Los pros y los contras del gradualismo de Mauricio Macri, según The Economist
The Economist analizó el contexto político actual y la gestión del gobierno en un año en el que la Argentina se prepara para una prueba electoral
El semanario inglés The Economist publicó ayer un artículo dedicado a analizar la coyuntura económica, social y política en la Argentina y las perspectivas del gobierno de Mauricio Macri . Allí, se destacan algunas medidas tomadas durante los primeros meses de la gestión de Cambiemos y su enfoque 'gradualista' en materia económica, aunque se siembran dudas sobre las perspectivas electorales para 2017. A continuación, el texto completo.
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Al son de bombos y uno que otro petardo, decenas de miles de sindicalistas marcharon por el corazón de Buenos Aires el 7 de marzo agitando banderas para protestar por la pérdida de empleo y la inflación. “Estamos hasta aquí” dijo Silvia Blanchoux, una encargada de limpieza en un hospital, haciendo el gesto de pasarse el filo de la mano por el cuello. “Me aumentaron el alquiler y mi hija está sin trabajo”.
La protesta coincidió con un paro de los docentes. Esta agitación de la oposición se da en un momento delicado para el presidente de la Argentina, Mauricio Macri , y sus esfuerzos por reparar el daño infligido por el populismo de sus predecesores peronistas, Cristina Fernández de Kirchner y su marido, ya fallecido, Néstor. En Octubre la coalición Cambiemos de centro derecha de Macri enfrenta elecciones de mitad de período en la que se renueva casi la mitad del congreso. Este será un referéndum simbólico para el gobierno.
De hecho es sorprendente que Macri, ex empresario, siga siendo tan popular (su tasa de aprobación es de alrededor del 50%). Su victoria en noviembre de 2015 fue inesperada. Heredó un país con el futuro hipotecado: las reservas internacionales eran casi inexistentes; una disputa con tenedores de bonos había cerrado la puerta a los mercados de crédito para la Argentina; la inflación era de alrededor del 30%; y el déficit fiscal era un 5,4% del PBI en 2015, inflado por subsidios indiscriminados a consumidores y compañías amigas del gobierno kirchnerista y financiado con emisión.
El equipo de Macri actuó rápidamente para desmantelar los controles de cambio, devaluar el peso y arreglar con los acreedores. Elevaron las tasas de interés para evitar que se descontrolara la inflación, lo que empujó la economía a una breve recesión. Fuera de ello han actuado con cautela. Las metas oficiales apuntan a alcanzar una inflación de un sólo dígito recién para 2019, cuando el déficit debiera ser del 2,2% del PBI. Alrededor de un 15% de las importaciones aún están sujetas a las barreras impuestas por los Kirchner.
Esta cautela responde a las circunstancias –Macri no tiene mayoría en el congreso- pero también a su preferencia por construir consenso, que practicó durante sus ocho años como alcalde de Buenos Aires. Puede mitigar el impacto social de la estabilización en un país aún traumatizado por un colapso económico en 2001-02.
Pero el gradualismo no es ninguna panacea. A las empresas les preocupa que el uso de créditos en dólares para financiar el déficit fiscal, aunque no sea inflacionario, esté llevando nuevamente a la sobrevaluación del peso. Si bien Nicolás Dujovne, el ministro del Tesoro, dice que la inflación está cayendo y el producto y el empleo están creciendo, muchos argentinos no sienten aún los beneficios. “Estábamos bien y ahora somos más pobres” dijo Blanchoux. Pese a un aumento de la asistencia social, un estudio de la Universidad Católica encontró que la tasa de pobreza urbana creció el año pasado del 29% al 33% de la población. Desde diciembre las encuestas de opinión muestran una fuerte caída del optimismo.
Eso coincide con lo que comentaristas llaman una serie de “errores no forzados” del gobierno. Van desde cosas triviales (una pelea por el cambio de fecha de un feriado) hasta asuntos preocupantes: la reducción de una deuda con el estado de una firma propiedad del padre de Macri, en lo que el gobierno debió dar marcha atrás. Los críticos también se quejan del micro manejo por la Casa Rosada, el palacio presidencial.
Marcos Peña , jefe de gabinete de Macri, insiste en que los errores son menores comparados con los de los Kirchner. El mayor problema, agrega, es como afecta el ajuste a la clase media baja, “que votó por nosotros”. En respuesta, el gobierno está ralentizando la retirada de subsidios (cuya eliminación había causado grandes aumentos en las tarifas de electricidad y del agua, aunque estas eran casi nada). Ha lanzado un plan de infraestructura a cuatro años con US$ 33.000 millones para tratar de dar impulso a la economía.
Macri aún tiene mucho a favor. Mario Blejer, un ex presidente del banco central, cree que el PBI crecerá un 4% este año. La reducción del déficit es más fácil porque el gasto bajo los Kirchner era corrupto y despilfarrador: los contratos para nuevas rutas se firman por hasta 40% menos que lo antes presupuestado, dice Guillermo Dietrich, el ministro de Transporte. Los peronistas están divididos. Muchos argentinos se cansaron de la confrontación permanente engendrada por Fernández, que se está defendiendo de cargos de corrupción.
“Nuestro mayor activo es que se nos subestima” dice Peña. “Sin eso, no estaríamos aquí”. Es casi imposible para el gobierno obtener una mayoría en el congreso en octubre. Pero debe evitar la percepción de una derrota, lo que haría que el gobierno de Macri parezca un paréntesis en un país populista en vez del comienzo de una nueva era. La elección se produce antes de que estén claros todos los beneficios de políticas más racionales. Aún así, muchos argentinos parecen reconocer que Macri representa para la Argentina la mejor oportunidad en una generación de romper con el círculo vicioso de populismo y declinación.
- Traducción Gabriel Zadunaisky
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