Marina Azzimonti: "En la Argentina no tenemos instituciones fuertes, no tenemos frenos ni contrapesos"
ARGENTINOS EN EL MUNDO. Estudió economía en la Universidad de San Andrés e hizo el doctorado en la Universidadde Rochester, en Nueva York. Trabajó en la Reserva Federal de Philadelphia, de la que actualmente es asesora. Fue profesora en las universidades de Iowa y Texas y desde 2014 está en Stony Brook University; se especializa en política económica y finanzas internacionales.
Cuando tenía 18 años, Marina Azzimonti obtuvo una beca por ganar las olimpiadas nacionales de matemáticas para estudiar en la Universidad de San Andrés . Era 1994 y no existía internet. Su padre había visto un publicidad de la universidad en el diario de Misiones, de donde es oriunda. Hizo un recorte y la incentivó a su hija a que viajara a Buenos Aires. Marina llegó a Retiro en micro y preguntó cómo podía llegar a San Andrés, sin saber que en realidad la universidad quedaba en San Fernando.
En San Andrés descubrió la carrera de economía, porque en Posadas solo se hablaba de administración de empresas o contador. También le contaron de las oportunidades para estudiar en el exterior y aplicó para hacer el doctorado en la Universidad de Rochester, en Nueva York. Desde hace 21 años vive en Estados Unidos, trabajando como profesora e investigadora. Está casada con un español y tiene una hija de 6 años y mellizas de un año.
"Mi mamá es profesora de matemáticas y mi papá, ingeniero. Siempre me empujaron a seguir estudiando. La Argentina me dio educación, salud y me hizo todo lo que soy. Es mi país y lo quiero un montón", cuenta, con tonada misionera, en la entrevista con LA NACION.
El próximo mes irá de visita a Misiones a presentar a las mellizas y a participar con sus compañeros de la secundaria de la reunión de egresados de 25 años, con los cuales mantiene relación.
-Usted se especializó en el impacto de la polarización en la economía. ¿Cómo comenzó ese interés?
-Tal vez por la influencia de lo que veía en la Argentina, me interesó el punto de intentar medir cómo la polarización política afecta la economía. Lo que dicen estas teorías en las que trabajé es que, cuando los partidos políticos tienen plataformas que son muy diferentes, cada vez que tenemos un cambio de gobierno hay un cambio radical de políticas que en otros países prácticamente no se ve. Por ejemplo, tener un partido que dice nacionalizar todo, dar transferencias, subsidiar, ser intervencionista, y tener otro partido que quiere hacer economía a lo Chicago, sin interferencia del gobierno, con apertura de mercados, con privatizaciones. Lo que termina pasando es que se vuelve súper caótico y eso hace que no se quiera invertir en la Argentina. Es muy difícil pensar a largo plazo. Lo que hace que crezcan los países en desarrollo es la inversión externa, los capitales que van a quedarse en el país, que abren una empresa y que la hacen crecer. En la Argentina se privatizan las empresas, después se estatizan, después se vuelven a privatizar. Al final de cuentas, los únicos inversores que van son los buitres, porque a los que quieren ir a hacer algo productivo y quedarse, les parece muy arriesgada la Argentina. Lo mismo pasa con los ciudadanos locales: si no saben lo que pasará, es muy difícil planear y mirar a futuro. El argentino pierde mucha energía en el día a día, que no le permite enfocarse en algo productivo. La polarización política en la Argentina causó efectos nefastos.
-¿Cómo se sale de esta dinámica?
-La gente está quemada con lo que ocurrió en 2001 y ahora en 2019. Es muy difícil, porque los partidos políticos están tan lejos uno del otro que no pueden ni siquiera llegar a un compromiso. Lo ideal sería encontrar algo intermedio entre dos posturas tan distintas y poder comprometerse. Pero no tenemos las instituciones que lo permitan. Por ejemplo, en Estados Unidos hay partidos que quieren más redistribución y hay otros que quieren políticas más liberales, pero hay un montón de instituciones que hacen que la política no sea tan volátil: hay un sistema legislativo fuerte, que frena al presidente. Lo estamos viendo ahora con Donald Trump. Desde mi perspectiva, en la Argentina no tenemos instituciones fuertes, no tenemos pesos y contrapesos. Por más que tenemos los tres poderes, la forma que está planteado el sistema no permite independencia, no permite que alguien frene el decretazo. Tenemos presidentes que gobiernan con decretos y no tenemos consenso. Habría que reformar, por ejemplo, el sistema electoral y no tener más listas sábanas, para dar un poco más de espacio a que los legisladores puedan ser independientes de quién sea el presidente del partido.
-Hay países como Perú y Chile donde, por más que cambie el partido político que gobierna, hay consensos básicos sobre ciertas cosas que no se modifican como, por ejemplo, tener un banco central independiente. ¿Por qué la Argentina no puede lograr eso?
-Ha sido imposible tener un banco central independiente en la Argentina, aun teniendo gente en esa institución que cree que tiene que ser independiente. Conozco a quienes están ahora: hay académicos y personas geniales que saben lo que hacen. Pero creo que, al final, siempre está el tema de la política que no permite hacer un montón de cosas. La política monetaria sola no arreglará todo. Si el Banco Central dice que no emite pero el gobierno de turno sigue gastando y no estabiliza el presupuesto, eventualmente eso explota. Se necesita tener alguna forma de frenar estos cambios esquizofrénicos que tenemos cada vez que cambia el gobierno, para que la gente se anime a invertir, para que no esté todo el mundo pensando en que se viene la próxima crisis. Porque termina pasando que entramos en un círculo vicioso.
