Los tiempos de la economía se acelerarán a partir de mañana
Si los argentinos encendemos la mecha de la hiperinflación, o la rapidez con la cual eventualmente la encendemos, depende del resultado que arrojen hoy las urnas; cuáles son los diferentes escenarios posibles
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Uno de los momentos de mayor tensión en el proceso de creación de la primera bomba nuclear, como reflejó de manera extraordinaria el director Christopher Nolan en el film Oppenheimer, fue el primer test llevado a cabo en Nuevo México el 16 de julio 1945, la llamada “Prueba Trinidad”. El objetivo era realizar un experimento controlado de la nueva tecnología y de las soluciones de ingeniería implementadas antes de llevarlas al campo de batalla. La tensión se originaba en que, unos meses antes, Edward Teller, uno de los científicos reclutados para llevar adelante el proyecto, llegó a la conclusión de que una explosión atómica podría desatar una reacción en cadena que encendería la atmósfera de todo el planeta. Aunque cálculos de otros científicos concluyeron que la probabilidad de tal evento era muy baja (“tiende a cero”), la duda persistía al momento de la prueba.
Javier Milei y sus acólitos parecen pensar que una hiperinflación es un experimento controlado como el de la “Prueba Trinidad”. En días recientes hizo declaraciones muy livianas, tales como “cuanto más alto esté (el dólar), es más fácil dolarizar”, o, cuando le preguntaron qué consejo le daría a una persona a la que se le vence un plazo fijo en pesos, recomendó comprar dólares y dijo: “Jamás en pesos, jamás en pesos. El peso es la moneda que emite el político argentino, por ende no puede valer ni excremento, porque esas basuras no sirven ni para abono.” Su adalid económico Carlos Rodríguez habla de Plan Bonex y de bajar la tasa de interés de las Leliq, lo cual implica acelerar la emisión monetaria, porque si baja la tasa de las Leliq tendrán que bajar la tasa de los depósitos, con lo cual la corrida hacia el dólar se aceleraría. Todas declaraciones que abonan el camino a la híper.
Esta necesidad de generar una hiperinflación para dolarizar surge porque el Gobierno no tiene dólares, el Banco Central tiene deudas netas en esa moneda, y porque nadie le va a prestar dólares al futuro gobierno para dolarizar. Pero la idea de que una hiperinflación podría ser un evento breve y controlado que licúe los activos en pesos, posibilitando así rápidamente la dolarización, es una quimera. Es que, así como los economistas de la coalición de Gobierno parecen soñar con ser (Roberto) Lavagna, olvidando que antes de Lavagna pasó Jorge Remes Lenicov con la pesificación asimétrica, la ruptura de contratos y un megaajuste fiscal, los economistas ligados a Milei parece que quisieran ser (Domingo) Cavallo, olvidando que antes de él estuvieron Miguel Ángel Roig, Néstor Rapanelli y Erman González, y que en ese período la Argentina sufrió dos hiperinflaciones, un plan Bonex, y una brutal caída del PBI.
Si Milei no fuera, como suelen ser los dirigentes populistas, tan anticiencia, le pediría a cualquier economista más o menos formado que “calcule” que pasaría si se desata una hiperinflación. Seguramente le responderían que, una vez disparada, puede encender toda la atmósfera económica, social y, por lo tanto, política de la Argentina, en una reacción en cadena cuyo fin es imposible predecir.
“Las hiperinflaciones son muy traumáticas para una sociedad; no se trata solo de subas muy fuertes de precios, sino del colapso del sistema económico”
Las hiperinflaciones son hechos muy traumáticos para una sociedad. No se trata solo de aumentos muy fuertes de precios. Se trata del colapso del sistema económico. La economía se para, porque no hay referencia para fijar precios, de una forma aún más extendida que lo que estamos viviendo estos días. Sin ventas, se paraliza la producción y por lo tanto cae el empleo. El sistema financiero se resiente y hay ruptura de contratos, incluida una cesación de pagos de deuda. La pobreza llega a niveles estratosféricos.
En un estudio de 2003 sobre las hiperinflaciones modernas, los economistas Carmen Reinhart y Miguel Savastano, entonces ambos en el FMI, concluyeron que: 1) los episodios modernos de hiperinflación no han sido ni breves ni rápidos, y pueden durar varios años; 2) la actividad económica colapsa en un episodio hiperinflacionario; 3) la hiperinflación produce una reducción abrupta del nivel de intermediación financiera y todos los episodios coincidieron con crisis bancarias; 4) el acceso al crédito internacional es inexistente tras una hiperinflación, en parte porque, antes o durante, hay incumplimientos de las obligaciones internacionales y, en parte, como consecuencia de los puntos 3 y 4; 5) el crecimiento económico posterior a una hiperinflación suele ser muy limitado.
