¿Los ricos deben pagar por la pandemia? La Argentina cree que sí; otros países lo están analizando
En su casa de la época colonial en el centro de la Argentina, Gabriel de Raedemaeker dice que ya está calculando que partes de su estancia podría llegar a necesitar vender. No es que falló la cosecha o que cayeron los precios de los productos primarios. Es por el nuevo impuesto a la riqueza del gobierno.
"El Estado me está lanzando al precipicio", dijo De Raedemaeker, de 54 años. Se enfrenta a un aumento del 70% de los impuestos por el nuevo gravamen nacional de la era de la pandemia a ciudadanos que tengan activos por valor de más de US$ 3,4 millones.
Al menos desde la década de 1940, cuando Eva Perón, de una familia de bajos recursos, daba discursos incendiarios desde el balcón a sus "descamisados", los conflictos de clase han estado siempre apenas por debajo de la superficie de este estado sudamericano crónicamente endeudado. Para salir de un tremendo agujero fiscal empeorado por la pandemia, la Argentina está lanzando un llamado que hace eco por todo el planeta: hacer que paguen los ricos.
Hace mucho que las naciones se vuelven hacia los ricos en tiempos de grandes crisis. Después de la primera y segunda guerra mundial, las naciones europeas y Japón impusieron gravámenes a la riqueza por única vez para financiar la reconstrucción. Más recientemente, Irlanda e Islandia usaron los impuestos para ayudar a volver a llenar los cofres del Estado luego de la crisis financiera global.
¿Entonces por qué no, sostienen los que lo proponen, imponer el costo de la recesión global épica causada por la pandemia a los que están en mejores condiciones para afrontarlo?
Por cierto que datos tempranos sugieren que las recesiones generadas por la pandemia parecen estar empeorando la desigualdad. Las tasas de pobreza han trepado, especialmente entre los trabajadores más jóvenes, los menos capacitados y las mujeres, mientras que los ricos están disfrutando de mercados accionarios en marcado ascenso y valores en subida de la propiedad inmueble. Llevó sólo nueve meses que las fortunas de los 1000 individuos más ricos del planeta volvieran al nivel previo a la pandemia, según el grupo anti pobreza Oxfam International.
Ese resultado desequilibrado alimenta los llamados en favor de un impuesto a lo Robin Hood.
Argentina, que afronta una pesada deuda exacerbada por la pandemia, adoptó un impuesto especial por única vez a los ricos en diciembre, exigiendo hasta un 3.5% del valor neto de los ciudadanos que tengan al menos activos por US$ 3,4 millones. También en diciembre, Bolivia que se encuentra en apuros aprobó un impuesto a la riqueza a más largo plazo que incluye a todo el que tenga más de US$ 4,3 millones. Marruecos este año va a imponer un "aporte solidario" a las compañías y los ciudadanos ricos.
Con Gran Bretaña enfrentando el mayor déficit fiscal de su historia, una Comisión independiente del impuesto a la riqueza ha recomendado un impuesto por única vez que podría afectar incluso a personas con tan sólo 250,000 libras (US$ 346.000). El primer ministro canadiense Justin Trudeau no ha apoyado la idea de un impuesto específico a los ricos, pero ha ordenado a su ministro de finanzas que "identifiqué maneras adicionales de gravar la extrema desigualdad de riqueza".
En Estados Unidos el debate sobre el impuesto a la riqueza se esfumó con las candidaturas presidenciales de los senadores Elizabeth Warren, demócrata por Massachusetts, y Bernie Sanders, independiente por el estado de Vermont. Pero sigue presente a nivel estadual en California y el estado de Washington, donde los legisladores han propuesto un impuesto a quienes posean 1000 millones de dólares o más, lo que recaería sobre los cuatro residentes más ricos, incluyendo a Bill Gates y el propietario del The Washington Post, Jeff Bezos.
