Luciano Laspina: "Es imposible que con este cepo y estas medidas veamos una recuperación sostenida"
Estudió Economía en la Universidad Nacional de Rosario y tiene un máster en Economía por la Universidad del CEMA. Se desempeñó como Asesor del Presidente del Banco Central, durante la presidencia de Pedro Pou, y como Asesor en la Secretaría de Política Económica del Ministerio de Economía. Fue economista jefe del Estudio Broda y del Banco Ciudad. Fundó y dirigió la consultora MacroVisión. Desde 2015 es Diputado Nacional por la provincia de Santa Fe, dentro del espacio Juntos por el Cambio, y es vicepresidente de la Comisión de Presupuesto.
Luciano Laspina debutó en el terreno político en 2015, cuando llegó a la Cámara de Diputados en reemplazo del también santafesino Miguel del Sel. El humorista había renunciado a su banca para ser candidato a gobernador de su provincia. En 2017 fue reelegido legislador, dentro del espacio del Pro, y el año que viene volverá a entrar en campaña para renovar su lugar en el Congreso.
-¿Qué evaluación hace de las restricciones cambiarias que se anunciaron esta semana?
-En diciembre escribí sobre la necesidad de salir lo antes posible del cepo, ni bien se acordara una reestructuración con los acreedores. Me imaginaba que después de recuperar la credibilidad y la confianza con una reestructuración, que el Gobierno prometía iba a ser relativamente rápida, era el momento ideal para hacerlo. Pero primero aparecieron los atrasos en la negociación -a mi juicio, injustificables- y después aparecieron la pandemia, la hipercuarentena y los enormes desequilibrios económicos. Como si eso fuese poco, se sumó la enorme incertidumbre política que generó el derrumbe de la figura de Alberto Fernández como una esperanza de moderación y racionalidad frente a la figura de Cristina Kirchner. Todo eso dinamitó la credibilidad en la Argentina, y el Gobierno no solo se alejó de la opción de salir del cepo, sino que también lo viene profundizando. Esto implica aumentar aun más las distorsiones; comprar tiempo pero, al mismo tiempo, comprar un problema mayor a la salida del cepo. No hay ninguna experiencia que haya terminado bien. El cepo lleva la economía a una estanflación.
-El ministro Martín Guzmán dijo que no quería aplicar más controles cambiarios y, sin embargo, el Gobierno terminó restringiendo más el cepo. ¿Cómo interfieren en la economía decisiones políticas tales como la intención de expropiar Vicentin o la forma de quitarle coparticipación a la Ciudad?
-Siempre la economía está subordinada a las señales de la política. Y creo que hoy, a pesar de los desequilibrios macroeconómicos que tiene la Argentina, el problema de primera dimensión es el político, cosa que no lo era en marzo, cuando empezó la pandemia, a pesar de que ya se pronosticaba que íbamos a tener un desequilibrio fiscal enorme y una caída brutal del producto. Ahora el problema es estructuralmente político, con un Gobierno que nos ha puesto en el túnel del tiempo y nos ha retrotraído a 2014, con la misma tensión política, pero en un escenario económico mucho más complejo y más erosionado. La llave para salir de este laberinto no la tiene Guzmán, sino Alberto Fernández.
-La brecha cambiaria lleva varios meses en niveles de 70%, si se ve la diferencia entre el dólar oficial y los paralelos. ¿Cuánto tiempo más se puede sostener sin que se traslade a inflación?
-En la teoría no hay un nivel de brecha que pueda establecerse técnicamente como sostenible o como insostenible. Pero la experiencia argentina del cepo de entre 2011 y 2015 muestra una regularidad que es muy clara: cuando tenés niveles de brecha por arriba del 50%, la situación se vuelve insostenible, el Banco Central empieza a perder reservas y algo tiene que pasar. Lo que ocurre es una combinación de devaluación, aumento de tasas de interés o mayor represión financiera. Eso es lo que estamos viendo, pero con niveles de brecha muy superiores, con lo cual el cepo que tenemos ahora es peor que el anterior, cuando las empresas no estaban obligadas a reestructurar o a defaultear sus deudas privadas, como acaba de ocurrir. Esto es muy paradójico, porque el principal beneficio de salir del default era recuperar el crédito para el sector privado y eso se dinamitó esta semana, lo que muestra que el Gobierno sacrifica en el altar del corto plazo cualquier mejora de mediano plazo. Es imposible que con este cepo y estas medidas veamos una recuperación sostenida de la economía. Incluso el rebote técnico que todos esperamos simplemente por la relajación de las medidas de confinamiento o la aparición de la vacuna, con este marco de política económica cambiaria empieza a estar en discusión.
-¿Cuánto tiempo gana el Banco Central con estas medidas? ¿Cree que logrará el objetivo de comprar reservas?
-El efecto más grave de las medidas del Central es haber terminado de detonar cualquier atisbo de confianza en la política económica. El segundo efecto es haber minado la credibilidad del ministro Guzmán, que parecía la persona emergente de un gabinete muy gris, que planteaba una escenario de salida a todo esto. Y la tercera es el impacto cambiario propiamente dicho. Se puede ganar algún tiempo, el drenaje de reservas puede ser menor, pero será a costo de mayor estanflación.
