Mariano Flores Vidal: “La sociedad fue más resiliente de lo que se pensaba”
El economista, que trabajó con Sturzenegger en el Banco Ciudad y en el Banco Central, sostuvo, en una entrevista con LA NACION, que lo peor del plan de ajuste ya pasó; consideró, además, que el triunfo de Donald Trump es positivo para la Argentina en el corto plazo
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El economista Mariano Flores Vidal repartió su trayectoria laboral entre el sector público y el privado. Fue asesor del Congreso entre 2001 y 2008 y del Banco Ciudad entre 2008 y 2013, durante la presidencia de Federico Sturzenegger. Tiempo después y desde el cargo de gerente general, acompañó al actual ministro de Desregulación y Transformación del Estado en su paso por la presidencia del Banco Central (BCRA). En el ámbito de la actividad privada, trabajó en varios fondos de inversión, hasta que en 2023 fundó Hyperion Consultores.
Hizo su carrera de grado en la Universidad Católica Argentina (UCA) y tiene un máster en Economía por la Universidad Torcuato Di Tella. También estudió Economía Internacional en la Universidad de Columbia.
–¿Cómo impacta el triunfo de Donald Trump en la Argentina?
–En el corto plazo es positivo, más allá de sus políticas generales, que plantean un proteccionismo de Estados Unidos. En 2016, cuando ganó las anteriores elecciones, yo estaba en el Banco Central y Trump apoyó muy fuerte a la Argentina en la relación con el Fondo Monetario Internacional (FMI). No creo que ahora sea distinto. Toda la gente vinculada a Trump ve en la Argentina una luz de centro-derecha que en América Latina no hay, y eso puede ser favorable para el país. En el mediano plazo nunca se sabe. Uno podría decir que en el fondo conviene más un demócrata, que suele estar más abierto a los países en desarrollo, pero básicamente que Trump haya ganado es una buena noticia para este gobierno, que venía apoyando su candidatura de manera explícita.
–¿Cree que esto pueda tener alguna injerencia en las negociaciones con el FMI?
–El FMI va a ser más reticente a recibir presiones, pero va a haber alineamientos. En comparación a si ganaba Kamala Harris, creo que sí va a haber más fuerza a favor de la Argentina. Por lo menos, me da más tranquilidad y creo que el mercado también lo percibe así. Por otro lado, un dólar más fuerte, en términos de competitividad para nosotros, no es la mejor situación. Uno veía que la tasa de interés de Estados Unidos iba a la baja y que eso generaría una apreciación del resto de las monedas de los países en desarrollo. En términos de competitividad nosotros no estamos mal, pero estamos bien en comparación con países desarrollados, como Europa, China e incluso Estados Unidos, y estamos más caros en relación con países sociocomerciales en desarrollo, como Chile y Brasil. Eso se debe a la depreciación que tuvieron las monedas, como el real y el peso chileno, respecto del dólar. Con una baja de la tasa de interés en Estados Unidos, uno percibía que en 2025 esas monedas iban a apreciarse y que íbamos a tener una mayor competitividad con respecto a estas economías en desarrollo.
–Pero...
–Ahora, con las políticas que llevará adelante Trump, hay que ver cuánto baja la tasa de interés. Porque va a aplicar políticas más de proactividad y con aranceles, que llevan quizás a interrumpir la desaceleración de la inflación de Estados Unidos y, por lo tanto, quizás a mantener una tasa más alta. Estos primeros indicios del mercado transmiten un poco eso.
–El primer impacto de la victoria de Trump fue que se devaluaron las monedas de la región y bajaron los precios de las commodities, como la soja, el trigo y el maíz. ¿Eso le coloca más presión a la política cambiaria local?
–No lo veo como una presión. Este año la balanza comercial va a terminar con un superávit de US$18.000 millones. El próximo, a pesar de que va a haber una reactivación de la economía y que, por lo tanto, las importaciones aumentarán más que las exportaciones, mis proyección es que habrá un superávit de entre US$16.000 y US$17.000 millones, porque vamos a tener una muy buena cosecha. Estimo un 10% arriba de la cosecha de este año, en volumen. En precios no se sabe. De hecho, este año esperábamos más flujo de divisas, porque calculábamos otros precios y terminaron bajando. Todo esto aguanta un aumento de importaciones sin tener un achicamiento drástico del balance comercial. Ahí no veo un problema.
–¿Y con relación a los vencimientos de deuda?
–Los de enero están cubiertos y, cuando uno mira para adelante, no veo una complicación. Sacando los vencimientos de los organismos internacionales, que es natural que sean renovados, y teniendo en cuenta que se pagan los intereses, hay vencimientos por US$15.000 millones. Una parte ya está cubierta. Y esto es asumiendo que el mercado no va a refinanciar, que es el peor escenario. Tampoco veo que vayamos a tener un problema de divisas. Además, es ridículo pensar en ese escenario, porque va a haber un rollover de deuda seguro, al menos parcial. Estoy convencido de que el riesgo país, que está en torno a los 900 puntos, va a bajar a entre 600 o 500 puntos para el año que viene.
–¿Por qué?
