Lucas Llach, sobre Guzmán: “En tierra de ciegos, el tuerto es rey”
Según el economista y exvicepresidente del Banco Central durante el gobierno de Cambiemos, al actual ministro de Economía se lo ve como “una especie de guardián de una cierta racionalidad, dentro de un gobierno que no se caracteriza por mucha racionalidad”
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Lucas Llach, hijo del también economista Juan José Llach –uno de los padres del régimen de convertibilidad–, tuvo a cargo las políticas de digitalización financiera cuando ocupó la vicepresidencia del Banco Central, entre 2016 y 2018. Actualmente es profesor en el Departamento de Estudios Históricos y Sociales de la Universidad Di Tella. Su principal área de investigación es la historia económica argentina, tema sobre el que escribió su tesis doctoral y diversos libros y artículos.
–¿Recuerda algún período en la Argentina en el cual haya ocurrido una crisis similar a la actual?
–La Argentina tuvo muchas crisis, pero de distinta naturaleza. Esta es una crisis mundial y es muy rara, porque la gente no puede producir porque está en cuarentena. Es más comparable en un sentido a los períodos de guerra. La Argentina tuvo crisis muy fuertes, en la Primera Guerra Mundial, en la Gran Depresión y en 2001. Serían los momentos muy duros comparables a este, en términos de cuánto cayó la producción.
–Después de 2001, las tasas chinas impulsaron el precio de los commodities y eso ayudó al país a recuperarse más rápido. ¿Qué milagro externo podría haber esta vez?
–De 1991 a 2006 veo más continuidad de lo que a veces se ve. Solo que en el medio hubo una crisis que corrigió el tema cambiario. En el fondo, la Argentina todavía vivió un poco de las reformas de los 90 al principio del kirchnerismo. Todo eso comenzó a cambiar a partir de 2007, cuando empezó la inflación, la manipulación del Indec y mucho más gasto público. Ahora estamos hace 14 años en una economía totalmente empantanada en el corto plazo, donde un año hay atraso cambiario, otro devaluación, y no estamos pudiendo salir de ese pantano.
–¿Hubo períodos anteriores de estar tantos años empantanados?
–Los 15 años entre 1975 y 1990 fueron peores, porque también incluyeron la hiperinflación. Tampoco sabemos ahora el final de esta historia, pero llevamos acumulados casi 15 años, con dos años buenos, 2010 y 2011, de una economía con mucho problema de la macro de corto plazo, que nubla todo. Además, tenemos las reacciones de política, las trabas para importar, los cepos, todas cuestiones totalmente anómalas en el mundo de hoy. Mi impresión es que la Argentina necesita un cambio muy radical para volver a crecer.
–¿Como en la convertibilidad?
–En algún sentido, sí. Una lección de los 90 está, más allá de lo que a uno le gusten o no, en las reformas que se hicieron. La estabilización también te permite reformar. No somos conscientes de lo popular y expansivo que es una estabilización. Cuando veo que dicen que el gobierno de Cambiemos intentó ir muy rápido con la política monetaria, yo más bien tengo la auto lección contraria; me parece que se necesita estabilizar rápido la inflación usando lo que sea, para poder hacer reformas que sean populares. Porque esas reformas tienen que ver con nuestra integración al mundo, con el peso del Estado y de los impuestos, y con una especie de economía dual entre lo formal e informal. Sin la cosa tonificadora de una estabilización, es muy difícil políticamente hacer eso.
–A Cambiemos se le criticó la combinación de haber ido muy rápido en lo monetario y muy lento en lo fiscal. Tal vez si las dos políticas hubiesen ido al mismo ritmo, habría sido otro el resultado.
–Puede ser. Claramente, en lo fiscal no alcanzó. Todos pensábamos que, con un poco de cambios, la cosa se encaminaba. Me parece que la visión que muchos tenemos hoy es que se necesitan cambios más radicales para que la Argentina vuelva a crecer. Y eso incluye salir del pantano de la inflación. Cómo se hace esa estabilización es todo un tema, pero cuando ya hay más de 40 años de inflación, se necesita algo más contundente.
–¿Qué se necesita? ¿Ayuda más que el gobierno que implemente las medidas sea pro mercado o que sea popular?
