Los secretos de la mujer que lidera el imperio del maní: cómo funciona el sector que exporta más de 1000 millones de dólares por año
Ivana Cavigliasso, directora y miembro de la familia fundadora de Prodeman, revela las claves de una firma que no solo vende en el exterior el 90% de su producción, sino que también logró llevar el tren a su propia estación, generar energía a partir de desperdicios y hasta fabricar ladrillos; cómo lograron convertirse en una usina de innovación desde General Cabrera, Córdoba
Ivana Cavigliasso vive junto a sus tres hermanos en la misma manzana en General Cabrera, Córdoba. Sus padres Oscar y Graciela a no más de diez cuadras. Guillermo, su hermano, ganó la intendencia del pueblo con el 77,3% de los votos. Todos, son sinónimo del maní.
Es que Prodeman, la empresa creada por Oscar en 1984, logró una misión imposible: convertirse en un jugador global de un sector que exporta por más de US$ 1000 millones por año y cuya capital está en la tierra de los Cavigliasso, adonde existen hoy cinco compañías maniceras. Es una ciudad de unos 12.000 habitantes donde las bicicletas siguen sin candado, los chicos juegan en la calle y la mayoría de los vecinos se conocen entre sí. La innovación está en todas partes, casi como una isla en la vorágine informativa que atraviesa la Argentina con un dólar a $1000 y una inflación que galopa al 160 por ciento.
Sin embargo, ni la distancia ni la localía fueron enemigos de pensar en grande. Al punto que Prodeman se convirtió también en la primera empresa de maní de cargar en tren en origen. El 70% de sus cargas ya van por el tren NCA –del que Aceitera General Deheza es propietaria de una parte- y para el que lograron sumar una estación. “Mi papá siempre fue visionario y cuando ni siquiera estaba en los planes él sabía que esto iba a suceder”, grafica Cavigliasso, quien hasta hace pocos meses lideraba la Cámara Argentina del Maní. Su historia refleja la cultura silenciosa de una Argentina llena de valores. Al punto que los cuatro hermanos cursaron la primaria en una escuela rural, mientras su papá, sembraba maíz, soja, trigo y algunas hectáreas de maní. Él siempre supo que por allí iniciaría su camino. En 1984 creó una planta muy artesanal para destinarla a la industria aceitera y en 1995 cuando en el mundo arreciaba el efecto Tequila avanzaron con el que es hoy el quinto hijo de Oscar: Prodeman.
“Mi papá siempre nos pidió que estudiáramos y tenía en claro que eso sería una ventaja competitiva a futuro. Él no pudo hacerlo porque trabaja desde los 12 años. Así que todos lo hicimos y siempre vivimos el amor por el trabajo y la empresa”, describe Ivana, quien se recibió de ingeniera industrial en Córdoba y vive a tres minutos de su trabajo.
Después de conquistar más mercados externos que los que alguna vez soñaron, en 2010 comenzaron con la marca Maní King con el objetivo de crear un producto de exportación pero enfocado al mercado interno. El maní frito y maní tostado con distintos sabores y hasta la pasta de maní se sumaron al consumo doméstico, algo que desde chico Oscar Cavigliasso soñaba con llevar adelante.
“El crecimiento fue explosivo. Hace unos cinco años producíamos diez toneladas de pasta de maní en frasco y nos quedaba todo. Pero el consumidor argentino evolucionó. Ahora superamos las 1000 toneladas de pasta de maní por año y nunca lo hubiésemos imaginado. El mercado interno viene creciendo a números impresionantes pero con la complejidad del caso”, resume Ivana, en una nueva entrevista del ciclo Hacedores que inspiran, presentado por LA NACION + EY.
-Cuando tu papá cumplió 39 años viajó con tu mamá a Estados Unidos y ahí comenzó una nueva historia…Se fueron 21 días…
-No había Google ni GPS, no tenías nada de nada. Viajaron y se dieron cuenta que en la Argentina todo era artesanal y allá había máquinas, técnicas distintas de secado y acondicionado. Entonces, todo lo trajo guardado en su retina porque ni máquina de fotos tenía para registrar lo que vivía. Compraron un campo de 35 hectáreas en General Cabrera adonde hoy está la empresa y era un potrero de soja en 1995, mientras seguía trabajando en paralelo en la producción artesanal durante todo el día. Cuando logra las primeras ventas a Europa dice yo no puedo mostrar esta fábrica y así fue como innovó desde el primer día. Papá y Gustavo (su hermano mayor) vivían en una casilla al principio porque literalmente ellos construyeron la fábrica y lo hicieron con muchísimo esfuerzo.
-El esfuerzo…
-Mi papá siempre nos enseñó la cultura del esfuerzo, mi mamá también, porque realmente tener cuatro hijos en esa época sin comodidades, no era tan fácil como por ahí puede ser ahora. Realmente el papel y el rol que tuvo mi mamá detrás de esto aunque desde una posición de más bajo perfil siempre nos unió. También nos enseñaron que las cosas no venían solas. Si nos tocaba trabajar en el campo nos daban el tractor más viejito, sí teníamos que llegar a una posición había que hacerlo pero demostrando que las cosas llegaban por mérito.
-¿Cómo lideran la familia hacia dentro y hacia fuera?