-¿Cómo termina eso?
-Empieza a subir un poco la inflación y el Banco Central tiene herramientas para contenerla, pero no tiene tantas, y menos si la gente cree que se va a ir todo al garete. Muchas veces el gobierno toma decisiones para que se vaya todo al garete, al no intentar restringir el gasto y al tomar medidas populistas. Mientras no se pueda estabilizar la política fiscal y las expectativas de la gente, será muy difícil para el Banco Central bajar la inflación. Para eso se necesita consolidación y un sistema político que permita más estabilidad. En Estados Unidos, por ejemplo, para financiar el gasto no se saca dinero del fondo de las jubilaciones, eso no se toca y no hay forma de que un gobierno fácilmente lo cambie. En la Argentina, cuando necesitamos plata, la sacamos de la jubilaciones o de la educación. Cambiar eso llevará mucho tiempo, pero va a requerir un consenso bipartidario y no sé cómo se puede lograr, porque en este momento cada partido tiene incentivos para ir a un extremo y ganar.
-Pareciera que el problema de la Argentina tiene más que ver con las instituciones que con la polarización, porque Brasil y Estados Unidos, por ejemplo, son dos países que cada vez están más polarizados, pero no tienen los problemas económicos de nuestro país ante cada elección presidencial.
-La polarización es condición necesaria, pero no suficiente. Obviamente que si todos pensamos igual, no hay un problema. Tenemos que empezar a estar polarizados para que haya una discusión y para que haya que llegar a un consenso. Cuán fuerte es la forma en que se diseñan el sistema electoral, los frenos y los contrapesos y las instituciones, determinará qué tan negativo es el impacto de la polarización. Eso es una de las cosas que hacen a la Argentina diferente a un país como Estados Unidos o Inglaterra, donde también hoy en día hay una súper polarización. Otra cosa que marca una diferencia es que la Argentina depende mucho de las commodities. En una economía globalizada, si se ponen todos los huevos en la parte agropecuaria, hay shocks y eso no se puede controlar. Muchas veces esto permite tener un montón de recursos y otras veces hace que se esté en el horno.
-¿Qué aconseja?
-La Argentina podría modificar las instituciones y los incentivos de los distintos agentes políticos para que haya pesos y contrapesos. Se podría pensar en encontrar una forma de ahorrar, pero es muy difícil cuando los políticos no se pueden comprometer. Sería ideal hacer como en Noruega, que también se ve afectada de los shocks porque depende del precio del petróleo, que es su mayor industria: allí crearon un fondo, que hace que cada vez que el precio del petróleo está por encima de un valor promedio, ahorran y compran acciones y bonos de otros países; cuando hay una baja importante en el precio del petróleo, sacan dinero del fondo. Eso hace que en tiempos de shocks grandes no se tengan que tomar medidas extremas. En la Argentina no tenemos un amortiguador; entonces, aun cuando se arregle la política, hay un shock y solo se puede pedir dinero prestado. Y lo hacemos a tasas altas, entonces después no se puede pagar la deuda y se entra en este circuito que, eventualmente, termina en default.
-Estados Unidos tiene elecciones presidenciales en 2020, ¿cómo impactarán en la economía?
-Esta elección será súper complicada, porque por primera vez en los 21 años que estoy acá, puede haber un candidato demócrata muy a la izquierda del republicano. Y el tipo de medidas que se están promoviendo son totalmente opuestas unas de otras. Tanto sean Elizabeth Warren o Bernie Sanders los candidatos por los demócratas, habrá mucha incertidumbre. Lo que veo preocupante es que, si bien históricamente hubo algún que otro político que estaba en contra de la independencia de la política monetaria de la Reserva Federal (Fed), ahora tanto Trump como Warren y Sanders parecen apoyar que quizás habría que monetizar un poco el gasto. Quieren gastar en cosas diferentes, pero todos atacan a la Fed por no hacer lo que el gobierno quiere. Creo que si se sigue en esa línea es peligroso, porque acá se olvidaron de lo que pasa cuando no se tiene una política monetaria independiente. Y veo eso como un gran peligro.
-¿Cómo puede ser que la inflación en Estados Unidos sea tan baja, luego de tanto tiempo de tasas casi cero?
-Uno esperaría que la inflación, con todo el gasto y toda la deuda que tiene Estados Unidos, suba. Y eso no pasó. Es algo para lo cual, honestamente, los economistas no tienen una muy buena respuesta. Mi conjetura es que Estados Unidos se ganó, por un montón de años, la reputación de ser una economía estable. Y entonces, otros países que son menos estables compran dólares para tenerlos como reserva de valor.
-¿Qué puede pasar si comienza a haber mayor desconfianza hacia la política de Estados Unidos? ¿Qué otra moneda podría reemplazar al dólar?
-El franco suizo tiene un montón de estabilidad, pero la oferta no les alcanza. Mucho dependerá de lo que pasará con el Brexit, porque la libra podría volver a ser una moneda que permita ahorrar. Aun así, la economía de Estados Unidos está andando bien, tiene el desempleo bajo y la producción alta.