–Es necesario hacer cambios, que se pueden llamar pro mercado, pero con la popularidad de una estabilización, porque sino es simplemente el ajuste. Los períodos buenos en la Argentina fueron el de la posconvertibilidad, que arrancó con un dólar alto que después se estabilizó, y el pos-Lavagna, en el que ocurrió algo similar. Fueron muy populares ambos casos e hicieron ganar elecciones con más del 50%. Mi impresión es que sin un foco en el problema de la inflación es muy difícil que se haga lo demás. En el gobierno de Macri, cada aumento de tarifas era una tortura, porque estábamos en una economía en recesión, con una inflación alta. En ese contexto es muy difícil hacer reformas y es lógico que la gente las rechace. Y también me parece que hay que mostrar los frutos de la modernización más rápido. En los 90, de alguna manera funcionó como bálsamo y popularidad que de repente aparecieran cosas importadas, que los quioscos se llenaran de cosas que antes no se consumían.
"¿Por qué tenemos que ser esta economía tan llena de trabas que no nos permiten integrarnos más al mundo?"
–¿No hubo en el gobierno de Cambiemos algo así?
–Hubo algunas cosas, como en el mercado aerocomercial, que se vio en forma tangible que cambió y mejoró, pero me parece que es importante enfocar reformas en aspectos que puedan tener un impacto inmediato en la vida cotidiana que las legitime. Por ejemplo, celulares a precio internacional, ¿por qué no tenemos en la Argentina? Es insólito. Una reforma en esa dirección sería recontra popular y el obstáculo, muchas veces, está en los grupos de interés. La Argentina está muy trabada también, no porque la gente se oponga a los cambios, sino por los grupos concentrados perjudicados por esos cambios.
–En el gobierno de Macri, ¿cree que se le tuvo mucho respeto a esos grupos concentrados?
–En algunos temas... Si bien aumentaron las exportaciones y hubo una parte de acuerdos comerciales, se siguieron manteniendo cupos a la importación. Silenciosamente, algunos se fueron removiendo, pero creo que había que hacerlo de manera menos tímida. La Argentina como economía cerrada, no funciona. Lo dice la derecha, el centro y la izquierda. Hay que exportar más para crecer. Si no tenés una economía más abierta, donde se pueda exportar e importar de manera más fácil, no vas a crecer. ¿Por qué no se desmontó el régimen de Tierra del Fuego? No sé si es por el grupo de interés de los empresarios de Tierra del Fuego o por los trabajadores migrantes que van ahí. La visión de una Argentina más cerrada, desde mi punto de vista, es más pesimista sobre lo que somos los argentinos, que queremos una economía más integrada al mundo. Cuando ves que la Argentina tiene cinco empresas unicornio [compañías que en poco tiempo lograron una valuación de más de US$1000 millones] y que hay otras cinco en camino, cuando ves incluso en el sector industrial hay empresas que pueden exportar a pesar de todos los obstáculos, desde Toyota hasta Arcor o las ollas Essen, ¿por qué tenemos que ser esta economía tan llena de trabas que no nos permiten integrarnos más al mundo? La discusión del Mercosur está en esa misma línea.
–Cuando uno habla con los empresarios, ellos dicen que pueden competir de igual a igual con industrias de otros países, pero acusan que el problema es el costo logístico y la presión impositiva, que les saca competitividad.
–Todo es más fácil arrancando con un dólar más competitivo, porque eso permite coexistir con algunos sobrecostos, al menos por un tiempo. Ese es un problema que tuvo Cambiemos, que heredó un tipo de cambio muy bajo. Hubo una unificación cambiaria, pero se quedó corta. Después, cuando pasamos de 20% a casi 40% de gasto público en el PBI, lo tenés que bajar a lo que tienen los países emergentes, que es más cerca de 30%. Eso permite hacer reformas impositivas.
–¿Cómo se baja el gasto cuando el 42% de la población está en la pobreza?
–En la Argentina hay un consenso de que los programas de apoyo de ingreso, como Asignación Universal por Hijo (AUH), están bien y no son tan caros. Ese piso mínimo lo aceptamos. Hay mucho que hacer en las provincias y dentro del Estado; hay gastos que están de más y, obviamente, hay que ordenar el sistema previsional.
