Martín Redrado: “Para darle credibilidad a la política cambiaria, hay que empezar a salir artesanalmente del cepo”
El economista y expresidente del Banco Central afirmó en un diálogo con LA NACION que le hubiera gustado un equilibrio fiscal sostenido por nuevas leyes; evaluó que, tras una etapa de “descalabro”, los precios se están ordenando a través de una “profunda recesión” y dio su visión sobre las reservas y sobre cómo lograr que crezcan con más exportaciones
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“En todos lados a dónde vas te preguntan por la historia de su fracaso”, dice el economista Martín Redrado, expresidente del Banco Central, al analizar el devenir económico de la Argentina y el estancamiento que lleva más de una década. “Y ha sido una historia de exceso de gasto y exceso de endeudamiento”, resume el economista, quien agrega que el país suscita “interés y curiosidad” internacional por la figura de Javier Milei.
“Hay una línea de continuidad en Occidente con el fenómeno del desencanto de haber aumentado la desigualdad entre los que más y los que menos tienen. Y si uno se va un poco más atrás en el tiempo, con Donald Trump, con el Brexit, o con el caso de Giorgia Meloni en Italia, los países buscan gente de fuera de la política, porque la política no ha dado soluciones en términos de satisfacer las necesidades de una mejor calidad de vida de la gente en las democracias. Y la Argentina no escapa a eso. La curiosidad en este caso es si este outsider puede sacar al país de esta historia crónica de fracaso que ha tenido”, plantea el director de Fundación Capital, un centro de estudios económicos fundado en 1994l. “Se ve curiosidad y es una buena condición, pero todavía eso no se transforma en inversión. La clave, después de todo, es cuánto empleo generaste a tu gente y cuántos dólares genuinos de exportación le generaste a la economía”, completa.
Redrado estudió Economía en la Universidad de Buenos Aires ehizo una maestría en Administración en la Universidad de Harvard. Se especializó en finanzas y economía internacional y desde 2019 dirige la maestría en Bancos Centrales en la Asia School of Business en Malasia. Fue secretario de Comercio y Relaciones Económicas Internacionales entre 2002 y 2004 y presidente del Banco Central entre 2004 y 2010.
–¿Qué análisis hace de estos primeros meses de gestión del Gobierno?
–Primero hay que enfatizar el descalabro económico que encontró este gobierno: pobreza, distorsión de precios relativos, desigualdad, inflación, caída de exportaciones. Primero es ver de dónde partimos. Yo estoy convencido de que gobernar es priorizar y hay que fijar prioridades. Y la prioridad, a mi entender, era estabilizar la economía y plantear una estrategia de crecimiento. Y en la estabilización de la economía, lo más a favor que tiene el Gobierno es haber instalado el concepto de equilibrio fiscal que hoy tiene la calle. La frase ‘No hay plata’ la entendemos todos. Después del despilfarro que hubo, el haber saqueado al Banco Central... a veces uno explicaba y era algo lejano a la gente. Me parece importante que cualquier político que llegue hacia adelante no va a poder ir hacia atrás en ser un gastomaníaco o en endeudarse libremente. Hay un punto importante. La segunda pregunta es la de la sustentabilidad.
“En materia de estabilización de la economía, lo más a favor que tiene el Gobierno es haber instalado el concepto de equilibrio fiscal que hoy tiene la calle”
–¿Y cómo analiza el camino de ese equilibrio? Hasta el FMI advierte por la “calidad” del ajuste...
–Me hubiera gustado que el equilibrio fiscal estuviera focalizado en leyes. En lugar de tener una ley con 650 artículos, hubiera tenido una ley de desindexación de todas las variables del gasto público y que plantee un presupuesto plurianual a cuatro años con metas específicas trimestrales, en donde cada ministros, por ley, rinda cuentas frente al Congreso de cuánto está ejecutando de gasto. Porque lo que le faltó a este programa de emergencia fue anclar expectativas. Cualquier programa económico que tiende a enfrentar este descalabro necesita un ancla. Y un ancla no significa control de precios, sino tener seteadas las expectativas, que en algunos casos es con el tipo de cambio, como en la convertibilidad, o en otros casos está la cantidad de dinero o el ancla fiscal, que lamentablemente se ve expost, es decir, una vez que se cumple. El gasto público implica 42 puntos del PBI y el desafío es la reducción a 25. Y una estrategia de desindexación hubiera seteado expectativas del sector privado, balizando el camino. Y hubiera sido lo mejor. Porque lo que tuvimos en los primeros meses fue un descalabro de precios, que ahora se están ordenando fundamentalmente a través de una profunda recesión. Desde el punto de vista fiscal, la clave para darle precisamente consistencia social a lo que señala el FMI es que la Argentina no puede tener un 40% de su economía en la informalidad.