Las hiperinflaciones no emergen de la nada. Se dan en países en los cuales, como en la Argentina, la bomba está preparada. Como señalan Reinhart y Savastano, surgen donde ya hubo muchos años de inflación alta y variable, con elevados déficits fiscales. Y, así como los militares y científicos que participaban del “Proyecto Manhattan” se pusieron a resguardo en la “Prueba Trinidad”, los argentinos hoy hacen lo mismo. La demanda de bonos en pesos del Gobierno cayó fuertemente, por temor a una reestructuración. Los depósitos en dólares aceleraron su caída y los de pesos suben a un ritmo muy inferior a la inflación, con una caída en términos absolutos de los plazos fijos y un aumento de los depósitos a la vista. Como consecuencia, la caída en la demanda de dinero se acelera y las reservas internacionales bajan a pasos crecientes. En octubre el Banco Central perdió US$881 millones en el mercado de cambios, y las reservas cayeron en US$2128 millones. En lo que va de 2023 se redujeron en US$19.801 millones. Están en menos de US$25.000 millones, y las netas en -US$10.500 millones. La situación es desesperante.
Todos estos eventos se acelerarán a partir de mañana. Si los argentinos encendemos la mecha de la hiperinflación, o la rapidez con la cual la encendemos, depende del resultado electoral de hoy. Un resultado en el que Sergio Massa entra a segunda vuelta sería el equivalente a retrasar el día de la “Prueba Trinidad” hasta el 18 de noviembre. En ese caso, lo más probable es que mantenga el tipo de cambio oficial fijo, que use los yuanes disponibles, si es que realmente están disponibles, y que ajuste el cepo financiero e importador. Mientras, aumentará la potencia de la bomba económica con una extensión y expansión del “plan platita”. Los argentinos seguirán poniéndose al cubierto comprando dólares, con más presión sobre la brecha cambiaria.
“Carlos Menem pudo sobrevivir a dos hiperinflaciones y llegar a abril de 1991, gracias a que contaba con el fuerte apoyo del partido justicialista y de los sindicatos, y gracias a su gran habilidad política. Pero Milei cuenta con poco apoyo legislativo, y su habilidad para tender puentes está en dudas”
Una victoria en primera vuelta de Milei pondría la “Prueba dolarización sin dólares” a funcionar a pleno. Los eventos de estas semanas de caída de la demanda de pesos y de activos y depósitos en pesos se acelerarían, a menos que desactive el proyecto de dolarización definitivamente. ¿Quién querría quedarse con activos en pesos cuando la única forma de dolarizar es licuarlos o reestructurarlos? Quizás, no sabemos, este sea el plan de Milei. Que la hiperinflación se desate antes del cambio de mandato, así, cuando asuma, la licuación ya esté concluida. Pero este pensamiento deja de lado la experiencia de las hiperinflaciones anteriores: no se trata de reacciones cuya extensión en el tiempo se pueda controlar, y lo más probable es que la híper continúe después del 10 de diciembre.
Esta discusión nos lleva a pensar cómo sería el andamiaje político sobre el cual transitaría Milei esta crisis. Carlos Menem pudo sobrevivir a dos hiperinflaciones y llegar a abril de 1991, gracias a que contaba con el fuerte apoyo del partido justicialista y de los sindicatos, y gracias a su gran habilidad política. Pero Milei cuenta con poco apoyo legislativo, y su habilidad para tender puentes está en dudas. Del otro lado, además, ¿quién querría cogobernar con él cuando la crisis esté candente? ¿Llevará esto a que tome el típico camino populista de saltear los procesos institucionales vigentes y querer implementar una democracia más directa, plebiscitaria? Esto nos llevaría muy probablemente a un choque de poderes. Es decir, el problema de gobernabilidad, que se presenta como un desafío gane quien gane la elección, es aún más acuciante para Milei en el contexto de una hiperinflación.
Un escenario en el que Patricia Bullrich entra a segunda vuelta, pero con una diferencia muy grande detrás de Milei, por caso 31% contra 39%, sería muy parecido al anterior. La mecha se encendería, y no se sabe si se llevaría puesto a lo que queda en pie del programa económico. Una diferencia más pequeña puede llegar a dilatar la reacción hasta el desenlace el 18 de noviembre.
Aunque la bomba de la hiperinflación no se dispare, ya sea porque Milei pierde la elección o porque desactiva el proyecto dolarizador una vez electo, algunas secuelas son inevitables. Además de una montaña de pesos emitidos para la campaña, quedará una deuda involuntaria de los importadores de más de US$20.000 millones, una posición de futuros de dólar vendidos por el Banco Central de US$8000 millones, reservas netas más negativas que las actuales, y un programa con el FMI caído. Para desarmar la bomba, además, habrá que devaluar para corregir un tipo de cambio oficial super atrasado, y subir tarifas y combustibles que terminarán con brechas de más del 80% respecto de su costo real. En el mejor de los escenarios, la inflación puede tocar el 300% a inicios de 2024. Y, si algún cable no es desarmado con precisión, la hiperinflación puede explotar de todas maneras.
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