–¿Cómo lo ve al ministro Martín Guzmán, que tiene algunos comentarios que no son propios de un ministro kirchnerista, como sus frases de que “reducir el déficit fiscal no es de derecha” y que “la inflación es un problema multicausal”?
–”En tierra de ciegos, el tuerto es rey”. A Guzmán se lo ve como una especie de guardián de una cierta racionalidad, dentro de un gobierno que no se caracteriza por mucha racionalidad. Más allá de que hay cosas que creo que no se hicieron bien, como demorar el acuerdo de la deuda. Me parece bien que introduzca estos elementos de racionalidad, pero creo que al Gobierno le falta una visión de qué se quiere para el país. Si no sabés lo que querés, te llevan las circunstancias. Te peleás con el campo, con la economía del conocimiento, a los industriales exportadores les das un tipo de cambio oficial... En el fondo, a los únicos que el Gobierno apoya y viceversa son los empresarios protegidos y regulados, con los que Alberto Fernández se sacó fotos, como los laboratorios y los textiles.
"A Guzmán se lo ve como una especie de guardián de una cierta racionalidad, dentro de un gobierno que no se caracteriza por mucha racionalidad."
–¿Cómo ve a la oposición?
–Creo que lo más importante de la oposición es que hay una conciencia colectiva de la unidad, más allá de que puedan haber discusiones. El 41% de las elecciones fue fundamental, porque hizo que nadie pueda sacar los pies del plato. Soy hijo de la generación Cambiemos, creo que hay que enfatizar más Cambiemos que sus partidos integrantes. Y hay que sumar a figuras de la sociedad civil que representen a toda la gente que realmente quiere un cambio, no solo dirigentes. Hay que recoger a todo el mundo que está en desacuerdo con este camino en el que estamos ahora. Hay tres principios que son importantes de Cambiemos: honestidad en lo público, república y una visión económica donde se necesita más incentivos para la iniciativa privada. Los que firmen esas tres cosas, todos adentro.
–Cuando usted estaba en el Banco Central se criticaba la “bola de Lebac”; ahora hay un aumento importante de los pasivos en Leliq. ¿Lo ve con preocupación?
–Entre los pasivos del Banco Central, una proporción es dinero, que no paga interés, y otra paga un interés inferior a la inflación. El total de pasivos del Banco Central en términos reales no va creciendo. Si financiás déficit fiscal con el Banco Central o si se percibe que en el futuro vas a seguir financiándolo, esos pasivos siguen creciendo. Una discusión que quedó de Cambiemos es la independencia de la entidad, que me parece muy importante, porque si siempre existe la visión de que si hay un problema lo financia el Banco Central, en el fondo estamos diciendo que habrá inflación.
Las 10 frases
- No somos conscientes de lo popular y expansivo que es una estabilización.
- Me parece que se necesita estabilizar rápido la inflación usando lo que sea
- Se necesitan cambios más radicales para que la Argentina vuelva a crecer.
- Es importante enfocar reformas en aspectos que puedan tener un impacto inmediato en la vida cotidiana que las legitime.
- La visión de una Argentina más cerrada, desde mi punto de vista, es más pesimista sobre lo que somos los argentinos
- Todo es más fácil arrancando con un dólar más competitivo
- “En tierra de ciegos, el tuerto es rey”. A Guzmán se lo ve como una especie de guardián de una cierta racionalidad, dentro de un gobierno que no se caracteriza por mucha racionalidad.
- En el fondo, a los únicos que el Gobierno apoya y viceversa son los empresarios protegidos y regulados, con los que Alberto Fernández se sacó fotos, como los laboratorios y los textiles.
- Soy hijo de la generación Cambiemos, creo que hay que enfatizar más Cambiemos que sus partidos integrantes.
- En la Argentina hay un consenso de que los programas de apoyo de ingreso, como Asignación Universal por Hijo (AUH), están bien y no son tan caros.
¿Cuáles son las cinco gambetas favoritas que nunca pudo imitar en una cancha?
- “Pellizcadita”, de Diego Maradona
- “La Boateng”, de Lionel Messi
- Frenazo con ventaja, de Ariel Ortega
- Elástico, de Ronaldinho
- “Golazo que no fue”, de Pelé
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