-Usted habló de estanflación, pero en el presupuesto se proyecta un crecimiento de la economía de 5,5% del PBI en 2021 y una baja de la inflación a 29%.
-Después de caer 12%, rebotar 5,5% es casi una consecuencia natural. Es un rebote, ni siquiera es una recuperación, mucho menos crecimiento. Pararnos sobre ese 5,5% para festejar es un error de diagnóstico de lo que está pasando con la economía. Una de la inconsistencia que tiene el proyecto de la ley de presupuesto es que espera una expansión monetaria del 40% para financiar el agujero fiscal, después de una enorme expansión monetaria que tuvimos este año, y al mismo tiempo se proyecta un 29% de inflación, que es una fantasía.
-Guzmán dijo también que se tienen que actualizar las tarifas.
-Sí, desde el punto de vista del gasto, el presupuesto tiene dos supuestos bastantes fuertes. El primero es que los subsidios no aumentan en términos del producto, lo cual implica subir tarifas en año electoral, que es todo un desafío político y genera un primer signo de interrogación. El segundo es que presenta una caída de entre 2 y 5% en términos reales de las jubilaciones. Esto probablemente en la práctica no se dé, porque asume que no hay aumento de cantidad de jubilados el año que viene, cuando se espera entre 2 y 3% de incremento, y no incluye la moratoria que se anunció. Cuando se mira el aumento del gasto previsional, está dos puntos por debajo de la inflación promedio. Si se le suman los tres puntos de aumento de cantidad de jubilados, habría una caída real de 5% de las jubilaciones proyectadas. No quiere decir que lo cumplan, pero está asumiendo que la nueva fórmula previsional que se votará a fin de año probablemente no genere ninguna recomposición.
-En general, los gobiernos subestiman las proyecciones de inflación para tener recursos extras después con la mayor suba nominal de la recaudación. ¿Puede estar sucediendo eso o es un error de diagnóstico?
-Si uno creyera en los supuestos macroeconómicos del presupuesto, el Gobierno se reserva algunas cartas para expandir el gasto el año que viene: la contrareforma tributaria que ya anticiparon que van a proponer, que es anular las bajas de impuestos que se hicieron en la reforma de 2017, y el impuesto a los altos patrimonios que se está discutiendo ahora.
-¿Cómo impacta este impuesto a las grandes riquezas, si se necesita al sector privado para impulsar el crecimiento?
-El Gobierno pretende recaudar con este impuesto $300.000 millones. ¿Cuánto vale el precio de la confianza? Por recaudar $300.000 millones en un año en el cual el Gobierno emitió $2 billones para financiar al fisco, le decís al mundo que le cobrás impuestos por tener inversiones en la Argentina; sobre todo a las personas que tendrían que empujar más fuerte el carro de la recuperación a la salida de la pandemia. El Gobierno dice que serían alcanzadas 12.000 personas, pero tengo mis dudas: ¿cuántos empresarios pymes hay, por ejemplo, que tienen un galpón y un par de máquinas y que hace 40 años tienen una empresa familiar? Creo que es el tercer tiro en el pie que se pega Alberto Fernández. El primero fue Vicentin, el segundo fue el cambio en las reglas de juego en el sector de las telecomunicaciones y el tercero es este impuesto confiscatorio que muestra otra vez que si estás en la Argentina, estás en un zoológico en el cual en algún momento te van cazar. Desde que asumió el Gobierno hay, según datos oficiales, 25.000 argentinos más que ya tienen residencia fiscal en Uruguay y hay otros 75.000 en espera. Solo con los 25.000 argentinos, como necesitan tener activos allá por US$380.000, nos perdemos US$9600 millones de activos que hubiesen estado en la Argentina.
-En el Congreso se ve que no hay mucho diálogo con entre oficialismo y oposición, ¿qué ocurre con los funcionarios económicos, hablan con ellos?
-Salvo una reunión que tuvimos en diciembre con el viceministro de Economía y varios diputados, nunca más tuvimos diálogo con el Poder Ejecutivo. El problema es que cuando Alberto Fernández intentó abrir el diálogo con la oposición, Cristina Kirchner lo retó por Twitter; eso dinamitó cualquier chance de moderación, que es lo que intentó hacer al principio el Presidente. Volvimos al modelo antagónico, polarizador que fue el método de construcción de Cristina Kirchner.
-Cuando uno escucha lo que decía Alberto Fernández en el pasado y lo que dice ahora, parece que el que cambió fue el Presidente y no Cristina Kirchner.
-Alberto y Cristina desplegaron muy bien el juego de policía bueno y malo durante la campaña y hoy queda claro que la conductora del espacio y la que tiene el poder político y la decisión final del rumbo en general y hasta de las formas es Cristina Kirchner. Esto, en algún punto, fue una estafa electoral para muchos argentinos que votaron al Alberto Fernández que se veía en los videos criticando a Cristina, pensando que no iba a volver a hacer lo que criticaba antes. En ese juego dual, mucha gente confío y hasta diría que yo también en las primeras semanas, después de aquel abrazo con Mauricio Macri en el Congreso y su discurso respecto a la necesidad de mejorar la Justicia y de no inmiscuirse en esos temas, lo que generó una expectativa que después fue demolida por los hechos, las contradicciones y las medidas que se tomaron.
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