–Había una situación muy compleja cuando comenzó el Gobierno. Siempre la política monetaria y cambiaria tiene una velocidad mucho mayor que la fiscal, en términos de cómo se forman las expectativas. Si bien siempre se dijo que se iba a aplicar una política monetaria contractiva o cambiaria de tipo de cambio fijo, porque se iban a reformar las cuentas fiscales, la expectativa siempre fue dudosa respecto de esa parte fiscal. Siempre se manejó el corto plazo en una especie de carry trade, de subir las tasas para mantener eso que se dice en política cambiaria y monetaria. Nunca hubo un anclaje fiscal. Entonces, nunca se esperó que la política fiscal manejara la política monetaria y cambiaria. En este caso, lograron eso. Un ajuste fiscal logra un anclaje cambiario, como fue el crawling peg, que permitió bajar la tasa de interés. Cuando el presidente del Banco Central, Santiago Bausili, anunció el crawling peg [de 2% mensual], no estaban las expectativas que permitieran el anclaje. Todos los economistas decíamos que no iba a aguantar, que no era creíble. Pero el ajuste fiscal fue de tal magnitud y el convencimiento del Presidente tan fuerte, que generó que la inflación fuera mucho más baja de lo esperado. En ese instante empezó a ser creíble ese anclaje cambiario, aunque antes no lo era. En enero de 2024 el dólar futuro para diciembre era de $2000 [hoy es $1050]. Cuando la inflación empezó a acomodarse, la tasa implícita de interés empezó a bajar fuertemente, porque se ganó credibilidad.
–Nadie duda del anclaje fiscal, ¿pero eso se complementa con un carry trade?
–Cuando hay anclaje fiscal, ¿a qué le llamamos carry trade? Podés tener períodos en los que la tasa de interés del Banco Central está por encima de la tasa implícita de devaluación. Justamente, esto es lo que se están evitando cuando bajan la tasa de interés, como pasó hace poco. Tenemos una tasa de interés endógena, pese a haber cepo, y la cantidad de dinero también es endógena: es la que la gente quiere tener.
–En este contexto y con superávit comercial, ¿por qué entonces no se flexibiliza el cepo?
–Yo no le tengo absolutamente ningún miedo a salir del cepo. No obstante, entiendo la política que está llevando el Gobierno de una salida del cepo totalmente paulatina. Todos los días van saliendo normas de flexibilización. La norma que falta quitar para después decir que no va a pasar nada es la de la restricción cruzada CCL-MULC [mercado oficial]. Eso va a transparentar por completo el tipo de cambio paralelo. Hoy, si alguien hace contado con liqui (CCL) o MEP, por 90 días no puede operar en el MULC. Quizás lo puedan bajar a 60 o 50 días. Tienen que ir hacia eso. Yo creo que si sacan el cepo, el paralelo no va a aumentar. Y eso quiere decir que, en el fondo, este CCL refleja el valor del tipo de cambio en un escenario de salida del cepo.
–¿Por qué cree que no lo hacen?
–Creo que no encuentran ningún tipo de justificativo a que pueda pasar cualquier cosa y que desaliñe el plan que tienen. Para mí, el cepo lo van a sacar cuando, efectivamente, la brecha sea mínima. La cuenta corriente del balance de pagos es un reflejo de la cuenta capital. Creo que vamos a un ciclo parecido al de los 90, pero muy diferente. La cuenta corriente es la diferencia entre los ingresos y los gastos, donde en este ítem se incluyen el consumo y la inversión. Si el ingreso es más alto que los gastos, la Argentina está desendeudándose o prestando al exterior. Si es al revés, la Argentina se está endeudando o el exterior está invirtiendo en el país. Vamos a ir a un mundo en el que el exterior va a estar invirtiendo en la Argentina, pero a diferencia de los 90 –cuando la inversión era en compra de deuda pública y el gasto era en consumo– ahora, como el gasto se retira del sector público por el concepto de equilibrio fiscal, la cuenta capital va a tener inversiones en distintos sectores. Ese mundo nos pone en un tipo de cambio real donde la Argentina no va a ser barata. Hoy tenemos un tipo de cambio real parecido al de 1997.
–¿Se puede mantener ese tipo de cambio real si la Argentina no es más competitiva que en 1997?
–Sí, pero tenemos mucha más productividad por ganar en vectores de crecimiento más importantes que los que teníamos en los 90. El principal vector en ese entonces era el agro; hoy hay muchos más. Hoy el sector servicios tiene mucha más posibilidad de expandirse y no por salarios baratos, no como en la India. Los primeros vectores de crecimiento van a ser la energía y la minería, que a su vez tienen integraciones verticales con sectores muy importantes. Hay una Argentina totalmente diferente en la que el sector público deja de ser gravitante como lo fue en los 90, y deja más espacio para el sector privado.
–¿Qué desafíos hay por delante?
–Cuando se hace un ajuste fiscal de la magnitud que se hizo, como la inversión no llega inmediatamente, hay que sobrevivir a una recesión muy fuerte, y se corre peligro porque el consumo no levanta. En el mundo te dirían que no hagas un ajuste de esta magnitud, que es mejor hacerlo gradualmente, porque no se puede voltear el consumo de esa manera. Pero la sociedad terminó de entender que es el costo para poder salir. Los indicadores de confianza del Gobierno tuvieron en septiembre una baja muy fuerte, pero en octubre se recuperaron. Si bien no se ve una recuperación de la economía en forma de “V”, el Presidente logró trasmitir que este era el costo que había que pagar para poder sacar a la Argentina. De alguna manera, eso fue tomado por la sociedad y está aguantando. Mi parte pesimista fue dudar de la resiliencia de la población, pero fue más resiliente de lo que pensaba. Lo que dejó la baja de la demanda por la baja de gasto público ya lo está retomando el crecimiento del salario real y del crédito. La inversión también va a empezar a caminar.
–¿Lo peor ya pasó?
–Sí, absolutamente.
–¿Esa recuperación se va a sentir en el bolsillo?
–El salario real viene aumentando fuerte, sigue por debajo del año pasado, pero hay subas reales de hasta 13% desde el piso. Sigue 10% abajo del año pasado, pero va a seguir creciendo. En 2025 habrá una mejora paulatina. La mejora en la calle se va a ver, aunque todos quieren que sea más rápida. No va a ser un boom, porque el consumo tuvo un golpe muy fuerte.