Susana Ruiz, jefa de política impositiva de Oxfam, piensa que el concepto se está extendiendo.
"Los muy ricos ya han logrado recuperarse de la pandemia financieramente y hacia adelante vamos a ver una recuperación económica que avance a dos velocidades distintas, una para los ricos y otra para todos los demás", dijo. "Por lo que sí, vamos a ver muchos países que analicen la idea de un impuesto a la riqueza este año".
Eso ya está sucediendo en parte de América Latina, una de las regiones económicamente más desiguales del mundo, y que ahora padece la peor recesión del planeta. Políticos de varias naciones, incluyendo Chile y Perú han estado proponiendo impuestos a la riqueza.
En Bolivia, el país más pobre de América del Sur, se ha ido más allá de las palabras, adoptando un impuesto a la riqueza vigente a partir de diciembre. "El impuesto sólo afectará a 152 personas", tuiteó el presidente socialista Luis Arce. "El beneficio será para miles de familias bolivianas".
Para la redistribución de la riqueza en #Bolivia promulgamos la Ley 1357 de Impuesto a las Grandes Fortunas, que se aplicará a quienes poseen un patrimonio superior a Bs30 millones. El impuesto alcanzará a apenas 152 personas. El beneficio llegará a miles de familias bolivianas.&— Luis Arce Catacora (Lucho Arce) (@LuchoXBolivia) December 28, 2020
Pero en Bolivia, tal como en otros países donde se está considerando el impuesto a la riqueza, los opositores denuncian que es guerra de clases, acusando la izquierda política de usar la pandemia como excusa para imponer políticas "demagógicas".
"La ley no tendrá impacto alguno en [la capacidad del Estado de combatir] la crisis del covid", dijo Miguel Roca, legislador boliviano de la oposición. "Parte de su narrativa de pretender que son un buen gobierno que le va sacar a los ricos para darle a los pobres".
Los analistas dicen que es probable que la pandemia dé impulso a los llamados a crear sistemas impositivos que dan respuesta a la brecha extrema entre los ricos y los pobres. Pero es notorio lo difícil que es acertar con los impuestos a la riqueza y tienen una historia de efectos negativos profundos que pueden socavar seriamente su objetivo.
En Francia, por ejemplo, un impuesto a la riqueza de larga data, anulado en 2018, se consideró responsable por un aumento de la evasión impositiva y la huída de miles de los ciudadanos más ricos del país.
"Puede llevar a la salida de la riqueza, que no beneficia a ningún país" dijo Jean Pisani-Ferry, un importante miembro del Instituto Peterson con sede en Washington.
Hace una década 12 de los países más desarrollados del mundo tenían impuestos a la riqueza vigentes. Ese número ha bajado a tres: Noruega, España y Suiza. Son particularmente complicados los impuestos destinados a captar un porcentaje de activos, en vez de ingresos, tal como el gravamen por única vez en la Argentina.
El motivo: incluso los muy ricos pueden no tener suficiente efectivo disponible como para pagar un gran impuesto no previsto.
"Los impuestos a la riqueza tienen problemas intrínsecos" dijo Pascal Saint-Amans, director de política impositiva de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. "Uno puede reclamarle a Bezos US$ 1000 millones, ¿pero va a tener US$ 1000 millones en efectivo para pagar? ¿Qué tendría que vender? Se trata de la liquidez de los activos".
La Argentina recurre a sus ciudadanos más ricos luego de haber perdido la confianza de los inversores extranjeros y con pocos recursos para tapar agujeros financieros. El país ha sufrido colapsos financieros periódicos y defaults sobre su deuda a lo largo de varias décadas; entró a la pandemia con la necesidad de reestructurar US$ 65.000 millones de deuda privada cuyo servicio ya no podía cubrir.
