Magia, Borges e historias que quitan el sueño en la montaña rusa del exilio de Altman de OpenAI
El reciente episodio protagonizado por el fundador de la compañía que lanzó ChatGPT tiene puntos en común con otra epopeya de hace más de 20 años en el mundo de las firmas tecnológicas
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Una historia tan vertiginosa, turbulenta y llena de giros inesperados no podía hacer menos que quitar el sueño. En este caso, de manera literal: las aplicaciones que ayudan a dormir mejor y que relevan las horas de descanso registraron que en los “cuatro días de exilio” de Sam Altman entre OpenAI y Microsoft los clientes de la Costa Oeste de los Estados Unidos (Silicon Valley y alrededores) que reportaron “menos de cinco horas de sueño” subieron hasta un 30% y alcanzaron un registro récord.
Así lo informó, por ejemplo, la firma @eightsleep. Y no es para menos: la zaga de Altman, que fue despedido por el directorio de OpenIA hace dos semanas de manera abrupta, se fue a Microsoft y volvió triunfante a su empresa original el martes último, luego de un petitorio de 700 empleados que solicitaron la vuelta de su líder, incluyó hasta filtraciones (no confirmadas oficialmente) de que la causa de la movida se podría deber al descubrimiento de una disrupción radical en el campo de la inteligencia artificial (IA) y a un supuesto desacuerdo entre Altman y la empresa y el board de la firma de moda sobre cómo mitigar riesgos existenciales de este avance.
Nadie habla de otra cosa hoy en el ambiente tecnológico. Es una historia atrapante, con mucho de magia. Y tiene decenas de puntos en común con otra epopeya “mágica”, que transcurrió hace más de 20 años en esta misma geografía.
Al fin y al cabo, los magos inventaron el teléfono inteligente. No eran practicantes ordinarios del arte de la ilusión. Sus trucos de magia se convirtieron en productos que, eventualmente, serían utilizados por la mayoría del mundo. Eran miembros de la empresa más prometedora y secreta en ese momento en Silicon Valley, fundada por los inventores de la computadora Macintosh, quienes se separaron de la nave nodriza de Apple para crear una de las firmas más importantes en la historia de la tecnología, después de que el Dumbledore de la informática, Steve Jobs, fuera despedido por la Junta Directiva de Apple.
La empresa era General Magic. Su nombre, cuenta Michael Stern a LA NACION, quien ayudó a desvincular a GM de Apple y se convirtió en el abogado general de la compañía, fue inventado por el cofundador Bill Atkinson (famoso por Hypercard y Macintosh). Stern quería incorporar la empresa como XYZ, Inc. por rapidez y conveniencia, pero Bill no lo aceptó. En lugar de eso, Atkinson se inspiró en el famoso aforismo de Arthur C. Clarke que dice que “cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”, y en otros nombres conocidos: General Motors, General Dynamics, General Electric, y así nació una marca.
El producto estrella de la compañía, con el nombre en código “Pocket Crystal” (“Cristal de bolsillo”: parece una herramienta de Galdalf, de El Señor de los Anillos, de nuevo la magia), tenía la gran ambición de revolucionar la tecnología de la información y la informática portátil: el primer comunicador personal móvil e inteligente. General Magic estuvo demasiado adelantada para su tiempo, fracasó y eventualmente quebró.
Su historia, contada en un fabuloso documental homónimo (producido por Stern), estuvo llena de suspenso, drama interpersonal y ambición ilimitada. Fue un gran fracaso en términos de timing y ejecución, pero un éxito a largo plazo en cuanto a su impacto posterior.
General Magic surgió en un momento en el que gigantes como AT&T, Apple, Motorola, Sony, Panasonic y Phillips dominaban el mundo, pero había dudas crecientes acerca de la continuidad de este liderazgo. Como nuevo participante en esta escena, General Magic se alió con varios de estos incumbentes, que invirtieron en la compañía y desarrollaron productos basados en su tecnología. Pero la nueva startup también cambió fundamentalmente la velocidad de la innovación, y al hacerlo terminó capacitando a la generación de protagonistas en el mundo de la tecnología durante décadas: los miembros de la diáspora de General Magic eventualmente inventarían el iPod, el iPhone, el Apple Watch y Android, fundarían eBay e introducirían muchos conceptos con los que todos estamos familiarizados: aplicaciones, computación en la nube, agentes de software y emojis.
Si esta historia resulta vagamente familiar, es porque guarda muchas similitudes con la reciente montaña rusa de Altman con OpenAI, la empresa que hace un año lanzó al mercado ChatGPT, el producto más vendido de la historia del capitalismo. La comparación es inevitable. Rumores sobre un hito en el avance de la inteligencia artificial potencialmente tan amenazante para la humanidad provocaron la precipitada decisión de la Junta Directiva de OpenAI de despedir a su fundador sin mucho aviso a los accionistas. Algunos se preguntaron si se había logrado la IAG, que significa Inteligencia Artificial General, como si por arte de magia las computadoras ya no necesitaran humanos para guiarlas e instruirlas, sino que se volverían completamente autónomas.
Al cambiar las palabras “magia” por “inteligencia” y “Microsoft” por “Apple”, nos encontramos repitiendo la historia y reflexionando sobre las mismas preguntas generales. ¿Cómo modificarán estos nuevos eventos la velocidad de la innovación tecnológica y su adopción? ¿Cómo cambiarán la relación entre humanos y máquinas, y cómo podemos proteger a la humanidad de una herramienta poderosa si se libera sin pruebas suficientes y salvaguardias para evitar que sea usada por razones incorrectas y por personas equivocadas?
En diálogo con LA NACION,, Armando Viteri, otra leyenda del campo tecnológico de Estados Unidos y experto en IA generativa, agregó otra pregunta que vincula ambas historias: así como la diáspora de General Magic llevó a la invención de más del 90% de los smartphones y otros conceptos claves de la tecnología moderna, ¿qué avances crearán los programadores que decidan abrirse de OpenIA en un futuro cercano?
El premio Nobel Dennis Gabor dijo: “El futuro no puede ser pronosticado, pero los futuros pueden ser inventados”. Como a menudo sucede con los eventos en el mundo de la IA, Jorge Luis Borges ha ocultado algunas pistas en sus cuentos cortos. Borges escribe El Mago Postergado, una reinterpretación de una historia escrita por Don Juan Manuel siglos antes. En la versión de Borges, un mago en Toledo es solicitado por el Decano de Santiago para enseñarle el arte de predecir el futuro. El mago usa sus poderes para crear una ilusión de cómo se comportaría su ansioso discípulo una vez que se le confiriera el poder de la magia. En esta visión del futuro, el Decano falla la prueba de gratitud, y su solicitud finalmente es rechazada.
Los recientes eventos relacionados con OpenAI no se tratan principalmente de tecnología. Como el relato de Borges, la narrativa de OpenAI trata sobre lo que le sucede a los humanos cuando un poder excesivo es repentinamente accesible sólo para unos pocos. El tiempo dirá qué se escribirá en los próximos capítulos de la historia de la IA, pero al igual que los magos que nos hacen ver la ilusión que han construido y no la realidad del juego de manos, podríamos estar distraídos con diversiones mientras los dados cambian de manos sin que lo sepamos. Podría ser el momento de dejar de obsesionarnos con lo que la IA puede hacer (lo que a muchos, como vimos en el primer párrafo, les quita el sueño) y enfocarnos en lo que los humanos podemos lograr con el poder dado por la IA.
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