Los seis errores de la economía K
Mario Vargas Llosa dice que "los seres humanos no pueden vivir sin ficciones -mentiras que parecen verdades y verdades que parecen mentiras-". Lo mismo ocurre con las ideas económicas. A medida que el ciclo de políticas monetarias y fiscales expansivas con atraso cambiario va encontrando su límite, se abre una ventana para poder entender las verdaderas implicancias de algunas de las medidas económicas que el kirchnerismo ha llevado adelante.
Con la economía sin crecimiento, la inversión colapsada, la inflación acelerándose, el déficit fiscal agigantándose, las provincias nuevamente en la necesidad de emitir "patacones", las economías regionales ahogadas por una inflación de costos que parece sin fin, la demanda laboral en caída libre, exportaciones e importaciones en baja y los ahorros de la gente acuartelados en un corralito de pesos que los licúa sin misericordia, pareciera ser el momento para repasar seis "máximas" económicas del kirchnerismo que nos llevaron a esta situación.
La primera máxima del economista K es que los controles de precios sirven para contener la inflación. Es fácil entender que no haya un solo país que base su estrategia antiinflacionaria en esta política cuando vemos sus resultados en la Argentina. Los primeros controles (más allá de las tarifas que se mantienen controladas desde 2002) se implementaron a fines de 2006, y a pesar de ello, desde entonces la inflación acumuló casi un 200% (el propio kirchnerismo ya ha reconocido como inútil esta política).
La segunda máxima es una versión particular de la anterior y está en el centro de los problemas que vive hoy la economía argentina: dice que mantener el tipo de cambio atrasado ayuda a contener la inflación (algo en lo que también creyeron personajes tan disímiles como Alfredo Martínez de Hoz o Juan Vital Sourrouille). Pero desde el comienzo de 2010, cuando se empezó a implementar esta política, el tipo de cambio se movió un 16% y paralelamente la inflación acumuló un 60 por ciento.
La tercera máxima es que la emisión monetaria no tiene nada que ver con la inflación. Para el economista K, la inflación no está relacionada con la creación de dinero sino que obedece a restricciones de oferta, empresarios inescrupulosos o aumentos salariales desmedidos, factores todos que luego de permanecer dormidos o descoordinados por 15 años, repentinamente se combinaron en los últimos tiempos para complicarle la vida al Gobierno. Al contrastar esta hipótesis con la realidad vemos que desde la asunción de Cristina Kirchner, cuando la inflación se dispara, la cantidad de dinero subió 120% y los precios un 130 por ciento. Esto no debiera sorprender: esta relación entre dinero y precios esta teórica y empíricamente probada. Podemos mencionar que desde 1980 los precios en la Argentina aumentaron 45.000.000.000% y la cantidad de dinero por unidad de producto 48.000.000.000%. ¿Será mera coincidencia? Sin comentarios.
Respecto de lo fiscal, la premisa K es que hay que expandir sostenidamente el gasto para estimular la economía. Los datos no son generosos con esta hipótesis. Entre 2003 y 2007 el superávit fiscal más que se duplicó y la economía creció un 50 por ciento. Desde fines de 2007 a esta parte, el Estado nacional entró en déficits crecientes y la economía creció sólo un 8 por ciento. Es que en una economía cerrada como la argentina, el déficit fiscal requiere absorber los recursos usados de algún lado: impuestos, inflación o endeudamiento. Al absorber estos recursos sacándoselos al sector privado, se compensa el efecto del gasto anulando lo expansivo de la política. Más aún, como una política fiscal sana reduce los riesgos, termina siendo más expansiva una política fiscal prudente.
En términos de la economía real, el economista K sostiene que la protección comercial impuesta por el estricto control de importaciones genera un mayor nivel de empleo. Esto también es erróneo: lo que genera esta protección es atraso cambiario (saca demandantes de dólares y permite "aguantar" un dólar más barato), perjudicando a los productores de exportables, los que reducen su empleo. Desde que se comenzó con la política de protección, la demanda laboral, según datos de la Universidad Torcuato Di Tella, en vez de subir ha bajado cerca de un 30% interanual. En igual sentido, las exportaciones totales cayeron 6% y las industriales, un 9 por ciento.
Finalmente, la novedad entre los preceptos del economista K es que para estimular la inversión hay que "apretar" a los empresarios para que, en vez de distribuir dividendos usen los recursos excedentes de su actividad para inversión. Pero como la gente típicamente invierte para generar una ganancia y ser dueño de ella, el impacto de este precepto sobre los niveles de inversión no se ha hecho esperar. En abril, las ventas de bienes de capital se ubican un 36% por debajo de un año atrás y la inversión total ya cayó algo más de 15 puntos. Es que nadie quiere invertir si no sabe si va a poder cobrar los frutos.
En definitiva, negando las causas de la inflación, empeorando la situación fiscal, asfixiando el gasto privado, e implementando políticas que reducen la cantidad y calidad del empleo y de la inversión, el pronóstico no es alentador. Como dice Mario Vargas Llosa, "intentar lo imposible sólo da excelentes resultados en el mundo del arte y de la literatura; en el de la economía y la política sólo trae desastres".