–¿Y cómo se aborda eso?
–Obviamente no vamos a llegar a un 100% de formalidad, pero tenemos que generar los instrumentos para la formalización del empleo, de la pequeña y mediana empresa. Lo principal es una ley de estabilización macroeconómica y una revolución impositiva, con realmente poner el foco en una verdadera transformación impositiva que baje la carga impositiva, pero que amplíe la carga de tributación. Específicamente, reducir aportes patronales para los nuevos empleos durante dos años, o tomar aportes patronales a cuenta de Ganancias, y de esa manera ampliar la base de tributación. Eso permitiría generarles a las pymes incentivos de acceso al crédito, ahora que aparece de nuevo el financiamiento en pesos en largo plazo. Y también incentivo para la inversión en tecnología.
–Hay quienes dicen que, más allá de lo fiscal, falta un “plan de estabilización”. ¿Qué opina?
–Tenemos un programa de emergencia. De hecho, las metas fijadas son hasta fin de año. Y lo fundamental en economía es dar un horizonte. No puede haber un proceso de crecimiento económico si no le das una perspectiva al sector privado de cuáles son las variables que va a enfrentar en los principales costos: financieros, laborales, de logística. Eso todavía no está claramente seteado. Sí está claro es que el Gobierno ha preferido un programa de emergencia, reacomodando precios relativos. Tenemos metas con el FMI que hay que replantearse de acá a fin de año, con lo cual va a surgir un programa que debe ser de estabilización y crecimiento. Yo plantearía las dos cosas en conjunto, con un sendero de crecimiento basado en lo productivo y federal y que sobre todo haga hincapié en la innovación.
“Me hubiera gustado que el equilibrio fiscal estuviera focalizado en leyes; hubiera tenido una ley de desindexación de todas las variables del gasto público”
–Mencionó la inversión en tecnología, ¿cómo ve el tema en el país?
–Plantearía que toda empresa que invierta en investigación y desarrollo tenga un premio impositivo. Israel, que muchas veces se toma como un modelo en materia de estabilización o de visión productiva, hoy invierte 4 puntos del PBI en investigación y desarrollo, y la Argentina, solo 0,5 del producto. Y esto Israel lo hizo con incentivos impositivos y también con los institutos gubernamentales, con políticas procíclicas: con más crecimiento, más inversión en I+D. Creo que eso es lo que falta.
–¿Cómo analiza la política cambiaria del Banco Central?
–Yo siempre digo que uno no puede mirar al dólar solo y la idea de hacer un overshooting del tipo de cambio sin tener un programa fiscal. Yo hubiera avanzado con un programa de desindexación de la economía, que le hubiera dado confianza a cualquier estrategia cambiaria de corto plazo. También hubiera ido de movida el 10 de diciembre con una reforma a la Carta Orgánica del BCRA, cambiando un solo artículo: eliminar el artículo 20, que significa que no hay más adelantos transitorios, no hay más emisión monetaria, pero eso respaldado por ley con las dos cámaras del Congreso. Eso no solo hubiera marcado la voluntad férrea del Presidente, sino que también le daría perdurabilidad. Y que te crean, internamente y en el exterior, que la única emisión es por el sector externo, para fortalecer reservas que dentro del desastre habían quedado en US$11.5000 millones negativos. En ese contexto, hubiera sido más creíble el salto cambiario que se dio. Porque lo primero que estuvo en discusión era qué perdurabilidad iba a tener el crawling peg al 2%, sobre todo con una inflación tan alta. Se cuestionó mucho eso y no sirvió en un principio. De todas formas, es fácil hablar desde acá. Hay que estar ahí.
