Martín Redrado: "No me preocupa el tipo de cambio actual, sí la velocidad del salto"
Como funcionario de los cuatro gobiernos del peronismo que hubo desde 1983, Martín Redrado tiene una amplia visión sobre la economía y la política. En un reportaje con LA NACION en la oficina de la Fundación Capital, que dirige, el expresidente del Banco Central, de 56 años, dijo que "se terminó la etapa de enamoramiento del mercado con Macri y empezó la de pedir cuáles son los números". Además, opinó que la política cambiaria es confusa y que el BCRA, con sus últimas intervenciones, no mostró la autoridad suficiente como para transmitir firmeza en el mercado; negó que el país esté en una situación parecida a la de 2001 y dijo que es "selectivamente optimista" sobre el crecimiento económico.
-El expresidente Duhalde planteó hace pocos días que el escenario actual se parece al de 2001. ¿Es así?
-No hay ningún fundamento técnico para expresar que la Argentina está frente a una situación como la de 2001. Los datos más claros son la deuda en dólares con el sector privado, que es del 27% del PBI, muy lejos de la situación de 2001; además, no hay descalce entre activos y pasivos, ni en las empresas ni en las familias. El sistema financiero tiene niveles de liquidez y solvencia superiores a los requeridos a nivel internacional. Tampoco hay descalce de monedas en el sistema financiero, que ahora actúa como amortiguador de cualquier crisis. Además, los precios de los productos que exporta la Argentina superan en 300% a los registrados en ese momento y la situación internacional es muy diferente, con una hiperliquidez en todo el mundo. Es verdad que empieza a haber una corrección en las tasas de interés, pero siguen siendo mucho más bajas que en aquel entonces. Por lo tanto, el Gobierno tiene tiempo, y la pregunta es si lo aprovechará o no.
-Desde las elecciones el Gobierno se planteó un "reformismo permanente". Por lo tanto, ¿está aprovechando el tiempo?
-Más que reformismo, veo el programa económico en una actitud de recalibrarse en forma permanente. La realidad desde el Gobierno se ve en compartimentos estancos. Quizás el mayor cambio haya sido salir del ancla de la tasa de interés que se utilizó en forma equivocada durante mucho tiempo. La ventaja que tiene este gobierno es que escucha y corrige, como se observa con el tipo de cambio. A la vez, después del cambio de la meta de inflación, da la sensación de que ahora el ancla es salarial y eso generará un freno al consumo. Hay que salir de la discusión de gradualismo versus shock, porque el shock se aplica solamente en momentos de crisis, como en la hiperinflación en la Argentina. Y hay dispersión: el gasto público muestra un crecimiento muy desparejo y la expansión de dinero está en el 31% interanual, no por culpa del Banco Central, sino por la emisión de deuda por parte del Tesoro.
-En la medida en que vaya cumpliendo con la meta de déficit fiscal, ¿no se disipará la incertidumbre sobre el mediano plazo?
-No solo la meta fiscal; también debe haber certidumbre sobre la monetaria y de ingresos del sector público. Todas las políticas deben converger en una misma dirección.
-¿Está de acuerdo con que se haya dejado subir el dólar, o es equivocada la volatilidad?
-La política cambiaria es confusa; es muy bueno darle volatilidad al tipo de cambio, pero en la Argentina el traslado a precios es alto, a diferencia de Brasil, Perú o Chile, por el alto componente de insumos importados. No es irrelevante recordar que, como dijo Daniel Heymann, estamos en una economía en transición y estas medidas agregan ruido en esta etapa. No me preocupa el nivel de tipo de cambio actual, sí la velocidad del salto. Porque además se suma a la incertidumbre generada en el mercado por el cambio de la meta de inflación a fines de 2017. Tampoco es muy clara la política de intervención cuando está a cargo del Banco Nación, que no tiene experiencia en esta materia.
-¿Qué opina sobre las intervenciones del Central de esta semana en el mercado cambiario?
