Macri-Trump, la fórmula para llegar a octubre
A mediados de mayo, el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Steven Mnuchin, recibió a Fernando Oris de Roa, embajador argentino en Washington. Días después, el secretario de Comercio, Wilbur Ross, no dejó dudas de la vocación de Donald Trump por apuntalar al gobierno de Macri. "¿Qué necesitan, en qué podemos ayudar?", le dijo al ministro Dante Sica.
El encuentro entre Mnuchin y Oris de Roa fue en la sala principal de reuniones del Tesoro; un privilegio que pocos representantes diplomáticos suelen tener. Fue un encuentro que no trascendió públicamente. Allí se habló de Vaca Muerta, de energía y de la colaboración entre ambos gobiernos. No se hizo referencia en ningún momento a la posibilidad de que el gobierno de Donald Trump pudiera reforzar la asistencia financiera al país –algo con lo que se especula entre los inversores desde hace tiempo–, pero cerca del presidente Mauricio Macri interpretan que ya el canal de diálogo está abierto.
"De eso no se habla directamente, pero la posibilidad de la conversación futura está", reconocen en Hacienda. "Hay un mensaje de que están apoyando a la Argentina y de que lo van a seguir haciendo en el futuro. La Argentina es de interés estratégico para los Estados Unidos y hay relación personal entre los presidentes", subrayan.
En el equipo económico saben que la política de intervención del Banco Central (BCRA) podría ponerse a prueba después de las PASO. Los meses de agosto y septiembre son, para los inversores, los de mayor incertidumbre política. Un dato que inquieta a quienes siguen de cerca los flujos de inversiones internacionales es que todavía la exposición de los grandes fondos a activos argentinos sigue siendo muy alta. No hay cifras concretas, pero los bancos de inversión coinciden en que gran parte del ajuste que ya se hizo fue más por precio que por cantidades. "Es lógico –dice Santiago López Alfaro, socio de Delphos y exgerente del Fondo de Garantía de la Anses–. Compraron US$70.000 millones de deuda en dólares y no se la pueden vender a nadie. Lo único que están pudiendo hacer es cubrirse con credit default swaps [seguros contra default]".
La suerte de la Argentina no solo compete al Fondo Monetario Internacional (FMI), que ya tiene más del 32% de sus activos comprometidos en préstamos al país, sino que quienes conocen los entretelones de la política internacional aseveran que Estados Unidos teme por las consecuencias de una derrota de Cambiemos en las urnas. Soltarle la mano a Fernando de la Rúa resultó, en retrospectiva, un error para la potencia de Occidente: con su caída, el populismo ganó terreno en la Argentina y en la región.
Poco después de aquella reunión de Mnuchin con Oris de Roa, el secretario de Comercio de los Estados Unidos, Wilbur Ross, no dejó dudas de la vocación de EE.UU. por apuntalar al golpeado gobierno de Macri. "¿Qué necesitan? ¿En qué podemos ayudar?", le dijo sin eufemismos al ministro de Producción, Dante Sica. Desde entonces hay gestiones del gobierno de Trump para que empresas norteamericanas que podrían ofrecer suministros intermedios para Vaca Muerta desembarquen en Neuquén y, más importante aún, para destrabar las exportaciones de biodiésel argentino a Estados Unidos. El del biodiésel es un negocio de US$1200 millones anuales para el país (prácticamente 25% de lo exportado por la Argentina a EE.UU.), que se encuentra frenado desde 2017.
Tras la imposición de retenciones generalizadas para todas las exportaciones, el gobierno de Estados Unidos dijo que revisaría en noviembre pasado las sanciones contra el biodiésel argentino. El plazo para ello vence en un mes. Entre aranceles antidumping y antisubsidios, el biodiésel tiene que superar una alícuota del 150%, una barrera infranqueable.