–Dijo que este esquema es de emergencia. ¿Cómo ve la situación?
–Está claro que estamos en un esquema de transición y ahora el Gobierno fijó una prioridad en materia de política económica, que es bajar la tasa de inflación, y usar todos los instrumentos fiscales, monetarios y cambiarios, con el objetivo de generar, diría como un triunfo técnico y político, una baja sustantiva y permanente de la inflación. Está claro que no modifica la política cambiaria, y lo que hay que preguntarse es cómo se sustenta esa política cambiaria; si queremos entrar en un proceso de normalización y crecimiento hay que salir del cepo cambiario. Y está claro que las restricciones han permitido acumular reservas, licuar el pasivo del Banco Central y tener el dólar contado con liquidación prácticamente sin movimientos. Y lo que hay que empezar a hacer también para darle realismo y credibilidad a la política cambiaria es empezar a salir artesanalmente del cepo. No se puede salir de un día para otro, pero sí ir sacando medidas por medidas para ir en un camino de normalización. Seguramente se está pensando hacer esto después de la cosecha gruesa, que es en julio, pero siempre es bueno anticiparse y clarificar expectativas antes de entrar en la etapa de mayor astringencia en términos de ingreso de divisas.
–¿Qué observa en cuanto al nivel de las reservas?
–Cuando se mira el incremento de reservas brutas después del último pago al FMI ha sido de US$7000 millones. Mejoraron las reservas netas porque se le ha pagado al Banco de Basilea. Pero está claro que en las distintas restricciones, cuando uno toma la deuda con el Bopreal, el acumulado por cuotificar el pago de las importaciones que generó una deuda de US$10.500 millones, obviamente en un esquema recesivo con una caída fenomenal de las importaciones, uno puede decir que gran parte de eso se puede compensar sobre el final del año. De todas maneras, está claro que el aumento de las reservas ha sido con anabólicos. Todo es pari passu, con un proceso que debería ser virtuoso de acumulación de reservas. Además, por supuesto, la Argentina en algún momento deberá volver a un mercado voluntario de capitales y, por lo tanto, deberá ir canjeando sus pasivos. De hecho, cuando uno mira los números, y ahora voy al Tesoro, la deuda privada es de US$8000 millones, más lo que tenemos con el FMI, y está claro que la Argentina necesita, diría a partir de principios de 2025, empezar con operaciones de canje voluntario para aliviar el peso de deuda.
“La Argentina tiene que acumular reservas exportando más, y en esto también hay una materia pendiente; hay que integrar la política económica con la internacional”
–¿Cuál es el camino para generar dólares?
–La Argentina tiene que acumular reservas exportando más. En esto también hay una materia pendiente. Y aquí es donde me gusta integrar la política internacional con la política económica para ganar nuevos mercados, mirando a los no tradicionales. Ya se debería estar negociando un acuerdo sobre minerales críticos con los Estados Unidos, que nos permitiría ingresar en la ley de Reducción de Inflación para acceder a beneficios. En la Argentina no hablamos de India, Vietnam, Arabia, mercados que son una oportunidad. La acumulación de reservas tiene que ir de la mano del crecimiento del comercio internacional.
–¿Y qué efecto tiene en eso el proceso de apreciación cambiaria?
–Estoy convencido de que Argentina tiene que descommoditizar su producción y entonces no podemos pensar solamente en el factor tipo de cambio. Si la salida de la Argentina fuera devaluar tendríamos la mejor economía del mundo. Está claro que el camino es mejorar su competitividad y acceder a nuevos mercados con productos innovadores, que integren la economía del conocimiento con las industrias tradicionales. Cuando se puede generar una simbiosis entre diseño, servicios de programación y demás, hay un producto ganador. También hay que transformar la estructura de costos. Hay altos impuestos a al trabajo, y mientras los salarios de bolsillo no son altos, sí lo son los impuestos; tenemos altos costos financieros producto de la inconsistencia fiscal, de no tener actividad en los mercados internacionales de capitales, y de no tener ahorro a largo plazo en pesos. Y otro costo ignorado en estos días es el de la logística y el transporte. Y hablando de la coyuntura, ya tendríamos que estar licitando la hidrovía.
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