-No fueron intervenciones claras, porque solo buscaron mantener el tipo de cambio en el nivel en que estaba; el Central no mostró la autoridad suficiente como para demostrar firmeza en el mercado. Claro está que tiene la capacidad de hacerlo con 61.000 millones de dólares en reservas, así que no estamos frente a una corrida. Fueron intervenciones tímidas y que generan mayor demanda de divisas. Si la visión del organismo es que hay un cambio de portafolio y se quiere castigar a los que hacen carry trade, el Central debe comunicarlo.
-¿Se terminó el enamoramiento de los mercados con Macri?
-Se terminó la etapa de enamoramiento y empezó la de pedir cuáles son los números. Ya se alcanzó el valor promedio de los activos de la región. Y hay preocupación por los déficits gemelos, en un contexto de mayor incertidumbre internacional. De todos modos, creo que la preocupación sobre la inflación mundial está sobreestimada, porque no toma en cuenta el impacto positivo del aumento de la productividad.
-¿Y qué opinan los inversores sobre la política económica?
-Esta política está muy jugada a la inversión, pero hay que atender también la situación del consumo y del sector externo, porque cuando alguien llega a un país pregunta cómo están esos tres sectores, y todos deben estar sólidos.
¿En la preocupación de los inversores entra quién será presidente desde fines de 2019?
-Hay muchas preguntas sobre el escenario del año próximo y les gustaría ver una oposición racional para que pueda cambiar el partido de gobierno pero no el rumbo, en un sistema de balances y contrapesos. Quieren saber qué hay más allá de Cristina Kirchner, con dos partidos que transiten por una misma avenida en materia de política económica, más allá de que tengan matices.
-¿Prefieren que siga Macri?
-Por lo menos les da mayor previsibilidad, frente a una alternativa que todavía resulta desconocida.
-¿Qué desenlace puede tener la negociación del Mercosur con la Unión Europea?
-Hay que abrir mercados donde hay complementación productiva con la Argentina, y la Unión Europea es competitiva, no complementaria. El Gobierno debe colocar fichas en varios mercados a la vez, por ejemplo, en el sudeste asiático. Frente al fracaso del esquema multilateral, hay que buscar acuerdos sectoriales, más que grandes convenios que son difíciles de cerrar.
-Si abriera más mercados, ¿el país tiene oferta exportable suficiente para ganarse un lugar?
-En algunos nichos sí. No solo se trata de exportar grandes cantidades, sino de ocupar espacios en biotecnología, fertilizantes y productos químicos, entre otros. El vino también debe ser aprovechado. También hubo mucho secretismo en las negociaciones comerciales, sin abrirse a que el sector público y el sector privado negocien juntos.
-¿Cómo debería posicionarse la Argentina frente a la política proteccionista de Trump?
-Hay que trabajar caso por caso. Trump ha dicho que busca un comercio libre y justo, y se ve a sí mismo como un gran negociador de su país. Se ha salido de la esfera multilateral y ahora las negociaciones son uno a uno. Creo que la posición argentina en el tema del biodiésel ha sido muy ingenua: se pensó que la resolución era política y no técnica. El Gobierno mostró falta de conocimiento sobre la burocracia del Departamento de Comercio de los Estados Unidos. De todos modos, una cosa es la retórica y otra es la práctica de la política comercial norteamericana: se están planteando más exigencias, pero no un cierre de mercados. Esto exige estar más entrenados en los números finos.
-Conoce bastante a Macri, ¿cree que entiende los desafíos que tiene en materia económica?
-Lo conozco desde 1992. Macri entiende los temas, pero me gustaría ver una visión más integral de la realidad. El Gobierno se ha dado cuenta de que tiene que coordinar, pero le falta convergencia y tomar menos deuda en el exterior. La ventaja es que Macri es un gran pragmático y toma las ideas más adecuadas para cada momento, sin pruritos, como se ve en el impulso a la energía renovable. Por eso, ¿cómo le está yendo a la Argentina? Hay que ser selectivamente optimista: les va bien a los sectores energético, telecomunicaciones, minería, infraestructura, construcción, tecnologías de la información, bancos y parte del agro.