Madura una sociedad impensada a las espaldas de Alberto Fernández
Los altibajos se volvieron característicos de la relación en la cúpula y tienen mucho que ver con el manejo de la economía; madura una decisión explosiva para las cuentas públicas, pero que resulta menos incendiaria si se quiere cuidar la paz social
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Alberto Fernández le ordenó a Martín Guzmán volver a organizar cenas con empresarios en la Quinta de Olivos. Una de ellas ocurrirá la semana próxima, aunque nadie sabe si los funcionarios querrán retratarla en una foto. A diferencia de lo que pasó en diciembre, esta vez los encuentros serán en grupos reducidos para hablar descarnadamente.
El Presidente quiere escuchar de primera mano cómo ven el futuro los dueños del dinero. Es una convocatoria que dice mucho sobre su propio estado de ánimo: Fernández se diferencia de Cristina Kirchner porque cree que todavía tiene chances de cambiar la suerte de una administración que hasta ahora no cumplió con sus promesas.
Sin abandonar la desilusión, la vicepresidenta intenta con esfuerzo convivir en el Frente de Todos. De la intransigencia que mostró en la semana del acuerdo con el FMI pasó a hacer muecas de acercamiento que luego cambió, otra vez, por mensajes inflamables a través de sus voceros.
expCuando esta semana parecía que se consolidaba una débil tregua, Wado de Pedro reconoció que en el Frente de Todos hay diferencias sobre cómo atacar la inflación. Es una presión adicional para Martín Guzmán y Matías Kulfas (Desarrollo Productivo), a quien se le exige más vehemencia para controlar los precios.
Sergio Massa cerró filas con La Cámpora en ese punto. Cuestiona al ministro de Economía por la negociación con el FMI y sostiene que en un gobierno peronista nunca los salarios pueden subir menos que la inflación. Se lo dijo varias veces a Guzmán, pero también a De Pedro, a Máximo Kirchner y a Alberto Fernández. Es curioso que hasta algunos empresarios cercanos al Presidente le sugirieron la misma receta: aumentar los sueldos.
Hay más acercamientos. El presidente de la Cámara de Diputados presentó esta semana un proyecto de ley. No sólo cuenta con el aval de la organización que creó Máximo Kirchner, sino que reemplaza a otra iniciativa apadrinada por Alberto Fernández. Y la vicepresidenta acepta compartir un acto por Malvinas con él hoy por la tarde, gusto que no tuvo el presidente pese a haberla invitado. Hay sociedades políticas que funcionan más allá de la ideología.
El cristinismo quiere de ahora en más otra actitud y gestión de Alberto Fernández. Máximo Kirchner lo reclama con tan poca discreción que se enteró casi toda la oposición que dialoga con el fundador de La Cámpora.
Fernández tendrá espacio para mostrar consistencia en los próximos seis meses, donde aparecen temores en común entre los tres socios que gobiernan. Los desafíos del Plan Invierno inquietan a todos. El miedo mayor tiene que ver con el suministro de gas desde junio.
La semana pasada hubo una reunión importante con respecto a lo que vendrá. Se juntaron en el Ministerio de Economía Darío Martínez (secretario de Energía), Federico Basualdo (subsecretario de la misma cartera), Federico Bernal (Enargas) y Maggie Videla (Hidrocarburos), identificados con Cristina Kirchner. También estuvieron enviados de Martín Guzmán y Santiago Yanotti (Cammesa), cercano a Juan Manzur.
De allí surgieron alternativas para moderar la falta de gas que ya se descuenta para el invierno. Algunas ideas recuperan la vieja tradición de Guillermo Moreno y Julio De Vido para contener la crisis energética que acechó a la segunda presidencia de Cristina Kirchner.
El comité de crisis sin nombre analiza suspender parcialmente en los días más fríos la venta de Gas Natural Comprimido (GNC) que utilizan taxis y vehículos particulares porque es más barato que la nafta y el gasoil. En cambio, deberán cargar combustibles líquidos, pero recibirían algún tipo de compensación que pagará el Estado. Es una decisión explosiva para las cuentas públicas, pero resulta menos incendiaria desde una mirada política. También se le pedirá gas a Chile para devolvérselo en otro momento.
Hay otro punto donde no hay por el momento desacuerdo. Cristina Kirchner no dio hasta ahora una contraorden relacionada con los aumentos de tarifas que anunció la portavoz Gabriela Cerutti a principios de este mes, pese a que en su círculo liman la figura de Alberto Fernández con la piedra del ajuste.
El silencio de la vicepresidenta llevó cierta tranquilidad a Economía. Es que una contramarcha podría ser catastrófica para la Casa Rosada. Guzmán se comprometió con Washington a reducir la plata que pone el Estado en el gas y electricidad. Para eso, debe avanzar en un plan de aumentos de tarifas a los hogares que los dirigentes del Instituto Patria no avalan.