La pandemia empeoró las cosas: el PBI cayó 11.8% el año pasado. El peso se hundió al atesorar los argentinos dólares estadounidenses y el Gobierno, como ha hecho tantas veces en el pasado, recurrió a la emisión para cubrir los gastos. La Argentina ahora está buscando otro rescate grande del FMI, lo que casi con certeza vendrá con la condición de que el país haga recortes en sus gastos.
La tasa de pobreza trepó del 35.4% en la primera mitad de 2019 a 40.9% en el mismo período de 2020. En los últimos meses Walmart, la aerolínea Latam, Uber Eats, Norwegian Airlines y Nike han reducido sus operaciones en la Argentina o se han ido del país.
Los comedores populares no dan abasto para atender a nuevos pobres recién descendidos de la clase media. En uno de tales comedores en Buenos Aires una tarde reciente, un físico retirado de 74 años dijo que había venido por comida porque no podía mantenerse con su pequeña jubilación debido a la inflación por las nubes, que se proyecta que llegara al 50% este año. Su tratamiento por cáncer ha sufrido demoras crónicas, dijo, debido a que los limitados recursos de salud del Estado se volcaron al combate al covid-19, la enfermedad causada por el nuevo coronavirus.
"Mi vida se acabó", dijo el hombre, que no quiso dar su nombre. "¿Lo entiende?"
El gobierno ha logrado evitar un incremento mayor de la pobreza durante la pandemia con programas sociales y subsidios en dinero. Los funcionarios dicen que el impuesto a la riqueza es necesario para ayudar a sostener ese gasto. Proyectan que el gravamen por única vez recaudará US$ 3500 millones de aproximadamente 12,000 individuos.
"Hablamos de alrededor del 0,02% de la población," dijo Carlos Heller, miembro de la Cámara de Diputados proveniente de Buenos Aires que fue co-patrocinador del proyecto de ley. "Es una pequeña contribución que estamos pidiendo a los argentinos más rico".
Pero los argentinos más ricos son notorios por ocultar su riqueza en el extranjero, invertir en deslumbrantes condominios de Miami o casas en la playa en Uruguay para que sus activos no figuren en las cuentas locales. Hay un grupo que tiene muchas más dificultades para hacer eso: los productores agropecuarios en buena situación.
De Raedemaeker y otros propietarios de agronegocios argentinos ven el impuesto como la nueva batalla en la guerra de clases entre el partido populista peronista del presidente Alberto Fernández y los propietarios rurales ricos que en un tiempo motorizaron el ascenso de la Argentina para convertirse en una de las naciones más ricas del mundo. Al comienzo del siglo XX se decía que los estancieros argentinos llevaban vacas en el barco en sus viajes familiares a Europa para que sus hijos pudieran tomar leche fresca.
Argentina cayó de su lugar en la cima de la cadena mundial de riqueza hace mucho tiempo, en una sucesión de crisis económicas, dictaduras y duras batallas políticas entre los propietarios rurales ricos y los peronistas. En 2006, cuando el peronista Néstor Kirchner era presidente las exportaciones de carne fueron suspendidas temporariamente para reducir los precios internos de la carne y lograr el apoyo de los votantes urbanos.
De Raedemaeker perdió mucha plata entonces, dice. Ahora con un golpe de lapicera en diciembre el gobierno peronista ha incrementado su carga impositiva de US$ 113.000 al equivalente de US$ 192.000.
Como muchos propietarios, De Raedaeker es rico en tierras; produce trigo y soja en 688 hectáreas en la provincia de Córdoba que es parte de las fértiles pampas occidentales. Pero dice que no tiene suficiente efectivo como para absorber un aumento repentino de este monto y quizás se vea obligado a vender un tractor para cubrir el costo.
"Este intento de crear igualdad nos achata a todos", dijo. "En vez de premiar el mérito, el trabajo duro y el estudio, simplemente quieren que la gente se vuelva dependiente del Estado".
Por Diego Laje y Anthony Faiola
Traducción de Gabriel Zadunaisky