Esta semana están viajando a los Estados Unidos empresarios de la industria y representantes de cámaras locales, como la aceitera Ciara, para hacer una presentación ante la Justicia norteamericana. Luego de que el Departamento de Comercio impusiera trabas arancelarias, empresas privadas norteamericanas iniciaron allí una causa contra el derivado agroindustrial argentino. El lobby de la National Biodiesel Board (NBB) es fuerte, pero los empresarios argentinos esperan llegar a un arreglo similar al que lograron en Europa, donde consiguieron reabrir el mercado tras comprometerse a un precio mínimo de exportación.
"El Departamento de Comercio [de EE.UU.] podría advertirles [a los privados] que no seguirá bloqueando el ingreso del biodiésel argentino, lo que serviría para destrabar un acuerdo entre privados", deslizó una fuente del Gobierno al tanto de las tratativas. En el gabinete de Macri la ilusión es grande, aunque nadie quiera manifestarlo públicamente. En días se conocerá el resultado.
Exportaciones, en la mira
Aunque solo representa unos US$200 millones anuales de exportaciones, Estados Unidos también estaría dispuesto a mantener a la Argentina dentro del sistema generalizado de preferencias (SGP), el régimen de la OMC que permite a países en vías de desarrollo ingresar productos al mercado norteamericano sin arancel, y que tiene gran relevancia para las economías regionales locales. Paradójicamente, producto del atraso cambiario de 2017, en su último informe, el Banco Mundial incluyó a la Argentina entre los países "de ingresos altos", por lo que EE.UU. decidió revisar el caso argentino, junto con el de la India y Turquía. La Argentina le pidió a Ross que espere a julio –cuando se conocerá el nuevo reporte del Banco Mundial– antes de dar su veredicto. Le aseguró que en el nuevo informe, en el que quedará reflejado el cimbronazo económico y financiero de 2018, el Banco Mundial volverá a referirse a la Argentina como una economía en desarrollo.
Para el gobierno de Macri es clave apuntalar las exportaciones, la única fuente de dólares genuina. Aspira a conseguirlo también vía el Mercosur. Hay tres negociaciones en marcha: una es con Canadá; la otra, con el bloque EFTA (Islandia, Liechtenstein, Noruega y Suiza), y la más relevante, con la Unión Europea. El futuro del Mercosur está en la agenda de la visita del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, que llega al país esta semana. Ambos gobiernos admiten que la supervivencia del bloque aduanero está atada al éxito de estas tres negociaciones comerciales. En conjunto, los tres mercados en juego representan 30% del PBI mundial. Hay equipos técnicos de Brasil y la Argentina negociando en un nuevo arancel externo común para la región. La Argentina apuntaría a fin de año a bajar a la mitad (desde el 14% actual) el arancel para la importación de bienes difundidos: bienes de capital y tecnología. Para otros sectores, la rebaja –que desea Brasil– sería paulatina; podría llevar al menos una década.
Recuperación en "L"
Pese a que hay mejoras en algunos indicadores, la economía argentina no logra sacar la cabeza a la superficie. La AFIP anunciará hoy que la recaudación de mayo habrá crecido en torno al 50% anual, una cifra que luce extraordinaria, pero que todavía queda unos puntos detrás de la inflación. Los ingresos del fisco vienen mejorando en abril y en mayo, pero –en particular, por la pobre recaudación de la Seguridad Social– no condicen con los de una economía en crecimiento. El lento despertar de la actividad económica inquieta en Hacienda. También a los técnicos del FMI, que en sus planes originales preveían que en enero pasado estaría solucionada gran parte de la crisis argentina.
Así como el viernes último fue el anuncio del nuevo Ahora 12 con tasas más bajas, en el gabinete tienen previsto, entretanto, seguir anunciando en las próximas semanas medidas que sirvan para mejorar el humor social. La Aduana, que flexibilizó el régimen de envíos puerta a puerta, avanzará este mes en una ampliación del régimen de couriers, que es para los bienes que ingresan al país vía correos privados. La norma eliminaría el límite para el número de envíos (hoy es de cinco por año) y ampliaría a 20 la cantidad de unidades de un mismo producto que se pueden traer por envío (hoy son 3). La reforma volvería a poner a la Argentina entre los países habilitados por el gigante Amazon.
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