Mario Monti desafía a Alemania en un esfuerzo para salvar el euro
Durante una cumbre europea en junio que duró toda la noche, Mario Monti le dio un inesperado ultimátum a Angela Merkel: bloquearía todos los acuerdos hasta que ella accediera a intervenir para reducir los costos de endeudamiento de Italia y España.
La canciller alemana, quien durante los últimos dos años ha llevado la voz cantante en los temas relacionados al euro, no está acostumbrada a estar a la defensiva. "Esto no ayuda, Mario", le advirtió, según varias fuentes. Los líderes europeos se encontraban en el quinto piso de la sede de la Unión Europea en Bruselas y estaban a punto de tomar un descanso para cenar. "Lo sé", le contestó el primer ministro italiano.
La confrontación de nueve horas entre Italia y Alemania esa noche se tradujo en un compromiso que no era exactamente la acción radical que pretendía Monti, pero ayudó a pavimentar el camino hacia una posible intervención del Banco Central Europeo (BCE) para estabilizar los mercados de bonos de España e Italia, un paso altamente riesgoso que podría ser la última oportunidad de Europa para salvar su moneda común.
El conflicto ítalogermano también pone en evidencia una profunda brecha filosófica en la zona euro: ¿son las dolorosas reformas y los planes de austeridad en países como Italia y España suficiente para restaurar la confianza en el euro, tal como asegura Alemania? ¿O necesitan el respaldo financiero colectivo de Europa mientras enderezan sus economías, tal como argumenta Monti?
La pregunta aún no tiene respuesta. La fuga de los inversionistas de Italia y España amenaza a ambos países con un colapso financiero. Los mercados dudan que la moneda común de Europa sobreviva en sus fronteras actuales. Alemania sigue escéptica de cara a una amplia intervención del BCE en los mercados de bonos soberanos, ante el temor de que aliviaría la presión para que los países en aprietos reformen sus economías.
La semana pasada, el presidente del BCE, Mario Draghi, decepcionó a los mercados al no tomar medidas inmediatas. Pero aseguró que la entidad "podría" comprar pronto bonos de los países más golpeados por la crisis y que cumplen ciertas condiciones establecidas por las autoridades europeas.
"Si fuera Draghi, me sentiría moral y políticamente protegido a la hora de emprender medidas drásticas en el momento oportu-no" gracias al resultado de la cumbre del 28 de junio, dijo Monti en una entrevista poco después.
Monti no se refirió a la condición que Draghi impuso al rescate del BCE, que Italia y España soliciten primero ayuda para el mercado de bonos al fondo de rescate de Europa y que cumplan una serie de promesas de política económica. Dicha iniciativa podría resultar políticamente arriesgada para Roma y Madrid, ya que sería interpretada como una pérdida parcial de soberanía nacional.
Tres años después de que estallaran los problemas financieros en Europa, Monti, un profesor de economía de 69 años que en noviembre pasó a encabezar un gobierno tecnócrata, se ha convertido en el mayor detractor del enfoque alemán a la crisis del euro.
Durante sus nueve meses en el poder, Monti ha introducido una gran cantidad de reformas económicas, cumpliendo una promesa que Italia hizo el año pasado a sus socios europeos y al BCE. Sin embargo, la demanda por sus bonos se está secando, lo que allana el camino hacia un desastre financiero que Europa no podría contener.
Monti insiste en que si las autoridades europeas no hacen nada para reducir los costos de endeudamiento a niveles razonables, Merkel "corre el riesgo de encontrarse ante un Parlamento italiano que repudie Europa, la estabilidad monetaria y el euro".
Merkel, a través de su portavoz, declinó comentar para este artículo. Sin embargo, altos funcionarios alemanes reconocen que Monti tiene algo de razón. Los inversionistas huyen de la deuda italiana y española, a pesar de que Roma y Madrid reforman sus economías. Eso quiere decir que Europa necesita hacer más para ayudar a sus atribulados socios del sur. Pero la cautelosa canciller teme que una amplia intervención en el mercado de bonos podría desencadenar una reacción política negativa en Alemania, además de que podría resultar infructuosa, según personas cercanas.
Monti es una anomalía en Europa: es un líder no electo que debe imponer cambios poco populares que los políticos del país no se han atrevido a hacer. Además, depende de la tolerancia de los principales partidos de Italia y no cuenta con una base de poder, aparte de su credibilidad personal.
