Los planes de una Europa más unificada pierden impulso
La cruzada de Europa por garantizar la supervivencia a largo plazo del euro, forjando una unión política más profunda tras la crisis, está fracasando.
La cumbre de la Unión Europea, que concluye hoy, originalmente tenía como objetivo allanar el camino para una mejor coordinación de las políticas económicas, pero ahora se prevé que el progreso sea escaso. Muchos funcionarios europeos afirman que están perdiendo la esperanza de que en el próximo año se logre un acuerdo para construir elementos de un gobierno común para los 17 países que usan el euro, incluidos gastos, préstamos y apoyo compartidos para los bancos y los depositantes.
Alemania lidera la resistencia. En Vilnius, Lituania, el mes pasado, el ministro de Finanzas alemán Wolfgang Schäuble orquestó una revuelta contra una propuesta para permitir que las autoridades de la UE decidan cuándo los bancos de la zona euro deberían ser reducidos o reestructurados.
La propuesta formaba parte de una llamada unión bancaria en la que Europa respaldaría a sus prestamistas como un todo. Muchos países apoyan el concepto porque reduciría la presión bajo la que se encuentran los gobiernos más débiles para sostener por sí mismos a sus bancos. Pero las autoridades alemanas ven partes del proyecto como una luz verde para que los burócratas de la UE en Bruselas gasten el dinero de Alemania para rescatar bancos en Irlanda o España. Schäuble formó una coalición en Vilnius para bloquear la propuesta y reclutó a miembros de la UE, como el Reino Unido, que no usan el euro y no quieren que Bruselas tenga más poder.
El intento por concretar una unión más profunda nació el año pasado durante el punto álgido del pánico en los mercados financieros de Europa, cuando había un miedo extendido a que el euro pudiera colapsar. La crisis mostró que compartir una moneda entre 17 países con políticas distintas es una fórmula inestable. Aunque los mercados financieros se han calmado desde entonces, la zona euro aún tiene problemas de deuda, desempleo y bancos frágiles, especialmente en el sur del continente.
Los países europeos ya tomaron varias medidas para impulsar su unión monetaria, creando un fondo de rescate permanente, así como nuevas reglas para impedir el derroche fiscal y un Banco Central Europeo más sólido que pueda estabilizar los mercados de bonos y que pronto empezará a supervisar los grandes bancos de todo el bloque.
Sin embargo, los partidarios de una integración más fuerte creen que la zona euro necesita ir más lejos y tomar prestados elementos del sistema de federalismo estadounidense. Muchas propuestas reflejan una creencia de que la zona euro necesita imitar parcialmente a Estados Unidos, donde el dólar funciona bien en todos los estados, en parte debido a los presupuestos, bonos, supervisión financiera y protección de los depositantes a nivel nacional.
Jörg Asmussen, un miembro alemán del consejo ejecutivo del BCE, afirma que la crisis de la deuda mostró que la unión monetaria no está terminada. "Si no la completamos, seguiremos vulnerables a las sacudidas", sostiene.
Pero a lo largo del último año, los vientos políticos han cambiado de dirección. Entrevistas con más de una decena de representantes en toda Europa revelan cómo los planes para una integración más profunda se han estancado, conforme los mercados financieros se han calmado y ha crecido la desconfianza entre centros de poder como Berlín, Bruselas y París.
La campaña por construir una unión monetaria más estable surgió durante una cena en mayo de 2012, cuando líderes europeos encargaron un plan a altos funcionarios de la UE. Herman Van Rompuy, un político conservador belga que preside las cumbres de la UE, lideró la iniciativa.
En aquella época, una gran fuga de capital de Italia y España amenazaba el euro. Observadores en ambos lados del Atlántico decían que la zona euro necesitaba un "momento Alexander Hamilton", en referencia a la medida en 1790 cuando el secretario del Tesoro de EE.UU. asumió las deudas de los estados, con lo que convirtió a EE.UU. en una unión política y económica más profunda.
A mediados de 2012, Van Rompuy y sus colegas trabajaron en propuestas que reflejaban la visión de muchos economistas en EE.UU. y Europa: la zona euro necesitaba imitar algunas de las funciones de las autoridades federales de EE.UU.
Para funcionar correctamente, creían las autoridades de la UE, la zona euro precisaba de un presupuesto central, que ayudara a países afectados por una crisis, por ejemplo, financiando algunos de los gastos como las prestaciones por desempleo. El presupuesto acabaría siendo financiado por bonos garantizados colectivamente por la zona euro.
En un informe escrito, el grupo encabezado por Van Rompuy también propuso una unión bancaria, con una red de contención común para bancos en problemas, y un seguro federal de depósitos. Además, abogó por un mayor alineamiento de las políticas económicas de los miembros e indicó que las autoridades centrales reforzadas de Europa deberían ser electas o rendir cuentas ante funcionarios electos.
A fines de junio, los federalistas europeos ganaron su primera gran victoria: la canciller alemana, Angela Merkel, acordó desplegar la fortaleza financiera colectiva del bloque para salvar a los bancos atribulados, aliviando la presión sobre los países con problemas de liquidez. A cambio, el bloque acordó unificar la supervisión de los acreedores de la región.
Para fin de año, la promesa del BCE de intervenir en los mercados de bonos había calmado el pánico de los mercados financieros. La iniciativa les dio tiempo a los gobiernos para ocuparse de las fallas del euro. Pero también redujo la presión para adoptar medidas políticamente impopulares.
Schäuble, el ministro de Finanzas alemán, peleó para diluir la unión bancaria a la que había asentido Merkel en junio bajo la presión de Francia, Italia y España.
Una cumbre en Bruselas en diciembre resultó un punto de inflexión. Antes de ir a la reunión, Merkel describió el informe de Van Rompuy —supuestamente la base del futuro del euro— como un mero "documento de referencia".
Cuando llegó, la canciller alemana rechazó el presupuesto de Van Rompuy. Afirmó que podía ofrecer financiación a pequeña escala para reformas económicas pero no para seguros de desempleo en toda Europa o gasto de estímulo para salir de recesiones, según personas presentes. Alemania ya había mostrado suficiente "solidaridad" al apoyar el fondo de rescate del bloque, les dijo a sus colegas.
Van Rompuy pensó que podía contar con el apoyo francés, pero cuando buscó el respaldo del presidente François Hollande, éste se quedó callado, señalan funcionarios al tanto de la conversación.
Este año, Merkel cambió el tono sobre la "unión política" que había defendido en 2012. La persistente crisis económica había volcado la opinión pública contra instituciones de la UE como la Comisión Europea. Alemania, el miembro más poderoso de la zona euro, consideró que la Comisión estaba demasiado ansiosa por gastar el dinero alemán y que era demasiado suave con países endeudados del sur europeo.
Guntram Wolff, director del centro de estudios Bruegel, en Bruselas, afirma que en muchos temas, "Alemania cree cada vez más que deberíamos volver a un modelo donde los países son responsables por sí mismos". Sin una unión fiscal, política y bancaria, argumenta, "tendremos un euro que sobrevive, pero que no funciona bien".
—Gabriele Parussini y William Horobin en París contribuyeron a este artículo.
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