-Es de un constante aprendizaje, siempre uno se tiene que capacitar, porque hay que aprender a hablar, porque no todo es color de rosa, porque a lo largo de los años hay cosas lindas y otras difíciles. A veces hay que separar que uno pueda tener un tema personal con algún hermano y que después yo me tenga que sentar en una mesa de directorio a resolver otro tema de la empresa. Siempre es bueno tenerlo en claro. De hecho, estamos haciendo un protocolo de familia para que esto continúe, que no termine, que el proyecto no finalice cuando terminemos nosotros, sino que tenemos 10 descendientes más que vienen y que ingresen a trabajar si quieren, no porque sean hijos. Y los que vienen ahora que cada uno sea lo que sea, pero para ingresar a trabajar acá hay determinados requisitos que se van a tener que cumplir. Además, a nosotros nadie nos obligó. En la segunda generación, fuimos libres de elegir nuestro camino aunque claro está el maní está signado en nuestro ADN.
-De un pueblo de 12.000 habitantes hoy hay 650 familias que dependen de ustedes ...
-Sí. Estamos siempre pensando, qué cosa nueva vamos a hacer, qué hay que cambiar, y por eso cuando parás la pelota y ves adonde llegamos da una mezcla de satisfacción y responsabilidad que a veces quita el sueño. Este año tuvimos el 40% menos de maní por cuestiones climáticas y eso exige decisiones mucho más rápidas. Nos juntamos en una mesa y decimos, hay que cortar con esto, vamos a cambiar esto y se resuelve todo rápido. Entonces cuando escucho a mi papá que hay algo que no está bien me preocupo porque él siempre es optimista. ¿Viste cómo es eso? Hay gente que va para adelante. Tuvimos la suerte de ir teniendo grandes equipos de trabajo y todo contribuye a generar un mejor lugar para la industria. La Argentina es el primer exportador de maní del mundo. Estados Unidos y China son los mayores productores de maní y el potencial sigue intacto.
-¿Cómo estamos en materia de consumo?
-En una época la producción era netamente exportadora pero hoy varias empresas estamos entrando en el mercado interno. Para ello creamos Maní King.
-¿Cómo surgió la marca?
-No hubo gurúes internacionales, pero sí un sueño. Mi papá siempre lo tuvo. Él decía: tengo que hacer maní con chocolate...generar productos de valor agregado. Y bueno, empezamos con eso, hicimos un paquetito, una diseñadora nuestra creó la coronita y nos gustó. Y ahí quedó.
-Desde ahí, se los bautizó como los reyes del maní…
-(Se ríe). Así dicen
-¿Cómo proyectan ese futuro?
-Creo que nunca vamos a dejar esta industria. Porque ya la tenemos en la sangre, al igual que estar siempre pensando cosas nuevas.
-¿Qué sentís que les dio y les sacó la Argentina?
-Amo a la Argentina, amo a mi país. No puedo creer que a veces estemos como estamos cuando todo lo que hacés acá funciona, pero no están claras las reglas, entonces es muy complicado, vos te pones a conversar con otros colegas latinoamericanos y no pueden entender cómo nosotros funcionamos, la capacidad que tenemos de ir adaptándonos día a día cuando por ejemplo en exportaciones te cambian constantemente la forma de trabajar. Es impresionante nuestra capacidad de adaptación. Capaz que en algún momento tengamos que pararnos, enojarnos y volver a comenzar. Pero mientras tanto le damos para adelante.
-Al punto que están generando energía con la cáscara de maní…
-De nuestra producción un 70% es el grano y nos quedaba 30% de cáscara que es un residuo que tiene mucho volumen y poco peso, entonces eran montañas y montañas de chala de maní que se prendía fuego. Dijimos algo hay que hacer con este residuo y nos pusimos a estudiar e investigar.
Dos por uno
De esas investigaciones, surgió el proyecto para generar electricidad a partir de la cáscara. Eliminaron así un pasivo ambiental y obtuvieron un activo energético. Generaron una usina que cuenta con una turbina de vapor de 10 megavatios (MW) de potencia, con capacidad para generar 78.840 MW/hora. La empresa usa el 10% de la energía para su funcionamiento; el 25%, para el proceso de industrialización del maní (lo que significa unos 17.000 MWh anuales que le compraba a la Cooperativa Eléctrica de la zona), y el 65% restante se incorpora a la red nacional. Esa cantidad permite abastecer a unos 8000 hogares al año. La cáscara de maní se acopia en celdas y desde allí se traslada a una caldera donde se quema y se transforma en energía potencial de vapor de agua, que se traslada a la turbina de vapor donde se convierte en energía mecánica de rotación. Con el acople al generador, se termina transformando en energía eléctrica y así, incluso generaron un modelo circular.
-Ahora van por más…
-Sí. Estamos tomando los desechos sólidos de la misma combustión, que es la ceniza de la cáscara de maní y empezamos a generar ecoladrillos. Hacemos unos 1000 a 1200 ya pero con fines sociales.
-¿Cuánto incide la mentalidad del fundador en esta reconversión constante?
-Inspira a toda la cultura de trabajo. Es que no solo es el decir, sino también es el hacer y entonces ahí es donde nuestro papá nos muestra que hay que intentarlo y que hay que hacerlo, que no es solamente desear, sino que hacer cosas es imprescindible para poder lograr nuevas metas. A veces colegas nuestros de otros países se sorprenden por nuestra capacidad de resiliencia y de adaptación.