Macri desató el contraataque que enfurece a Cristina Kirchner
Es probable que Mauricio Macri haya llegado de su último viaje a Suiza con energías renovadas. Al menos así lo señalan algunos de sus socios en Juntos por el Cambio. Días después de bajar del avión se presentó en televisión frente a Joaquín Morales Solá con un gráfico que mostraba la evolución de la deuda en la Argentina. La arremetida, inesperada y certera, desató la furia del kirchnerismo y reorganizó la narración en la oposición.
Macri había estado estudiando. Llevaba la premonición de que en la conversación saldría el tema tabú de Juntos por el Cambio y varios papeles impresos en una carpeta transparente de plástico, herramienta que usa para liderar su propia defensa.
La historia de su argumentación, que abrió una de las polémicas de la semana en la Argentina, arrancó de forma inorgánica. Todo comenzó cuando Macri vio un tuit de Guido Sandleris, expresidente del Banco Central en su gestión, donde alertaba sobre el crecimiento de la deuda en la gestión de Alberto Fernández. El Frente de Todos lo había hecho: Macri podría defenderse ahora con las mismas armas con las que lo atacan.
Las cuentas de Sandleris surgieron, a su vez, del enojo que le produjo una crítica que Cristina Kirchner había hecho el día anterior. Y se inscriben en una saga de la que participaron también Alfonso Prat-Gay y Hernán Lacunza.
Sandleris pasa su tiempo haciendo consultoría, dando clases en la Universidad Torcuato Di Tella y debatiendo con excompañeros de la gestión anterior. Con frecuencia chatea con Macri, muy interesado en la economía después del traspié de 2019.
Entre ambos se tejió una conclusión tras el revuelo que desató la intervención televisiva del expresidente. Si esto sirve para llevar conciencia de que la Argentina se va a seguir endeudando mientras haya déficit —propusieron—, sirvió para algo. El objetivo cultural, en realidad, apunta al corazón del proyecto político del kirchnerismo.
Macri inició un movimiento tectónico en su propio partido. María Eugenia Vidal y Diego Santilli recorren sus distritos hablando de salud, seguridad y educación. La exgobernadora, sin embargo, sorprendió a la política con una afirmación contundente e inesperada: Cristina Kirchner y Alberto Fernández son peores que el expresidente allí mismo donde más lo critican.
Se trató de una jugada preparada de la exgobernadora. Vidal es una estudiosa de los temas sobre los que habla. Pregunta, discute e interpela a los equipos técnicos que la rodean antes de que las palabras salgan de su boca. Su economista de cabecera es Hernán Lacunza, primer ministro de Economía en su paso por la provincia de Buenos Aires.
Los intercambios entre Vidal, Lacunza y Horacio Rodríguez Larreta arrojaron cuatro afirmaciones “indiscutibles” que serán el manual articulado para desarmar las granadas que llegan del otro lado de la grieta: 1) Alberto Fernández se endeuda más rápido que Mauricio Macri. 2) Es mentira que Cristina Kirchner desendeudó al país. 3) La deuda no es para financiar la fuga 4) La deuda de hoy es el déficit de ayer.
La ofensiva del PRO obligó al Gobierno a meterse en los detalles, un espacio incómodo para la política, como le enseñó Jaime Durán Barba a Federico Sturzenegger cada vez que el último quería dar explicaciones sobre un tema.
La pruebas que aportó Vidal obligaron al ministro de Economía, Martín Guzmán, a hablar de los detalles, algo que hasta ahora no había ocurrido. Puede ser irritante: Cristina Kirchner, Alberto Fernández y el ministro están convencidos de que el gobierno anterior rifó el país. Lo dijeron en público y lo pusieron por escrito en demandas judiciales. Ahora, encima, tienen que justificarlo.
El ítem más incómodo para el macrismo tiene que ver con que se endeudó en dólares. Guzmán, en cambio, prefiere hacerlo en pesos, más allá de cómo se ajusten, cuya capacidad de impresión en la Argentina es infinita. Pero la moneda de la deuda es “una derivada de segundo orden” para un exministro de Macri.
Guzmán había dado algunas pistas de incomodidad meses atrás. No fue con palabras, sino con dibujos. Un gráfico del ministerio de Economía presentaba la evolución de la deuda pública de una manera absolutamente particular: si bien los números indicaban un aumento en su gestión, las barras que los acompañaban se mostraban hacia abajo. Es un caso matemático único: algo subía y caía al mismo tiempo, según a qué se le prestara atención.
Sandleris y Lacunza son amigos, trabajaron juntos con Vidal, intercambian ideas y piensan en la misma dirección, pero no hacen igual todas las cuentas. Quizás por su último paso por el Banco Central, el primero suma a la situación patrimonial del organismo monetario en el rojo de Fernández.
Lacunza, en cambio, juega simple. Tomó las planillas que están en la página web de Economía para calcular la cifra que reprodujo Vidal. Son US$30.000 millones. Lo muestra el propio Gobierno.
Hay más evidencia ignominiosa para Cristina Kirchner y Alberto Fernández: el que endeuda al país es el que tiene números rojos. La expresidenta heredó de su marido un resultado primario positivo de 2,8% del PBI en 2007, pero lo destruyó en siete años. Pese a algunos trucos, se fue con un rojo de 3,8% en 2015. El primer año del Frente de Todos cerró con un déficit de 6,5%.
Algunos economistas de la oposición le perdonan el desliz a Fernández por la pandemia, pero no van a aceptar que los corran con ese argumento porque señalan a la fórmula presidencial como endeudadora serial. La indignación recíproca mueve las pulsiones en la política y en el país del déficit, todos se endeudan.
La propia lógica de Lacunza y los economistas de Cambiemos arroja otra conclusión provocadora: el único bueno con las cuentas públicas en el último tiempo fue Néstor Kirchner.
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