Esas tensiones agregan un nivel insoportable de incertidumbre al manejo del gobierno: si no se cumple al menos parte de lo pactado con el FMI, el organismo puede rechazar el giro de recursos para pagar la deuda. Las cuentas no le podrían dar peor al Presidente: habrá cargado con los costos del acuerdo sin poder disfrutar de sus presuntas bondades.
Sabuesos entrenados
La debilidad de Alberto Fernández se olfatea en el mundo de la política y le cuesta cada vez más caro al presidente. Axel Kicillof anticipó en el Día de la Memoria que la provincia de Buenos Aires no estaba para recibir ajustes. Toda una ingratitud de su parte, pasa usar un término que puso de moda su funcionario Andrés “el cuervo” Larroque, secretario general de La Cámpora y vocero improvisado de Cristina Kirchner.
Kicillof fue el gobernador más favorecido con dinero por parte de la Casa Rosada. En los primeros seis meses en el Gobierno, Fernández aumentó las partidas para la provincia en más de 800%. Y luego le dio parte de la coparticipación de la Ciudad.
El rechazo al ajuste inexistente por parte del gobernador es un mensaje. No importa cuanta generosidad tenga el Gobierno con él, la gestión kirchnerista de Buenos Aires querrá más. Es una voracidad peligrosa para el Presidente: el proyecto político de Cristina Kirchner tiene epicentro en ese territorio, de manera que no estar a la altura de sus necesidades se leerá como una ofensa a quien no le atiende el teléfono.
La ingratitud va mucho más lejos. Dirigentes de la provincia de Buenos Aires piensan en anticipar las elecciones para despegarse de la conducción nacional. Le pasó algo similar a Mauricio Macri, que en 2019 debió soportar el llamado telefónico de viejos compañeros de carrera política que le avisaban que no lo iban a mostrar en la boleta con el objetivo de retener sus intendencias. Lo lograron.
La oposición también huele la debilidad. El diputado Ricardo López Murphy, que forma parte de Juntos por el Cambio, les reprocha a socios del espacio (PRO, UCR y Coalición Cívica) que habían apoyado el acuerdo con el FMI sin obtener casi nada como recompensa. El fundador de Republicanos insistió con que Fernández se comprometiera a comenzar a ordenar las cuentas para que la bomba no le explote al que sigue.
Incluso el entorno de Horacio Rodríguez Larreta cree que puede resultar beneficiado en el mediano plazo por las internas que sacuden al Frente de Todos. Es una pelea por dinero.
La Corte Suprema debe definir qué ocurrirá con la coparticipación que la Casa Rosada le sacó a la Ciudad de Buenos Aires para resolver una parte de los problemas que Kicillof tiene con la policía. Fueron $60.000 millones el año pasado que se convertirán en más de $84.000 millones este año.
Una esperanza se encendió entre los funcionarios porteños que siguen día a día de la pelea con el Gobierno en la Justicia. Si bien la Corte puede tomarse todo el tiempo que quiera para tratar el tema, sentaron en una audiencia de conciliación al ministro del Interior, Eduardo De Pedro, y a Rodríguez Larreta. Los porteños ven en esa proactividad una señal positiva. Los buenos augurios fueron reforzados esta semana por la reunión de los gobernadores con Manzur y De Pedro en contra de la Ciudad de Buenos Aires. Solo se presiona a la Justicia cuando se teme un resultado desfavorable.
Un fallo en contra puede dinamitar aún más las expectativas oficialistas. El proyecto político de Cristina y Máximo Kirchner se recuesta en la provincia de Buenos Aires. Será difícil digerir que un tribunal les retire una suma millonaria de esa geografía para regresarla a su principal antagonista político.
No está claro que el mundo ayude al Frente de Todos como lo hizo en el pasado. El efecto mariposa que castigó a Fernando De la Rúa y le propinó una vuelta de campana a la gestión de Mauricio Macri acaba de abalanzarse sobre Alberto Fernández. El movimiento llega en el peor momento. Se trata de la suba de tasas de interés que dispuso hace días Estados Unidos. Suele tener implicancias negativas para países como la Argentina, pero a diferencia de lo que le ocurrió a Cambiemos, parece haber una virtud en el pecado del modelo que construyó la Casa Rosada.
El cepo al dólar propone una larga agonía de la economía, pero aleja una explosión inmediata del peso, como planificaron Fernández y Martín Guzmán. En el sueño albertista, se trata del puente hacia una situación mejor derivada del acuerdo con el FMI, algo por lo que la Casa Rosada trabajó dos años.
El Presidente se reservó la negociación por la deuda como la bala de plata capaz de rescatar su administración. La paradoja es que Cristina Kirchner piensa exactamente lo contrario.
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