Como director antimonopolio de Europa a principios de la década del 2000, se ganó una reputación como promotor de la competencia. Especialmente notorio fue el caso de Microsoft. En Italia, trata de poner fin a sectores protegidos, como las farmacias y las notarías, y diluir lo que considera una influencia desproporcionada de los lobbys y los sindicatos en la polí-tica nacional.
El carácter tranquilo y disciplinado de Monti lo convierten en un estadista cauteloso y no el líder revolucionario que muchos esperaban, asegura Alberto Alesina, un profesor de economía de la Universidad de Harvard que estudió con Monti. "Es lo mejor que tiene Italia ahora mismo. Pero no es un radical. Es alguien que busca el compromiso".
Esos compromisos arrancaron hace unos meses, cuando sus medidas de austeridad golpearon de lleno el consumo y arras-traron a Italia hacia una recesión más profunda. Los partidos políticos temían que apoyar a Monti perjudicaría su imagen entre los votantes, sin ganar tampoco nada en los mercados.
Monti diluyó la legislación para liberalizar el sector de servicios. Lanzó una ambiciosa reforma laboral que facilita los despidos y amplía el alcance de las prestaciones de desempleo. Sin embargo, bajo la presión de los legisladores de izquierda, permitió que los tribunales ordenaran la recontratación de trabajadores despedidos.
Monti asegura que está haciendo todo lo que puede para cambiar Italia pero que necesita que el Parlamento apruebe leyes.
En estos últimos meses, el fantasma de la inestabilidad política en Roma sacudió los mercados e hizo que se dispararan los costos de endeudamiento. Monti necesitaba más ayuda de Europa para sacar al país del ojo del huracán, pero no llegó nada. Alemania quería una agenda más agresiva de reformas.
Cuando los líderes del Grupo de los 20 se reunieron en junio en Los Cabos, México, Monti presentó un plan para aliviar la presión sobre los mercados de bonos. Quería que el fondo de rescate europeo comprara deuda italiana y española.
En contra de las normas actuales del fondo de rescate, Monti no quería que Roma y Madrid sufrieran el estigma de solicitar formalmente la ayuda o comprometerse con una serie de requisitos políticos redactados en Bruselas, temiendo que eso socavaría su prestigio en casa, así como el de su aliado, el presidente del gobierno español, Mariano Rajoy.
Durante una discusión de madrugada en México con varios líderes europeos, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, respaldó el plan de Monti pero Merkel se opuso, según varios asistentes. En los últimos dos años, la canciller ha justificado la concesión de ayuda financiera a otros miembros de la zona euro a los votantes alemanes prometiéndoles que los fondos serían a cambio de reformas severas supervisadas por la comunidad internacional. Ahora Italia le estaba pidiendo di-nero sin compromisos.
Monti no se dio por vencido. Unos días antes de la cumbre del 28 de junio, se la jugó en Roma para fortalecer su mano en Europa. Presentó una polémica reforma laboral ante el Parlamento y les dijo a los legisladores que lo apoyaran o despidieran. La apuesta funcionó. Con sus credenciales reforzadas, viajó a Bruselas.
Se suponía que la cumbre debía sellar un "pacto de crecimiento" para estimular la recuperación mediante un incremento de la inversión pública. Las medidas eran modestas, pero satisfacían a la oposición de centro izquierda de Merkel en Berlín, cuyos votos la canciller necesitaba para ratificar su auténtica meta: un acuerdo europeo de disciplina fiscal.
La noche antes de la reunión, Monti ideó un plan para sabotear la cumbre. A menos que Merkel aceptara su propuesta de que el fondo de rescate interviniera en los mercados de bonos, Monti vetaría el pacto de crecimiento.
Su bloqueo resistió hasta las 4 de la madrugada, cuando los líderes finalmente acordaron un documento que prometía que los fondos de rescate de Europa serían utilizados "de una manera flexible y eficiente" para estabilizar los mercados de bonos de los miembros de la zona euro más vulnerables.
El éxito fue efímero. Los costos de endeudamiento de Italia treparon hasta 6,6% a fines de julio, en otra señal de que la demanda por deuda italiana se estaba agotando. Sólo el BCE tiene el poder necesario para mover los mercados. Según funcionarios alemanes, la ayuda del banco central es exactamente lo que Monti quería todo el tiempo. "No dudo que la noche antes de la desintegración del euro, el BCE hará todo lo que sea necesario para salvarlo", asegura Monti. "La pregunta es: ¿de verdad tenemos que llegar a la víspera?".
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