesitan ideas y planes para salir del estancamiento
Carlos Menem tuvo que enfrentar una hiperinflación y un Plan Bonex para entender que no había futuro sin reformas estructurales. Tomó entonces la propuesta de Domingo Cavallo de pasar al Ministerio de Economía con un planteo estructural que incluía un plan para contener la inflación.
Pero no era lo único que el cordobés tenía en mente, y para eso pidió la suma del poder en todo lo que tuviera que ver con lo económico. A lo largo de la historia democrática, siempre quedó claro que, más allá de concentrar el poder de decisión, lo importante para lograr los objetivos es qué tipo de medidas o planes son necesarios y un gobierno que esté dispuesto a llevaros adelante. Para lo cual, además, requiere el mayor apoyo político posible.
Con la llegada de Cavallo el ministerio pasó a ser de Economía y Obras y Servicios Públicos y contenía en su interior las áreas de Energía, Transportes, Industria y Agricultura y Ganadería, con el formato de secretarías. Y cada uno de esos funcionarios respondía sin dudar a su jefe.
Había allí una coherencia adicional: por su formación, Cavallo pudo darle consistencia interna a cada una de las decisiones que se fueron tomando, evitando en general el desgaste del “prueba y error” que sufren los gobiernos cuando no analizan los efectos colaterales de las medidas que se toman. Tal vez una ventaja comparativa de ser un economista profesional.
“Mingo”, como lo siguen llamando sus más cercanos, había desarrollado equipos en la Fundación Mediterránea y desde allí trajo a buena parte de sus funcionarios. También, como seguramente hará ahora Sergio Massa, colocó tropa propia en otras áreas y organismos, a saber, el Ministerio de Trabajo, las direcciones General Impositiva y de Aduanas (antes de que se unificaran en la actual AFIP) y la Anses.
Aunque no era estrictamente parte de su equipo, la política monetaria del Banco Central fue coordinada bajo la dirección de Roque Fernández, un hombre del CEMA, pero que coincidía en muchos aspectos con Cavallo. Y dos aspectos de fundamental importancia: el Presidente le dio carta abierta a su ministro para actuar, con todo su respaldo político. Con ese apoyo, Cavallo pudo instrumentar el régimen de convertibilidad del peso (el emblemático 1 a 1) y profundizar las reformas y desregulaciones en las anquilosadas estructuras del Estado. Así se privatizaron los servicios de gas y de electricidad y se desregularon el transporte y una serie de actividades comerciales.
Antes como canciller, Cavallo había hilvanado el proceso de renegociación de la deuda externa argentina, encuadrado en el llamado Plan Brady, que consistía básicamente en un canje de deuda por activos estatales, como vehículo para su privatización. El “moño” final se lo pondría ya como mandamás de Economía.
Después, Presidente y ministro se enamoraron de sus criaturas y no supieron o no quisieron (al menos, Menem) profundizar las reformas y los ajustes en el sector público y plantear un esquema de salida de un régimen que empezaba a dar signos de agotamiento. Cavallo renunció al ver que perdía inexorablemente el poder. Volvería a ejercerlo brevemente en los meses de agonía del gobierno de Fernando de la Rúa hasta que estallaron la convertibilidad y el gobierno.
Desde entonces los sucesivos mandatarios optaron por diluir el poder del manejo económico en varias cabezas. Siempre hubo fuertes competencias internas entre los respectivos funcionarios, con las consecuentes dificultades para aplicar cualquier medida. Mauricio Macri no sólo no achicó si no que sumó ministerios del área económica, y la convivencia dejó bastante que desear.
Este brevísimo repaso para señalar que la Argentina viene sufriendo los mismos males desde hace demasiado tiempo y la situación hoy no se ve muy distinta.
Alberto Fernández lo vive en carne propia, y potenciado porque tiene la principal oposición dentro de su mismo gobierno.
En este esquema de poder, y con los fuertes condicionantes de la pandemia, primero, y los efectos de la invasión de Rusia a Ucrania, después, nadie parece dispuesto, al menos hasta ahora, a pagar los costos políticos de las medidas que se necesitan para intentar, al menos, encarrilar la economía.
Sergio Massa ya tiene lo que pidió: un súper ministerio. ¿Tiene todo el apoyo político, tiene un plan para encarar los difíciles desafíos que deberá enfrentar? Su convivencia con Cristina Kirchner, tal vez el eje más poderoso de la coalición gobernante, no suele ser muy amigable, aunque ahora dio su venia para que avanzara el cambio. Sí es una incógnita cuál será su postura si el tigrense decide aplicar medidas incómodas a las posturas habituales de la vicepresidenta. Silvina Batakis había anticipado que vienen tiempos de ajuste fiscal, y el pragmatismo de Massa parecería ir por el mismo lado.
Los tres ministerios que suma bajo su mando le permitirán controlar la “caja” del Estado, las cuentas públicas y parte del flujo de divisas, el otro frente más complicado. Allí será fundamental la coordinación con el Banco Central. Al menos hasta anoche, el “albertista” Miguel Pesce seguía en su cargo.
“La situación en la Argentina es muy preocupante”, dijo el economista jefe del FMI, Pierre-Olivier Gourinchas, en su última conferencia de prensa en Washington. Y advirtió que “reducir la inflación a un nivel más estable... tiene que ser la prioridad absoluta para el país”. Primera tarea, frenar las expectativas que ubican al índice de precios en torno al 90% para este año.
“Un programa de estabilización en estas circunstancias requiere una devaluación para achicar la brecha cambiaria. Para limitar la pérdida de reservas hace falta cerrar esa brecha. Pero la devaluación no está sobre la mesa de trabajo”, analizaba anoche una de las economistas más escuchadas por el mercado. Sucede que el BCRA operó fuerte en el mercado de dólar futuro (se habla de contratos por unos US$4000 millones) con vencimientos para agosto y septiembre. El costo para la entidad sería multimillonario. Además del temor sobre el traslado de esa devaluación a precios.
¿Avanzará entonces un desdoblamiento cambiario? Los que lo tratan a diario dicen que “Pesce no quiere ninguna de las dos cosas. Si se toma alguna de ellas, él se va a ir”.
Quedan varios capítulos por escribirse de esta historia.
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